Panda de la suerte que te trae la felicidad [China]

Caía la tarde y el sol ya teñía de naranjos el cielo, los clubes ya terminaban sus reuniones de después de clase y los alumnos regresaban a sus habitaciones a estudiar, descansar o solo a cambiarse para salir con sus amigos, era un viernes un poco frío y el viento arrastraba las hojas acumulandolas a los lados de los caminos transitados.

El peliblanco volvía a su habitación con su uniforme desalineado, como siempre, pero llegaba a parte una bufanda marrón oscuro que cubría su cuello, sobre su hombro su guitarra y su otra mano en el bolsillo, sus oídos venían cubiertos por los auriculares de su iPod y al entrar al lobby apoyó la guitarra en uno de los sillones para subir su pie al posabrazos de este y ajustar los cordones de su bota alta que se habían soltado.

No había notado la mirada del oriental que se había posado sobre su persona, no así el pequeño pollito amarillo que observaba desde lo alto de la cabeza del platinado que enseguida miró al chino emitiendo un corto "pi".

Después de un día de ocio completo, Yao decidió ponerse a revisar el programa de estudios para ese año y adelantarse todo lo posible. Iba a dirigirse a su habitación, pero los sillones en el lobby parecían bastante cómodos, y no había tanta gente rondando por ahí.
Estaba sumido en sus pensamientos y repasando sus propios conocimientos cuando sintió una presencia imponente a su lado sin siquiera levantar la vista. Pensó que a lo mejor sería alguien que buscaba riña, o algún profesor chequeando que no estuviera haciendo nada malo, cuando de repente, sintió el... ¿canto de un ave?
Levantó la vista sorprendido y vio a una persona con la que no se había cruzado antes. Su piel era tan blanca como su cabello, muy semejantes al color de la nieve fresca, y sus ojos del color rojo que Yao tanto amaba. Todo junto lo hacía parecerse un poco a un conejo, aunque más que pequeño y adorable era... bueno, todo lo contrario. Estaba despreocupadamente atando sus zapatos, con algún tipo de reproductor de música encendido. Parecía estar totalmente sumido en su propio mundo.
Y allí, sobre su cabeza, descansaba un pollito.
La imagen despertó una ternura descomunal en el asiático. Tenía que decir algo, era inevitable.

-¡Kawaii, aru~! ¿Ese pollito es tuyo, aru?

No estaba seguro del volumen en que el "conejo" estaría escuchando música, así que lo dijo en la voz más alta y clara que pudo.

Al escuchar la voz y por el sexto sentido de cualquier humano siente al ser observado, sus carmines se elevaron al asiático y pudo escuchar "pollito es tuyo?" o eso pensó. Terminó de atar su calzado y jaló del cable para quitarse los auriculares. - ¿Gilbird? Si, es mío. Es mi mascota. - sonrió de forma socarrona mostrando su sonrisa ladeada apoyando sus antebrazos en la rodilla alzada que aún mantenía sobre el sillón. - Y es tan awesome como yo, ksesesése. - la risa peculiar del albino sonó tan ronca y brusca como siempre.

Su mirada pasó por el porte ajeno calculando que sería asiático... claro, no era una conclusión muy difícil de llegar. No recordaba haberlo visto en los pasillos.

Yao no podía sacarle los ojos de encima al pollito que reposaba en la cabeza del otro chico. Verdaderamente era adorable, y él siempre había sentido debilidad por las cosas así de tiernas.

-Ya veo, aru. Es realmente lindo, me gustaría tener uno así, aru... De todas formas, no hay criatura en el mundo más tierna que un panda, aru -dijo con convicción. Aunque no lo solía demostrar, Yao era muy patriótico, pero más por amor a su país que por orgullo. Realmente le fascinaba su cultura, y no había otra que lo atrajera tanto-. Yo tengo una colección bastante amplia de pandas en mi habitación, aru. Pero esos son más que especiales, aru...

Al decir lo último, una luz se encendió en la mente del asiático. Tenía una especie de sexto sentido en cuanto a la gente, y algo le decía que podía sacar provecho de este nuevo encuentro...

El pompón de plumón amarillo miraba desde lo alto del albino con una calma somnolienta y se movió cuando el albino negó con la cabeza - Imposible. Nada es más adorable que Gilbird. Él le vencerá a cualquier panda. - dijo con marrullería en su expresión y voz bajando el pie del sillón.

Pensativo se quedó unos instantes aunque no mostró mayor interés, sinceramente le daban igual los pandas así que con una sonrisa alzó su mano dispuesto a irse - Gutt~ Un gusto y pasa por el club de música alternativa si quieres saber lo que es ser awesome. - como siempre dando la publicidad a su club.

El albino se lo estaba complicando. Creía que bastaría con mencionarlo, pero parecía que tendría que hacer algo más drástico. Afortunadamente, Yao sabía como remar una situación de este tipo, y si bien todavía no se había relacionado mucho con la gente del instituto, siempre iba con los ojos abiertos y los oídos atentos a todo.
En cuánto el peliblanco se dio la vuelta, Yao se puso de pie y enunció:

-Disculpa si te resulto entrometido, pero... ¿Tú eres el hermano de Ludwig, no es cierto, aru? He escuchado que te causa problemas todo el tiempo, y creo que tengo la solución para eso. No me gusta que la gente pelee, aru yo.

Si bien nunca había visto a la persona que en estos momentos le daba la espalda, si conocía al hermano, y lo había escuchado quejarse de él infinidad de veces. De cómo su soberbia le chocaba tanto, de cómo desordenaba la habitación, de cómo siempre gastaba su dinero, de cómo estaba todo sucio gracias al ave que tenía por mascota, entre otras cosas.
Sacando conclusiones, y viendo hacia la habitación a la que se dirigía, tenía que ser esta persona.

Apenas un paso dio cuando sus oidos captaron algo que era de su interés, ¿acaso mencionó como librarse de los problemas que West le generaba con sus limitaciones y cortada de onda? Aquello podía serle útil y no tenía nada que perder, así que se volteó para mirarle y volviedo sobre sus pasos - ¿Conoces a West? Kse... sí, a veces puede ser bastante molesto con sus reglas y su maldita manía de la limpieza, orden y ejercicio. ¿Tenías algo en mente? - se rascó la nuca mirandole con renovado interés. Pronto notó que no se había presentado por lo que llevó su mano hacia adelante extendiendosela - Gilbert, o Gilbo. -

Había funcionado. El interés de la otra persona había cambiado radicalmente, y le prestaba total atención a Yao.
Entonces extendió la mano y se presentó. Curioso nombre llevaba, pero siendo hermano de Ludwig, era de esperarse.

-Un placer, Gilbert. Yo soy Yao, aru. Yao Wang. Espero que nos llevemos bien, aru -dijo con una sonrisa, estrechando la mano que el peliblanco había extendido-. Ahora, respecto a lo de tu hermano, aru. Puede que no me creas, pero... esos pandas de los que hablaba hace un rato son los que hacen la magia, aru. Puedes tomarlo como una especie de amuleto, cómo los que venden en cualquier tienda barata, aru. La diferencia radica en que estos vienen directo del Antiguo Oriente, de dónde sale el verdadero poder, ¡y te aseguro que funcionará, aru yo!

Añadió una especial efusividad a la última frase, como si al decirlo un poco más alto y claro pudiera darle seguridad y hacerlo parecer una verdad absoluta. Sabía que había gente muy susceptible a ese tipo de cosas, pero acaba de conocer al albino, y no sabía exactamente como reaccionaría ante la propuesta.

-¿Qué dices, aru? Mi habitación es justo allí, puedo traerte uno para que lo veas, aru -dijo con una sonrisa.
Yao no tenía muy claro porque estaba haciendo esto. Dinero no necesitaba realmente, y habían cosas que dentro del colegio nunca iba a conseguir, si quería seguir siendo un estudiante. Tal vez fuera sólo el hábito, o tal vez fuera que verdaderamente quería ayudar al muchacho.
O tal vez fuera un intento desesperado de conocer a alguien más. La soledad no es tan hermosa después de cierto tiempo.

Y el albino era terriblemente susceptible a esa clase de cosas... sin mencionar una beta que rayó la mente del prusiano, un vicio que creyó curado a sangre por su hermano, era comprador compulsivo, y el hecho de que el otro lo promocionase con tal seguridad le hizo temblar por dentro. - Ja! te acompaño. ¿Pero seguro que esas cosas funcionan? Digo, lo de antigüedad y Fen shui, yoga y chop suei. - dijo ignorando aquella cultura pero que comenzaba a llamarle la atención si lograba alejar a su hermano de sus pasatiempos.

Se adelantó algunos pasos dispuesto a seguirle con entusiasmo y conciente... ¡CONCIENTE! que estaba siendo timado...

Yao rió divertido ante las palabras del albino. La ignorancia solía molestarlo, pero este chico tenía un carisma especial, así que optó por simplemente corregirlo.

-El yoga es originario de India, y el Chop Suey es una comida, aru -dijo amablemente, todavía riendo-. Pero sí, funciona, ¡y muy bien, aru!

El peliblanco se había adelantado ya unos pasos rumbo a la habitación, y Yao se dispuso a seguirlo, cuando lo recordó. Ya no estaba solo en su cuarto, y algo le decía que llevarle un desconocido a su nuevo compañero era una terrible idea. Se detuvo en seco, tomando a Gilbert por el hombro.

-¿Sabés qué, aru? -dijo, esperando que el escalofrío que acababa de sentir no fuera delatado en su tono de voz- Tú quedate aquí, yo lo traeré, aru. Hoy me levanté algo tarde y no me dió el tiempo de ordenar la habitación, aru. No quiero avergonzarme a mí mismo con que alguien que acabo de conocer, aru.

Habiendo dicho eso, dirigió la mirada a cualquier otra cosa que no fuera el rostro del albino. Si llegaba a ver la mentira en sus ojos, Yao podía irse despidiendo de la idea de venderle lo que sea, y por supuesto de la idea de una "Buena primer impresión".

Escuchando al chino hablar caminaba a su espalda dejando que este comenzase a guiarle guardando sus manos en los bolsillos mientras con un mover de su hombro acomodó la guitarra en su espalda. Su mirada se quedó en la espalda del de menor tamaño y con una sonrisa ladina observando su delgado cuerpo así como su cabello sintió un leve deseo de trasvestir al joven.

El hablar ajeno le sacó de sus pensamientos deteniendo sus pasos y recostando su hombro contra la pared - Gutt, te espero aquí, no te estreses tanto. - no detectó mentira, tampoco la buscaba, solo se quedó allí esperando.

Maldijo a su interior, tenía que regresar a su habitación, seguro su hermano se enojaría si se enterase que volvía a comprar cosas inútiles, pero solo era una mirada ¿no? No lo compraría, solo saciaría su curiosidad.

El alivio lo hizo suspirar pesadamente, y ese mismo suspiro pudo haberle delatado, pero no le importaba. Al menos no se derramaría sangre inocente.

-Volveré antes de que puedas decir "Taijiquan", aru -dijo con seguridad.

Corrió por el pasillo prestando especial atención al clima. Notó que no se hacía más frío a medida que se acercaba a la habitación, así que supuso que su compañero no estaría. Lo comprobó al abrir la puerta. No había nadie. Yao suspiró con alivio una vez más y se abalanzó sobre uno de los estantes junto a su cama. En él habían al menos 12 pandas de diferentes tamaños, de los muchos que ocupaban diversos espacios en su dormitorio. Tomó el que se posaba más cerca de la cabecera de su cama y corrió una vez más por el pasillo hacia dónde se encontraba parado Gilbert, en una pose más que despreocupada, casi arrogante.

-A... aquí está, aru... Éste debe ser el... más especial de todos, aru... A ve... veces duerme con... conmigo, aru... -dijo algo fatigado por la carrera, y un tanto más avergonzado por la última frase. Tomó aire, y se enderezó mirando hacia otro lado- No hace falta que me des dinero a cambio, aru... Te lo dejo... si prometes cuidar de él... Y con otra condición, aru...

No importa que tan bien le hubiera caído el albino, no iba a simplemente regalarle un objeto tan preciado. Algo tenía que ganar él también.

Sus brazos se cruzaron en la espera y su pie se cruzó sobre su tobillo descansando el peso de su cuerpo sobre la pared mientras esperaba en un aire de aburrimiento. Al verle nuevamente acercarse a la carrera se apartó de la pared y bajó su mirada al panda. Un tic en su ceja se manifestó al verle... era... era demasiado tierno... sus manos temblaron conteniendo el impulso de abrazarlo.

Costosamente apartó la mirada para observar al oriental - ¿Qué quieres a cambio? - no se molestó en ocultar el ansia en su voz.

Tomando al panda con ambas manos, extendió los brazos hacia Gilbert, y mirándolo directo a los ojos dijo:

-Éste panda que ves aquí, por más corriente que pueda parecer, puede traerte la felicidad, aru. Pero debo advertirte: no confundas "felicidad" con "deseos", aru. Lo que deseamos no es siempre lo mejor para nosotros, y en consecuencia, no seríamos felices, aru. Éste panda no cumplirá deseos, aru. Te guiará a la hora de tomar decisiones, y puede que hayan momentos en los que pienses que eres la persona más infeliz de la tierra, aru. Sin embargo, quiero que confíes en que a partir de ahora, las cosas empezarán a tomar un mejor rumbo, aru. Y que por supuesto, el panda sólo hace la mitad del trabajo, el otro 50% lo pones tú, aru. Sin voluntad, no hay nada, aru.

Si bien había en su rostro se había dibujado una de sus sonrisas más amables, su tono era increíblemente serio. Yao realmente creía en el poder milenario que sus ancestros le habían heredado a él y todas sus pertenencias, y no iba a dejar que nadie lo subestimara.

Dejó, entonces, el oso de felpa en las manos extrañamente temblorosas del albino y agregó:

-Y desde este momento, me debes tres favores, aru. Los que yo quiera, cuando yo quiera, donde yo quiera, aru.

Ni la expresión del chino ni su tono de voz cambiaron en lo más mínimo. También estaba siendo increíblemente serio respecto a eso.

Miró el panda que tenía entre sus manos y solo asintió a las palabras del chino a la vez que tomaba el peluche y lo llevó a su pecho abrazandolo de una forma algo tierna y paternal sintiendo la suavidad del pelo y lo blando del material siendo incluso algo cálido.

- Claro. Tres favores, mientras no afecten mi imagen y perfil público~ - agregó con una sonrisa el albino sintiendose extrañamente feliz por la adquisición.

Se volvió a acomodar la guitarra sobre su hombro en ese constante tic que tenía y observó al castaño - Awesome entonces. Espero poder verte en otro momento. No te he visto en clase ni por los clubes. - dijo intentando hacer memoria y saludó con su mano dispuesto a irse.

El asiático se vio enternecido por el cambio de actitud rotundo que el otro chico había adoptado. Se veía como un niño pequeño al que le habían entregado un cachorro, y Yao se preguntó cuantas personas habrían tenido la oportunidad de ver al albino de esta manera.
Sonrió al escuchar las palabras llenas de egolatría que salieron de la boca de Gilbert, y le causó gracia que contrastara tanto con su expresión, tanto facial como corporal, por lo que no pudo evitar ensanchar más la sonrisa, esta vez con un poco de ternura.

-No te preocupes, aru. Soy muy respetuoso con la gente, y si lo que necesito te puede resultar vergonzoso, me aseguraré de que sea dentro de cuatro paredes, y sólo nosotros dos, aru -dijo con total seguridad.

El chico le agradaba mucho. Le agradaba ese niño interior que se resguardaba en el muchacho escandaloso y buscapleitos, y le agradaba también esta última parte de su personalidad.

-No, la verdad es que estoy aquí por elección propia, aru -dijo con naturalidad- Tengo 20 años, aunque no los aparente, y ya he tenido mi educación, así que se podría decir que soy una especie de "oyente" aquí, aru. Pero prometo saludarte más seguido, aru. Después de todo, tienes responsabilidades que cumplir hacia mi persona, aru.

Puso la mano sobre la cabeza del panda y la palmó como si se tratara de un animal vivo, y emprendió camino hacia los cómodos sillones sobre los que había estado descansando momentos antes, no sin antes agregar con una sonrisa:

-¡Ah, y espero que le pongas un nombre muy bonito, aru! Nos vemos luego.