Reencuentro. [Antonio]

Después de un exhaustivo viaje de regreso al instituto durante toda la noche, por fin podía descansar, aunque también moría de hambre y no llevaba nada de comida en la maleta, la desición había sido tan apresurada que apenas había alcanzado a guardar lo estrictamente necesario, por esa razón, después de haber dejado el equipaje en su nueva habitación, y aunque estaba cansadisimo, partió a la cafeteria, donde, para su suerte, estaban sirviendo el almuerzo. Cogió una gran cantidad de comida en una bandeja y fué a sentarse en un rincón oculto alejado de todos, generalmente era así de asocial, pero esta vez tenía una razón especial para hacerlo.
Hace meses había dejado el instituto para pasar una temporada con sus padres y el resto de su familia en Italia, y no fué nada agradable cuando al llegar a casa lo recibieron de la peor forma, con sermones, un millón de cosas desagradables para hacer y otro montón de castigos, el peor de todos: no regresar al insituto nunca más, y hubiera estado bien, realmente no le interesaba estudiar, pero la idea de no volver a ver al español le agobiaba de sobremanera. En un principio acepto, claro que no sin antes llenar a sus padres de reproches, berrinches y hasta lloriqueos, de los cuales se canso luego cuando supo que no había solucion, pero no se rindió, y por eso ahora estaba de regreso en ese lugar, sin embargo todo tuvo su precio.
En eso estaba precisamente pensando mientras tragaba cada bocado lo más rápido que le era posible, el cansancio le ponía de un humor peor que el de costumbre y no era el momento oportuno para enfrentar las cosas, por ello quería volver lo antes posible a su habitación para encerrarse en la misma, pero todo se vino abajo en cuanto vió aparecer a quien menos quería ver en ese momento, pero a quien más extrañaba.
Su corazón se aceleró al igual que su respiración, y se quedo paralizado en su sitio, mirandole como si se tratara de la cosa más maravillosa del mundo, aunque para él si lo era.

El tiempo que estuvo lejos tanto del instituto como del italiano fue eterno, no es que no supiera como distraerse o divertirse, por que en más de una ocasión tuvo la oportunidad de juntarse con sus amistades a pasar un buen rato, ir a beber algo a algún bar, fiestas, celebraciones de días festivos, corridas de toros, salidas con su Padre y un montón de que cosas más que mantenían su mente ocupada durante un lapsus de tiempo, por que aún tenía presente al chico de ojos ambarinos, ese con el compartió tantas cosas durante el primer semestre de clases, con el que formó una relación tan estrecha, el que le hizo sentir un mar de emociones involvidables.

Quizás la forma en que se separaron no fue la mejor, apenas tuvieron tiempo de hablar y nunca pudo terminar de entender la razón del por que el sureño había decidido cortar su noviazgo tan abruptamente, pero tampoco tuvo más opción que aceptarlo. Y así habían pasado sus 'vacaciones', hasta que el mes dónde el período escolar comenzaría, llegó.

Sus maletas nunca iban llenas, no era demasiada la ropa que tenía, en realidad, ocupaban más espacio su cojín con forma de tomate y su guitarra, sin olvidar mencionar el acuario de su tortuga, por esto, la carga no era pesada y el tiempo que le tomó ordenarlas en su nueva habitación no fue mucho, luego de aterrizar, diriguirse a la acedemia y preguntar el piso y número de su cuarto. Pero como es sabido, viajes largos agotan y su cuerpo ya sentía el paso, además, su estómago reclamaba por algo de comer, viendose obligado a emprender camino, después de instalarse, en dirección a la cafetería.

Le sorprendió un poco ver tanta gente a esas horas, el almuerzo se había servido hace un rato, aunque al parecer, la mayoría había tomado un vuelo atrasado. Esto le hizo sonreír levemente, de alguna forma le resultaba gracioso, lo más probable era que muy pronto se encontrara con sus viejos amigos, mientras tanto, disfrutaría de una buena comida. Lastima que todo se vino abajo cuando cruzó miradas, por casualidad, con aquel joven de rizo peculiar que logró, sin siquiera hablarle, que su pulso aumentara su ritmo y los demás dejarán de existir. Era una mala jugada del destino o lo contraria, una fortuna el poder volver a verle después de tanto. Unas ganas enormes de acercarse le inundaron, pero, ¿qué tal si el muchacho no quería?.

Aún así, dió unos cuantos pasos hacía él.

No sabía si era porque habían estado demasiado tiempo alejados, porque le amaba, o porque era realmente así, pero se veía muchisimo más guapo que antes, y esa sonrisa perfecta seguía iluminando su día. Por fin podía verle, lo había esperado durante tanto, sufriendo hasta las lágrimas cada mañana cuando despertaba en la habitacion de su casa y se daba cuenta de que el español no estaba, soñando cada noche con sus palabras, sus ojos, sus caricias y besos y extrañandole casi hasta la locura, incluso pensaba que aún tenía los ojos hinchados después de la última vez que había llorado, exactamente hace unas pocas horas, en el avión, fué entonces cuando recordó lo que le había llevado a sentarse tan apartado de todos, tan escondido en aquel rincón, y desvió la mirada frunciendo levemente el entrecejo para que el otro no notara su angustia, ni la verguenza que coloreaba sus mejillas de rojo.
Pero el moreno seguía acercandose, y no podía hacer nada para evitarlo, y aunque, muy en el fondo le alegraba, no se sentía preparado aún como para enfrentarle, decirle la verdad, incluso hablarle.

Se detuvó a unos pocos centímetros de la mesa que ocupaba el sureño, dudando si continuar, no era su costumbre el pensar demasiado las cosas, pero éste caso era especial, además, fue ese mismo chico que acaba de fijarse su mirada en otro punto el que había acabado con todo sin dignarse a dar ninguna explicación, ni una sola. Por supuesto que tenía derecho a estar molesto por ello, no tendría que darle el lujo de conversar siquiera, pero sencillamente no podía dejarlo pasar, sus sentimientos hacía él eran mayores y seguían intactos, fuertes como al principio, tan así que quemaban por dentro. No es que el castaño se lo hiciera fácil tampoco, y es que se veía tan adorable como siempre, ¿por qué tenía que ser todo tan injusto?.

- Lovino.~ -Nombró al final para romper el silencio que se había formado, dibujando una de sus típicas sonrisas.- ¡Que alegría verte después de tanto, chaval!. -Agregó, animado, inclinandose a un costado al sostenerse del borde de la mesa, mirando el plato de comida del aludido.- ¿Qué comerás?. Oh, eso se ve bien.~ -Continuó como si nada, tomando la cajita de jugo que tenía la bandeja para probarlo.-

Realmente no podía entender la mentalidad de personas como el español, ¿Cómo es que podía actuar con tanta normalidad frente a él después de todo lo ocurrido días antes de su regreso a Italia?, por la frialdad con la que le había tratado, y por el repentino termino que le había dado a una relación que aparentemente era perfecta sin dignarse a dar explicaciones, supuso que le odiaría, es más, cualquier persona normal lo haría, pero bueno, si se lo pensaba mejor, el español no era una persona normal, era él.
El escucharle hablar en ese tono otra vez era increible, pudo sentir las estúpidas mariposas de las que todo el mundo hablaba revoloteando por su estomago, y esa sensación de que todo iría bien si él estaba cerca, sin embargo no fué capáz de mirarle a los ojos de nueva cuenta, y se quedó mirando la muralla que tenía a un lado como si se tratase de lo más maravilloso del mundo, sus mejillas ardieron en rojo tan intenso, que parecía que iba a explotar, y estaba seguro de que sus ojos se volvían a llenar de lágrimas, odiaba ser tan vulnerable. El moreno se veía en perfectas condiciones, probablemente ya lo había olvidado todo y ahora tenía un nuevo amor, alguien que realmente fuera merecedor de esa maravillosa sonrísa... alguien a quien seguramente odiaría y terminaría golpeando.

-Antonio... -Logró decir después de un buen rato abriendo y cerrando la boca al balbucear, en voz tan baja que estaba seguro que el otro no le había escuchado.