Primer encuentro...

Acompañado del viento que escapaba por la ventana, la traviesa cortina golpeaba en la pantalla del pequeño ordenador portátil. Diez minutos antes estaba ya en el aula, no por ser puntual, lo más evidente al pasar de los días serían los atrasos de este profesor. Pero era el primer día, al menos debería mostrar un poco de decencia ¿No?. En cuanto al tiempo transcurrido repasaba la primera clase, con los ojos cansados tan característicos, sujetando las gafas y dejándolas con posición cuidadosa sobre la mesa de roble negro. La estructura era tan poco personal, por tanto existía algo que me incomodaba profundamente y no esperaría a los alumnos para empezar a hacerlo. Era muy cierto, el primer encuentro era la llave maestra para la futura relación con los chicos y las cuatro paredes del aula me ahogaban, más debía esperar a conocerlos para saber las medidas a tomar.

El pequeño reproductor entregaba notas que rebotaban haciendo buena música rock, The Eagles sonaba mientras me levantaba y inspeccionaba por la ventana: algunos se acercaban, otros ni siquiera se preocupaban por la chirriante campana que les obligaba a alejarse de su diversión. ¿Cuál era el método perfecto para alejar esa situación? Acto que como todo joven también experimente.

-Bien este será el caso...- Claro, había que comenzar, apartando y rompiendo el tosco esquema de esas sillas apiladas una tras otras detrás de los pupitres. Así que quitándome el abrigo marrón me dispuse de una simple camisa blanca y pantalones del terno. Vaya, echemos la culpa al calor, abramos las cortina y dejemos al ruido externo fluir. Abramos la puerta y subamos el volumen de la música. Ironía que extraña la juventud o notas para la soledad. Cualquiera fuera el caso, existía una clase que dar.

-Welcome to the Hotel California...-

El cabello revuelto mientras con las manos en los bolsillos caminaba sin siquiera prestar atención en si llevaba el libro adecuado a la clase a la que debía asistir, cosas del destino tal vez, no se sabe con certeza, pues ingenuamente uno de los boligrafos resbaló de su chaqueta – ¿Uhm...? – el ceño arrugó para inclinarse tan tranquilo como perdido en sus pensamientos. Más allá de esta tierra, los que de él dependían, esperaban a que fuera por ellos y él, ni interesado de regresar parecía. Que torpeza la suya, pensar en cosas que sólo le acarreaban molestias.

El pasillo parecía silencioso, pronto se sumaron más muchachos que correteaban por todas partes. Rodó los ojos y buscó la corbata para asegurar el nudo – kahretsin! – no le gustaba para nada el tener que vestir así, mucho más cómodas eran las ropas holgada a las que acostumbraba, pero… era reglamento del lugar el tener que llevar ese tipo de trajes.

Por fin y luego de buscar por varios minutos el salón, logró llegar al que correspondía. Debido a que alguien había dejado la puerta abierta, ni se molestó en saludar, sólo entró y dejó caer el único libro que llevaba sobre un pupitre. En ese momento escuchó el sonido de algo, o alguien que se movía; era lo más probable. Se giró y observó a un hombre que vestía tan empaquetado como él, no… éste se había quitado el saco y… bueno, la camisa no se veía tan mal – Günaydın – dijo inexpresivo, un deje de superioridad en su mirar, sin embargo, algo andaba mal, el contrario no respondía de la manera que esperaba – Lo siento, bueno días – reiteró, a veces olvidaba que no todos hablaban su idioma.

Sería bastante divertido o tal vez agotador, el hacerse entender.

Puntualidad, si tenía algo internalizado desde su más tierna infancia fue la costumbre de estar presente siempre a la hora indicada, era perogrullo que las clases no serían la excepción, de ninguna manera, de hecho, esa mañana (al igual que todas) se había levantado bastante temprano para estar presente en el horario indicado, no es que le emocionase conocer al profesor ni mucho menos, simplemente quería aprovechar la clase al máximo.

Caminaba tranquilamente hacía los pasillos en camino a su salón, apenas a unos metros de su destino la campana de la escuela sonó de forma estridente, el sonido resonó por todos los rincones del establecimiento indicando a los alumnos que debían presentarse en los respectivos salones. Con ésto todos los alumnos que transitaban por ahí (y algunos desde otros pisos) emprendieron caminata hacia el lugar indicado.

Entró al salón segundos después y seleccionó un pupitre casi al final del salón sin poner una especial atención en el profesor, a lo mucho una mirada de reconocimiento y nada más. Se sentó una vez hubo llegado a lo que sería su lugar durante posiblemente el resto del año y esperó al resto de los alumnos, pues, evidentemente la clase no comenzaría sin ellos. En lo que llegaba la gente (al parecer por el momento eran solo un alumno y el profesor los que habían llegado) sacó un libro con una tapa curiosa. Pudo oír también algo que pensó sería un saludo o algo en una lengua distinta y acto seguido de la misma voz un saludo entendible pero no respondió.

Sería el aburrimiento o quien sabe que pero el albino estaba dirigiendose temprano a clases, sus oídos estaban cubiertos por la música de Oomph! pero esta fue opacada al llegar a la puerta... ¿Rock Americano? Extrañado se quitó los auriculares y comprobó que si era su clase ingresando a la misma.

La imagen del albino no era presisamente la de un alumno modelo, pese a que llevaba los pantalones y la camisa del uniforme reglamentario estos... estaban algo fuera de la línea de prolijidad. De su cadera colgaban dos cadenas finas y un grueso cinturón de tachas ladeado enmarcaba su cadera, en su rodilla tenía el pantalón roto y en su muslo opuesto un parche de la insignia del colegio rompía el esquema del cuadriculado de la tela, botas militares cubrían sus pies así como una remera roja su pecho, por encima la camisa abierta y por encima de esta una campera de cuero negra. De su cuello colgaba una cruz de hierro de una cadena y de su hombro su guitarra electrica con el dibujo de la bandera prusiana en la misma. En el pecho de la campera se veían varios "pins" con la bandera alemana, la bandera prusiana, cruces de hierro, un pollito, el logo de Rammstein, entre otros. Entre sus desordenados cabellos se encontraba dormido un pollito amarillo que por su quietud parecía un adorno más que un animal vivo.

Al ver a profesor alzó una ceja y se dirigió a uno de los asientos del fondo tirando sobre la mesa sus cuadernos y sentandose. Aún ni él lo creía que hubiese llegado temprano.

No.

No es que Feliks estuviera yendo temprano a clase. Es que no sabía que había clase y se había perdido; así de simple. ¿Acaso iba a llegar él temprano de haberlo sabido?

... Bueno, tal vez. O tal vez no.

El caso es que iba dando un paseo hacia ninguna parte y se topó con esa clase, y como le pareció recordar vagamente a alguno de los pocos alumnos que ya habían entrado, supuso que él también tenía clase. Entró dejando tras de sí el olorcillo dulce de una colonia "o sea, súper, ultra, híper, chuli" de fresa que había metido en su maleta. Ese día se había puesto el uniforme masculino y llevaba el pelo recogido en una coleta, con sólo un par de mechones cayendo a ambos lados de la cara. La verdad era que se le notaba bastante diferencia entre esa ropa y "la otra". Se preguntó si alguien se daría cuenta.

No. Tampoco se lo preguntó. Iba pensando en aquel pintaúñas amarillo claro que había visto hace poco en una mesa y que quería compartir.

Se iba a sentar solo, pero entonces vio...

-¡Oh, Dios mío, qué cucadaaa! -se acercó corriendo al chico rarito de pelo blanco con una sonrisa radiante, ignorando por completo al profesor. Y al albino también-. ¡Jopé, un pajaritooo!

El galés, como siempre, estaba presente en sus clases, a fin y al cabo le habían enseñado a estar presente siempre a primera hora, desde que tenía memoria, cargaba su uniforme algo desarreglado, la camisa estaba remangada y la corbata desarreglada, aunque si, la camisa estaba bien planchada y los zapatos pulcros, así que no era una aberración contra la naturaleza y andaba con sus inseparables audifonos escuchando Manowar, obviamente se los tendría que quitar cuando comenzara la clase.

Aunque tenía sus audifonos muy altos, justamente se había acabado The Gods Made Heavy Metal de Manowar y estaba comenzando a escuchar God Save the Queen de Sex Pistols, había empezado a escuchar musica Rock y provenia de ese salón ¿Habia fiesta acaso? Corrió hacia los pasillos y abrió la puerta de su salón, no había mucha gente, pero la musica provenia de allí, miro al profesor algo confuso y saludo.

-Bore da...I mean, buenos días-Sonrió nervioso al recordar que no todos hablaban galés, así que se sentó en un puesto cerca de la ventana, al lado del noruego.

Lo que en un principio había sido el suave sonido de la melodía saliendo por los labios brillantes, se transformó en el hecho concreto del nerviosismo, siendo el detonante de una marcada vergüenza. Ahí estaba un profesor, mal vestido y despreocupado, con gafas oscuras y cabello medio desordenado. Daba la espalda al alumnado, preocupado por ordenar las sillas y preparar el salón antes de que llegaran, apilando sillas, ordenándolas en círculos.

Hubo entonces unas palabras que costó entender, más por la entonación de ellas era entendido que un saludo parlaban. Giré notando sus rasgos atrayentes y penetrante mirada verdosa. Luego y en seguidillas dos alumnos más irrumpieron por la puerta- Podía notar (especialmente por las fachas del último) que eran individuos totalmente diferentes... ¿Se conocían entre ellos? ¿Esta sería una clase totalmente nueva? Sin duda la única respuesta que conocía sería que esto llegaría a ser complicado.

-Buenos días...- contesté al primero. Podía notar en él una notoria chispa de confianza. No lo justificaría ni mucho menos lo debatiría, pero de entre todos, era el único que intento saludarme y comunicarse -Buenos días a todos, agradezco que llegasen temprano, fue mi culpa que no se informara del comienzo de las clases en esta asignatura...- sonriendo ampliamente busqué ordenar mis cosas. Arrinconando una silla y ordenando todas las pertenencia y amenizando la música.

-Esperaremos unos diez minutos más a sus otros compañeros. Les invito a ponerse cómodos- Y sí, tenía serias intenciones de que mis clases fuesen cercanas, algo de educación personalizada - Mi nombre es Leon, seré su profesor de Literatura y Filosofía, espero nos llevemos bien...- hablando en un marcado yanqui, con toques débilmente latinos.

Fue así como sentándome sobre el pupitre, repasé con las mieles orbes el horario en mi celular, buscando a la espera de los demás unas cuantas hojas en blanco y lápices.

-Sea bienvenido también...-mirando al último entrar, escuchando como la lista de reproducción cambiaba a The Nobodies de Manson... que gracioso.

-corria por los pasillos como se me ocurria llegar tarde a mi clase favorita ..a si ya lo recuerdo el estupido despertador no estaba puesto , ahora estaba medio desarreglada y con un pan a medio comer en la boca vi el salon y entre mire al profesor con algo de pena-
-ehh disculpeme po llegar tarde profesor-
-dije bajando la mirada apemada y entrando al salon y viendo un puesto libre , llegue y me sente aun faltaba gente asi que suspire con algo de calma alemnos no habia sido la ultima en llegar-

Era de esperarse. Sus primeros días eran conocidos como 'los más lentos' pero también como los más 'impuntuales'. Era una especie de costumbre el llegar tarde cuando de estrenos o primeros se trataba.

Corría por los pasillos mientras intentaba arreglarse la camisa y el cabello. No le gustaba, en lo absoluto, su uniforme. Estaba acostumbrado a la ropa cómoda, un short y la playera más holgada del mundo, y ahora, recaía a un uniforme. Al doblar en una de las esquinas de los largos pasillos que para el pobre latino parecían inmensas cuadras, notó en la entrada a una joven de cabellos negros disculparse. Sonrió aliviado al saber que no era el único al que las sábanas habían seducido.

Aumentó la velocidad, reduciendola justo al encontrarse a unos cuantos de la entrada a la cual entró dando de brincos quedando detrás de la chica. Agitado, y sin habla, intentó formular un saludo, excusa o cualquier otra cosa que le pudiese salvar de alguna falta pero su cabello desmarañado e incluso su camisa mal fajada decían más de lo que él planeaba.

Respiró hondo tranquilizando su ritmo cardiaco. Al verse estable, comenzó a hablar - Buenos días, disculpe el retraso pero ¿Ha notado lo enorme que es el Instituto? Creí que jamás encontraría el aula. Permiso - dijo a la chica para adentrarse aún más e ir tomando asiento.

Su mirada había bajado al reproductor para mirar su lista de canciones cuando escuchó que le hablaban, al ver el ser que producía aquella voz se quedó mirandolo por algunos segundos. ¿No era la chica de la clase de histo...? ¡No era una chica! Sintió un escalofrío recorrerle la espalda y negó con la cabeza ante su propia suposición. Con el uniforme masculino parecía resaltar sus rasgos... masculinos.

Alzó su mano a Gilbird, su pequeño pollito para acariciarlo haciendo que este emitiese un corto "pi" y se acurrucara contra la mano que le mimaba - Si, se llama Gilbird. - dijo con una sonrisa y se colocó los auriculares nuevamente, prefería su música a eso que el profesor pasaba, no simpatizaba mucho con los americanos y su cultura, a decir verdad era alguien bastante cerrado en ese tema.

Volvió a ignorar el mundo, todabía que llegaba temprano no podrían pretender que encima prestase atención a clase.

Saludo cortés que no fue llevado por el viento, mas encontró resonancia en el receptor indicado. Pudo así conocer la voz del que le precedía en aquella habitación, el de ropas mal acomodadas tal vez. Incluso pensó en lo ridículo de haberse puesto uniforme si el mismo instructor no acataba las reglas impuestas por aquella Casa de Estudios. Sonrió más para sí que para los que pronto comenzaban a arribar y acomodó su pupitre de moda que le fuera mucho más relajante la estadía en una habitación llena de desconocidos, que por lo visto, no eran ni la sombra de lo que él era. Obviamente, él era el mejor de los presentes.

Tomó asiento y contuvo la respiración para terminar cruzando sus manos tras su propia nuca sin apartar la mirada ambarina de aquellos labios gruesos, cuales fruta invitando a ser saboreados. Mueca de agrado y ya el mundo hacía desaparecer para sólo centrarse en lo que importaba: la anatomía que deseaba recorrer en esos momentos. Unos buenos movimientos no le vendrían mal a nadie, mucho menos al que llevaba el traje tan mal puesto.

- Leon… - repitió mentalmente cuando hubo escuchado, recién se percataba que ni atención había prestado a lo que decía fuera del salón. Sólo había entrado esperando no ser el último y si así hubiese sido, habría tenido que presentarse amablemente delante de los contrarios, cosa que le hubiese gustado, claro, todos debían conocer al GRANDIOSO TURQUÍA.

Alguien se había sentado junto a él, no apartó la vista ni un instante de su libro pero por lo que pudo oír hablaba una lengua similar al inglés aunque no estaba completamente seguro de cual era más no le interesaba demasiado.

Cuando el maestro dijo su nombre este quedó grabado en su cabeza: Leon. No es que ese hombre fuera a ser algo relevante en su vida, pero como mínimo debía saber su nombre, como alumno que era, además, quizás en alguna ocasión (aunque lo veía poco probable) podría necesitar de su supervisión o algo.

Los minutos siguientes pasaron con lentitud para él, los estudiantes poco a poco iban llegando, la mayoría de modo agitado como si un troll del bosque los persiguiera, por lo menos así comparaba él internamente, aunque claro, el no es irresponsable y las criaturas mágicas tampoco como para hacer semejante cosa. El aire comenzó a pesar a medida que la gente llegó, la combinación de tantos perfumes en el ambiente era un poco incómodo pero no se quejaría, después de todo era algo incidental en su vida y a la larga debería acostumbrarse a ese hecho.

-Hummm...

No escuchó apenas al profesor (dijo algo de un león y no se sabía qué más) porque estaba demasiado ocupando adorando al pollito. ¡Ay! No era un poney, eso estaba claro, pero era una cosita tan linda y expresiva que se le perdonaba. Si los ojos pudieran adoptar forma de corazoncitos rosa, como en los dibujos animados, los de Feliks habrían tenido corazoncitos rosa cuando el chaval de pelo blanco le acarició y el bicho pió un poco.

-¡Es una monada! -declaró para sí mismo cuando el otro se puso los auriculares. Entonces, sin ser invitado ni nada, se sentó al lado de él y se giró contemplando fijamente lo que hacía o dejaba de hacer el pollito Gilril (¿no dijo que se llamaba Gilril?). Al fin y al cabo, era también lo más interesante para hacer (¿atender al profesor? ¿Qué profesor?).

-Huh?-

Apenas había escuchado a su profesor, solo sabía que se llamaba León y que era su profesor, estaba demaciado ocupado escuchando su musica del Ipod, había comenzado a sonar Master of Puppets de Metallica en su Ipod y...¡Master Master! el Ipod se le va la Bateria.

Si, efectivamente, solo eso le pasaba a él, ¡Nadie le mandaba a no haber cargado su Ipod! Bueh, no importaba, volteó a ver al Noruego, se aburría y quería hablar con alguien, ademas tal vez así podria hacer amigos, el chico era rubio, y tenia pinta de ser alguien serio.

-Hi- Dijo apenas sonriendo

Bostezó con las manos en los bolsillos de su pantalón; su uniforme algo rasgado y en mal estado gracias al brusco trato que el suizo generalmente le daba.

Se habría cambiado de no ser que había notado en su reloj de bolsillo que la hora de clase ya había comenzado y que –efectivamente- estaba concurriendo tarde.

Se apresuró por los pasillos hasta abrir la puerta del aula asignada; observó
dentro mientras analizaba a sus compañeros de clase uno por uno. Sus ojos así terminando sobre la figura de su profesor.

Cuándo escuchó la música se sorprendió un poco, era familiar al grupo que sonaba, si bien no era de lo que escuchaba generalmente, era pasable, el rock americano –en su opinión- tenía sus cosas buenas.

Pasó de largo hasta el fondo de la clase, tirando su mochila bruscamente sobre un banco mientras se sentaba frente al albino junto a la ventana; observando el patio luego de saludar a este con una seña.

Pero que gracioso era mirar a los raudos estudiantes que concurrían al salón por el pasillo. Se atropellaban intentando ser mentirosos: la evidencia marcaba sus rostros, por favor, las almohadas pegadas y aquel olor a desayuno caliente, hasta un leve vapor caliente expelían en gran sonrojo por la corrida apresurada. Gustaban de actuar, fingir escusas para sus retrasos; algunos eran cierto, otros rayaban en la fantasía y existían veces que podía premiar aquella imaginación. También este profesor fue joven, dentro de todas las condiciones las faltas cometidas tenían una pauta, los atrasos no marcaban más que las disculpas. Mi hipocrecia no podía ser tan grande cuando en su tiempo fui un delincuente juvenil.

-Pasen, no se preocupen puedo entender que se retrasaran. Me gusta dar unos minutos antes del comienzo de la clase para que se pongan al día entre ustedes, ya que por ser la primera clase de la mañana el enfasís de la comunicacíon viene implicita desde el sueño y es una necesidad que deben saciar…- Encaminandome hacia la puerta, intente divisar hasta el fondo si de algún resagado debía esperar, más al no detallar ente alguno, cerré la puerta sin llegar a golpear su cerrojo completamente, posando las manos en el grosor de la madera y entregando un suspiro largo. Efectivamente me sentía ignorado.

Y aunque esos pensamientos pasaron por mi mente, atormentando la ética de un docente profesional. ¿Podría soportar hasta el termino de la jornada? Efectivamente era algo que debía comprobar, a lo cual la confiansa recobró nuevamente a la calma al escuchar a los alumnos desenvolverse.

-Comenzaremos con una pequeña presentación. Impartiré la clase de Filosofía y como primer encuentro quiero que se den a conocer, comenten lo que deseen, para mí y sus otros compañeros…- Volviendo a la ubicación sobre mi pupitre, observé de soslayo a aquellos que portaban auriculares –por favor, hagan que sus compañeros quitén sus audifonos… y ordenemos las sillas en un semi-circulo-

Sonriendo con control, inicié por acomodar la propia.

Pues claro, todo el mundo conversaba, hacía caso omiso de la presencia del tutor, no le agradaba mucho esa muestra de descortesía, en su país habrían ya cortado las cabezas de los que estaban actuando de manera tan indecente. Pero, no podía culparlos, la educación que daban en esos países carecía de todo respeto hacia los adultos, mucho más para aquellos que no eran parte de la familia. Torció los labios y se quedó esperando a que el maestro volviese a dirigir la palabra, no obstante, el constante murmullo y en casos gritos de algunos le sacaba de onda. Tuvo que hacerse a la idea de que eran una manga de animales siendo arreados, esos animales que no saben ni donde están parados.

Y de pronto se le ocurrió que la manera más adecuada de enseñar a esa tropa sería con metralleta en mano, para que el que cometiera una mínima falta, terminara fusilado como lo que era, alguien sin valor como para perder el tiempo con él. Sonrió, la idea le provocaba morbo y a la vez le provocaba algo de entretención, no, más bien, harta entretención. Comenzó a mirar a cada uno de sus compañeros a la cara imaginándolos muertos, reventados, destrozados y con las tripas de corbata. No pudo evitar mostrar una gran sonrisa.

Y justo, cuando estaba en lo mejor, el profesor comenzó a hablar acerca de la clase, por lo que desvió toda su atención hasta aquel, observándolo con los brazos cruzados en gran amago de autosuficiencia y autoridad, claro, él se creía con la autoridad que le había otorgado el mismísimo Alá, al momento de nacer. Por ende, ante las instrucciones del profesor, fue el primero en ponerse en pie y comenzar a jalar de su silla hasta que quedase de la manera en que el adulto había solicitado. Si los otros hacían caso o no, ya no le importaba mucho, después de todo, en sus caras se notaba que no eran más que un grupo de [niños mimados, no se le podía pedir a niños que se comportaran como adultos, seres pensantes.

Una vez que todos estuvieron en su sitio, quedó mirando a ver quién se presentaba, mas nadie lo hacía, por lo que se levantó y sin más comenzó a hablar – Me llamo Sadiq Adnan y vengo de Turquía – listo, había hablado demasiado, no tenía por qué ahondar en su presentación, de todos modos no tenía muchas ganas de entablar una amistad con nadie, había venido a estudiar y cuando terminara, se enlistaría en el ejército para POR FIN ir a la guerra.

El joven miro al turco con mala cara, que tipo tan raro, mas que todos esos que estaban a su alrededor, escucho al profesor ¿conocerse? bueh, eso parecia divertido, tal vez encontrara muchos amigos que les gustaran las mismas cosas que él, ademas que todos parecian amigables, claro menos el turco ese loco que acababa de hablar, tenia cara de ser de esos tipos malos o raros. Suspiro apenas y se levanto.

-Mi nombre es David Glendower y vengo de la Nación de Gales, Reino Unido, me gusta el skateboard, el rock o metal, el football y el rugby-Dicho eso se sento y espero a que los demas a que hablaran, de todas maneras era interesante esa tal clase.

Al oír la petición del profesor, le hizo una seña a Gilbert de que se quitara los auriculares y, una vez escuchó la presentación del turco y del otro chico rubio, se levantó con pesadéz.

-Soy Vash Zwingli, Germano procedente de Suiza. Me gustan las armas, el chocolate, y el punk como género, por lo que formo parte del club de música alternativa. - Se volvió a sentar suspirando mientras observaba a su profesor, y luego al resto de sus compañeros con algo de desinterés. No había nada interesante que decir, algunas caras le eran conocidas, otras definitivamente no.

Gracias al cielo que había llegado justo cuando el profesor dejaba entrar a los atrasados. Después de la noche anterior no había podido dormir bien y me había tardado demasiado en vestirme, lo que me llevo a ir corriendo hacia la clase.

El profesor nos pidió ordenar los pupitres en semicírculo y hablar con los demás, bueno no sonaba mal, al menos no estaba su Niichan para molestar y arruinarle el día. Así que tomo un pupitre y, al terminar la presentación de el suizo, se levanto y se presento:

-Mi nombre es Alexander Boogodk, represento a Colombia. Y lo que me gusta hacer es pintar, conocer nuevas personas y estar en el club de arte - Terminado de hablar, me senté y mire a todos con nerviosismo, ya que no conocía a nadie.

La seña de su compañero le hizo quitarse los auriculares y ver como todos se movilizaban y presentaban. Sonrió psando su mano por su cabello, este se acomodó hacia atrás pero volvió a despeinarse cuando la mano abandonó su cabeza. Se paró hablando con sorna - Gilbert Weillschimdt. Más les vale memorizarlo. Soy el presidente del consejo estudiantil, el líder del club de alternativa y el representante de Prusia, el área este de Alemania. Soy lo más asombroso que les haya pasado en la vida así que sientanse afortunados de compartir salón con mi awesome persona. Ksé~ Ah si, él es Gilbird y es casi tan awesome como yo. - dijo señalando el pajarito sobre su cabeza y volvió a sentarse acomodandose en su silla empujando un poco con el pie el banco del suizo para molestarlo.

Había oído el saludo de su compañero momentos atrás pero no respondió más que con una mirada indiferente y carente de interés, además de que ni siquiera habían pasado unos segundos cuando el maestro ordenó que ordenasen los pupitres cuan luna llena, osea, en círculo. Se puso de pie en silencio y obedeciendo hizo lo indicado ordenando su mesa, ya llevaban un buen rato en clases y el superior especificó que ese día serían de presentaciones, la idea no estaba dentro de sus estándares de una clase, pero no podía esperar nada diferente, después de todo en las instituciones solían darse esos “saludos” de vez en cuando para conocerse mejor, en fin. Apenas estuvo todo en orden se sentó en su pupitre escuchando “atentamente” (ciertamente los oía, con interés mínimo pero si con respeto) al resto de los alumnos; El primero en presentarse fue uno de tez morena, seguido por chico galés quien se había sentado a su lado (quien tenía gustos aceptables, debía admitirse), luego de él le siguió un rubio de apariencia y gustos algo ¿extravagantes? bueno, por lo menos en conjunto, le siguió un muchacho de caballera negra cuyos gustos estaban del lado artístico y en último lugar se había dado a conocer un albino que llevaba una tierna ave en el cabello, a éste fue a quien menos atención pudo prestarle, el ave sencillamente era más tentadora con su enternecedor piar.

Si bien, no tenía intenciones de presentarse pero al parecer era algo obligatorio, se levantó de su lugar lentamente y un pequeño conejo rosa en forma de llavero colgante que llevaba desde su bolsillo se agitó tiernamente como si fuese al son de un vals, acto seguido miró a los presentes una vez con sus ojos azules con un desinterés evidente y pronunció.

- Mi nombre es Eirik- Y se hizo el silencio, no estaba dentro de sus costumbres el mentir por lo que se ahorro el “es un placer” puesto que para él solo eran simples desconocidos –Provengo de Noruega- Todo con una voz si bien no era suave su calma le hacía aparentarla. Luego se sentó.

No era primera ve que llegaba atrasado a una clase, pero en esta ocasión había sobrepasado los límites, casi media hora tarde. Seguro le plantaban un 'No' en la cara cuando preguntará si podría pasar, y tendría que bancarse las burlas y risas de los demás, quédandose en el pasillo, o peor aún, le enviarían derechito al despacho del director por moroso. No era su culpa que el jodido despertador no sonorá a la hora programada, si es realmente lo había programado. Y tampoco es que le afectara demasiado perder clases, no era su tema favorito y no prestaba demasiada atención, sólo la justa y necesaria.

Aceleró el paso lo más que pudo, llegando casi a correr al divisar que la puerta aún permancía abierta, para su suerte. Lastima que cuando le quedaban sólo unos pocos centímetros para entrar, la puerta se cerró en muy cerca de su cara. Fantastico, ahora tendría que llamar.

Dió un par de golpecitos con los nudillos, asomándose después sólo la cabeza, curioso, pero con esa cara de pocos amigos que cargaba desde siempre.

- Disculpe, ¿aún queda tiempo para entrar?. -Ni siquiera le importo si interrumpía algo, o a alguien. Sentió las miradas de algunos sobre sí, ya pronto vendrían las bromas de ciertos individuos.

Se quedó viendo al albino durante su presentación, sin poder evitar la sonrisa ligera ante la clara "humildad" de su compañero. Miró al ave, preguntándose si el profesor no le diría nada por traer una mascota en la cabeza, pero, no era como si Gilbert fuera realmente a prestarle atención.

Perdido en sus pensamientos, sintió como su silla se movía y enseguida se volvió hacia el ojirojo con el ceño fruncido, arrancándo una hoja de cuadernola usada, haciendo una bolita y así finalmente arrojándosela en la cabeza como respuesta a su acción.

Se rió en voz baja mientras hacía el esfuerzo de escuchar la presentación del otro chico que acababa de presentarce, así notando como era el único que hacía aquello de "sentarse en círculo".

Copiando su acción tomó su banco y lo volteó, aún quedándo junto a la ventana, solo que de espaldas. Este profesor parecía buena hierva, no había por que no obedecerle al menos en aquello.

En lo que hacía aquello divisó al castaño que acababa de entrar, negándo con la cabeza al ver lo tarde que en realidad era.