Corriendo, corriendo... [Ned]

Corriendo, corriendo, llegó a la azotea.

La verdad, aún se perdía en aquel inmenso instituto, lo cual podía ser bueno si conseguía dar esquinazo a sus persecutores encontrando nuevos lugares (si no, era una cruz). Lo malo era luego regresar, que, vamos, su sentido de la orientación tambíen era otra buena cosa... Sujetó bien su mochilita, que tenía forma de conejo rosa, y se miró las piernas. ¡Tampoco era para tanto!, el uniforme femenino se veía bien en él, ¿por qué tanto problema? No molestaba a nadie y nadie lo molestaba a él, por tanto no debería pasar nada, y eso...

Bufó un poco y miró alrededor sin fijarse mucho. Era un lugar grande y vacío, y aunque no le gustaba la soledad... era algo diferente. La vista era impresionante, además, y eso que aún no se había asomado (cosa que fue a hacer inmediatamente: se maravilló al mirar hacia abajo y mirar el campo de la entrada, y a los estudiantes, que parecían poco más que escarabajos, caminando de un lado para otro). Decidió quedarse allí el tiempo razonable para que los profesores que le habían reprendido se cansaran y decidieran dejarlo por perdido.

Hacía algo de viento que le obligaba a tapar su falda cada dos por tres, pero, bien mirado, decidió que era una bobada si nadie estaba ahí mirando para él, así que a las cuatro veces paró de taparse. No es que se le fuera a ver nada igualmente, llevaba culottes, que eran a medias unas bragas y unos bóxers, súper cómodos y de color verde chillón. Se apoyó en la barandilla y se quedó mirando hacia abajo, dejando que el pelo le cayera por la cara. Al final se iba a aburrir y todo.

Subió las escaleras que conducen a la azotea a pasos cansados, casi perezosos. Sostenía entre los labios un cigarrillo apagado mientras ya iba sacando el zippo [con grabado de Miffy] para encenderlo.

Subir a aquél sitio era una de las pocas recompensas que tenía al día, y lo disfrutaba mucho. Sentarse entre el silencio y su soledad, fumar un rato, jugar con su mascota. Y después volver a la rutina del colegio, hacer deberes, entrenar un rato y [no] hablar con su compañero de habitación.

Lo de siempre, vamos.

Lo que no era igual resaltó en el momento en que abrió la puerta del techo, frotándose la nuca con la mano libre, y lo primero que vio fueron unas bragas verdes que no deberían estar ahí. Ni tampoco el trasero que envolvían entre su tela.

Dudó unos segundos respecto a marcharse o quedarse ahí. Hacerle notar su presencia o simplemente ir a lo suyo... Así que sólo se quedó de pie en su lugar, observando la forma en que los pliegues de la falda se balanceaban con el viento, en silencio.

Su mente había empezado a divagar, como siempre que estaba solo, en temas verdaderamente estúpidos. De esos que empiezan con un "¿a qué se parece esa nube?", pasan luego por los colores, de ahí a los animales y terminan con uno reteniendo en la cabeza la pegadiza melodía de una canción que seguramente no es de las que más te gustan.

A él se le había pegado una canción muy rara que había escuchado de melodía de llamada de uno de los alumnos que no conocían, uno morenito que tenía cara de nada, y la verdad que era un poco movida, así que se empezó a balancear al ritmo de esa cosa tan pegadiza, en un idioma raro, como el chino, o eses. Movió el cuerpo a un lado y al otro, balanceando la cabeza y mirando hacia la nada, hacia el aire, de espaldas a la puerta de entrada a la azotea. Por supuesto, no se percataba de que ya estaba acompañado.

Empezó a tararear suavemente esa canción, tampoco podía hacer más, no se sabía la letra. Se ajustó la coletita que se había hecho a un lado de la cara con un par de mechones de pelo.

Se estaba animando.

Aún baileteando, decidió apartarse de la barandilla para ir a sentarse contra la pared de la puerta, así que se dio la vuelta. Entonces vio al tipo, uno muy alto y con pinta de bastante fuerte. Lo primero en lo que se fijó fue en eso, su altura. Luego, su pelo, de un color entre trigueño y un castaño muy muy claro, y lo tercero fue su cara.

Bueno, de alguna manera los ojos de Feliks se conectaron a los de él, aunque era costumbre suya sólo encarar a la gente cuando la intimidaban y él se hacía el chulo. Se sintió de alguna manera pillado y, con la sorpresa del principio y el susto, su pecho dio un brinco y se le ruborizaron un poquito las pálidas mejillas. El viento meció su falda y se acordó de su culotte, y apretó las manos contra ella, cohibiéndose un poco más.

-¡Ay!, o sea, Dios, eh... -no sabía dónde meterse.

Cuando esta persona volteó, levantó un poco la mirada, hasta que sus ojos se encontraron.

Verdes.

Lo inspeccionó con la mirada, olvidándose de las bragas y la falda que se sacudía con el viento, y cuando escuchó su voz... ¿Eh? ¿Un hombre? ¿O una chica?

Movió su cigarrillo con la lengua, sin hacer demasiado caso de todo lo que acababa de ver, y cerró la puerta detrás de sí. Decidió pasar aquella presencia de largo, porque a final de cuentas no le molestaba. La azotea era un espacio libre después de todo.

Fue directo a sentarse a una banca que había cerca de la reja de seguridad y, abriendo el zippo, encendió el cigarro.

Ladeó la cabeza graciosamente y arrugó un poco la nariz sintiendo que la mirada de ese tipo era penetrante. Eso no le gustaba, era un desconocido y esas cosas le ponían nervioso, así que desvió la cara y el color tenue de sus mejillas se convirtió en un rojo bastante notorio. Estaba un poco intimidado, no acostumbraba a encontrarse a tipos así de callados, más bien matones o idiotas.

Hablando de silencio...

-¡Eh!, eh... -se acercó trotando un poco a él, al fin y al cabo... ¿No le serviría de compañía? Ahí solo se aburría-. O sea, hola -saludó, estirando un poco el cuerpo y juntando las piernas-. Me llamo Feliks, y tal, y, como, soy nuevo. ¿Y tú?

Lo miró de reojo. ¿Y eso qué? Levantó las cejas y giró el rostro hacia él... ella... lo que sea, con gesto levemente interesado, aunque sólo tiró algo de humo por entre sus labios entreabiertos antes de volver a lo suyo.

-Ned. -bosteza un poco, reclinando su cabeza sobre el respaldo del banco, preguntándose si se irá si simplemente lo ignora.

-Ah...

Se balanceó ligeramente usando los pies como si fueran barquitas, del talón a la punta, y lo siguió mirando. No es que le diera buena pinta el tal Red, y de hecho no solía juntarse con nadie así (ni con nadie, para ser exactos), pero estaba aburrido y él era la única compañía allí. De tripas corazón, ¿no?, había que intentarlo.

Miró en derredor, esa mirada incómoda que se suele hacer cuando se busca un tema para hablar y no se te ocurre nada, y se encogió un poco de hombros. Se puso a su lado, pero algo alejado, apoyándose en el lado contrario del banco en el que estaba él.

-¿Vas a mi clase o algo?

Que fastidio. ¿Acaso algo estaba mal con su capacidad de transmitir mensajes? ¿¿Acaso era su mirada?? Creía que si simplemente se quedaba callado y los ignoraba, los demás comprenderían que su presencia ahí no era requerida, pero bueno, que hasta el momento aquello le había fracasado ya... un par de veces.

-Uhm... no, no lo sé. No me fijo demasiado en eso.- todavía no estaba mirándolo, aunque al final giró el rostro y posó la mirada en aquella persona. Seguía preguntándose si sería un hombre afeminado, una mujer con voz grave, o algo más.

Aunque, ya que estaba ahí, se sacó el cigarrillo de los labios para señalárselo.

-¿Fumas?

Después de todo, alguien fue lo suficientemente considerado como para enseñarle en su juventud que si estás consumiendo algo y hay alguien más contigo, es de buena educación convidar.

-Jo, pues... -se encogió de hombros, a lo mejor los dos necesitaban ir al oculista y no lo sabían. Oh, vamos, en realidad Feliks no recordaba a nadie de su clase por el mero hecho de no haberse fijado en nadie. Aunque la verdad era que ese chico le sonaba... quizás se parecía al actor de alguna película que había visto recientemente, pero no estaba seguro...-. No, no, no fumo para nada, sólo bebo -informó con una sonrisa.

¡Eh!, si pensaba emborracharlo y violarlo, quería que quedara claro desde el principio que le iba a costar mucho. O algo así.

Bueno, lo cierto era que tras un par de minutos a su lado tal vez parecía menos... rarito. Sólo masculino y serio.

Entonces empezó a sonar un pitido y él pegó un saltito. Era su teléfono móvil, que le estaba alertando de la batería baja. Refunfuñó, el pitido era verdaderamente molesto, así que se quitó rápidamente la mochila del conejito y rebuscó, abriendo su cabecita, hasta que sacó el móvil. Dejó la mochila en la banca, entre el tal Gred y él, y no se fijó en que su lip gloss de plátano resbalaba lentamente de dentro del conejo hacia el muslo del chico, porque estaba más ocupado apagando el aparatito.

Sonó tranquilamente el tintineo de los colgantes de su móvil. Casualmente, también eran conejitos.

Spoiler:

Ahí sí que llamó su atención... Ni su trasero descubierto, que había visto antes, ni la actitud afeminada, ni la minifalda, ni su acento de chica fresa(?) habían sido tan impactantes como...

¿Una mochila de conejo? Oh, y cree conocer la marca. ¡Y los adornos de su teléfono móvil!

Frunció el cejo, reacomodándose el cigarrillo en los labios, y lo miró fijamente hasta que éste hubo terminado de atender la batería baja o lo que sea que sea con su teléfono.

Momentos después se percató de que algo le había golpeado la pierna y bajó la mirada. Lo levantó con una mano, observando con curiosidad. ¿Pero qué demonios era eso?

Feliks no era para nada consciente de la repentina revelación de Ned/Red/Gred/Lo que fuera, pero sí fue consciente de que estaba sujetando su segundo lip gloss favorito en cuanto guardó el móvil apagado en el bolsillo de su falda. Recolocándose uno de los calcetines largos, que se le caía un poco, se volvió hacia él y extendió la mano para coger el preciado brillo de labios.

Se lo aplicó porque se había secado lo que se había echado antes y después frotó los labios contra sí para extenderlo bien. Era lo que más le gustaba hacer cuando se echaba brillo, porque sus labios resbalaban y además el olor a plátano llegaba a su nariz y le hacía suspirar. Lo guardó de nuevo en la cabeza del conejito y la cerró bien, acariciándole la nariz que era muy suave.

-¿Y de dónde eres? -preguntó luego.

Y él observó todo aquello con total atención. Más que por el hecho de que un sujeto desconocido con faldita estaba poniéndose brillo labial con olor a plátano frente a él, sino más bien porque llevaba una mochila de conejito...

...y estaba acariciándole la nariz.

Se demoró unos segundos en responder antes de tirar una nubecilla de humo por la nariz y reacomodarse, inclinando el cuerpo hacia el frente y dejando descansar sus manos sobre sus rodillas.

-Holanda. ¿Te gustan los conejos?- siempre al grano él.

-Ah...

¿Pregunta trampa? Alzó una ceja. ¿Se iba a burlar de él? Oh, bueno, daba bastante igual, porque él estaba completamente orgulloso de sus gustos así que, poniendo cara de eso mismo, cogió la mochilita y la abrazó con un brazo, declarando:

-Pues sí, molan bastante y tal, aunque mi amor son totalmente los poneys, pero sería genial poder tener un poney y un conejo, o varios y todo, para mí solo y tal... oh, me gustaría ponerles lacitos en el cuello y esas cosas, porque son tan, pero tan lindos... -su mirada se volvió al aire, soñadora, como si estuviera visualizando a los animales en algún lugar recóndito de su mente.

Movió las piernas, una a un lado, luego ambas al otro, estirándolas un poco porque era un culo inquieto.

-Tengo un peluche de poney totalmente en mi cama y a veces pongo a este conejito a su lado para que no esté solo -informó.

Escuchó todo aquello con inusitada atención. Repentinamente había empezado a sentirse un poco... interesado, podría decirse. No era para tanto, pero al menos ya no deseaba que se largara y lo dejara fumar a solas por un rato.

En silencio, al menos.

-"Molan."- dijo al final, levantando las cejas y manteniendo la mano extendida contra su boca, sosteniendo el cigarrillo entre dos dedos erguidos. -"Yo tengo varios en mi habitación. ¿Quieres verlos?"

-¡Chachi! -algo que de verdad no se esperaba era que este tipo tuviera peluches, de la índole que fuera. Pero un peluche volvía a todo el mundo más confiable, incluso aunque tuvieran cara de estar comiendo un limón, así que expandió una sonrisa hasta límites insospechados, lleno de curiosidad-. ¡Sí!, quiero verlos totalmente.

Para acompañar a esas palabras su cuerpo se movía de forma muy gestual, corroborando sus deseos. Puños cerrados a la altura de su pecho y el cuerpo un poco encorvado, como cuando uno aprueba un examen y se siente un triunfador.

-¿Vamos a verlos, como, ahora? ¿O luego? ¿O mañana? ¿Ya de yaaa? -empezó a ponerse un poco pesado.

Lo observó fijamente y luego giró la cabeza hacia el frente, donde podía ver la cerca de la azotea y más allá el cielo despejado.

Tiró una larga columna de humo blanco por la nariz y la boca, despacio, y luego de un momento se puso de pie, sacudiéndose el regazo sin motivo alguno con ambas manos.

-"Podemos ir ahora."- se metió las manos a los bolsillos y se echó a andar hacia la puerta. Una vez ahí se detuvo para esperarlo, lanzándole una mirada curiosa. O lo más curioso que su rostro pudiera parecer, realmente.

-¡Más que chachi! -exclamó al ver que se levantaba y lo adelantaba. Rápidamente recogió su conejito y se puso los tirantes de la mochila, colgándoselo a la espalda. Dio unas zancadas acercándose al estudiante holandés-. Pero voy totalmente tras de ti, porque, ¿sabes?, me persigue el jefe de estudios y tal -bufó-. ¡Qué más le dará cómo me vista, en serio!

Después de esa frase que no venía a cuento, se colocó perfectamente a la espalda de su alto compañero, y salieron de la azotea.




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