Una tarde en la cafetería [Libre].

La dorada tarde atravesaba los ventanales del lugar. Sólo había un persona ahí, un chico nuevo. Su piel resaltaba con la tenue luz que entraba y le hacía desprender un dulce aroma. Se encontraba sentado en la silla de una de las mesas del centro. Pensaba en lo duro que fue su día, y sólo quería conocer a alguien.

Con cada sorbo de té, su cuerpo se calentaba y soltaba un suspiro al pensar en cierta persona del pasado. Nunca lo quiso realmente. Comenzó a tamborilear los dedos sobre la mesa y luego a tararear una suave canción. Al contemplar la tarde tan hermosa, pensaba que sería lindo compartirla con alguien- ¿Por qué? -Preguntó al aire sin esperar respuesta alguna.

Se encontraba cansado después del primer día. Durante su llegada al Instituto, tuvo la mirada fija en varios estudiantes, aunque no lo voltearon a ver. En su mente cruzaban ideas confusas e indebidas, tenía ganas de sentir nuevamente. Tomó un sorbo más del té para pensar en otra cosa. No lo conseguía. Sus mejillas comenzaron a adquirir una tonalidad rosácea, que pasó a roja. Sus ojos brillaron al humedecerse. Empezaba a sentirse incómodo. Los pensamientos que tenía lo hacían sentir bien y mal a la vez. Bien porque le gustaba... Mal porque le trae malos recuerdos. Se mordió los labios para concentrarse en otra cosa, pero seguía sumido en sus pensamientos.

Una mariposa que revoloteaba en la ventana captó su atención y consiguó pensar en otra cosa. Se imaginaba a sí mismo con tan hermosas alas, que podía volar hacia todas direcciones, visitar todas las flores, sentirse libre. ¿Libre de qué? La escuela no lo retenía, él entró por voluntad. Esa duda le aquejaba... ¿De qué era esclavo? ¿Qué le impedía ser feliz?

Tomó la taza de porcelana tan suave como su piel y le dió otro sorbo, que lo calentó internamente. Emitió un quejido bajo porque el líquido estaba muy caliente, pero aún así le gustaba tomarlo. Era reconfortante.

Eran las cinco de la tarde, hora de merendar, solía saltarse siempre esa dichosa comidita de la tarde. Pero esa mañana no tuvo tiempo de desayunar por culpa del Sr.Despertador y ahora le rugía el estómago, reclamando comida. Bueno, pasarse un rato por la cafetería no estaría mal, alomejor lograba hacer alguna amistad aunque fuese un rato.

Y ahí estaba, entró por la puerta y vió la cafetería totalmente vacía a primera vista. Se dirigió a pedirse alguna cosa para comer, acabó cogiendo un café y un pastelito de vainilla que vió (no podía resistirse a la vainilla).
Giró para sentarse en cualquiera de las mesas vacías cuando vió a un chico que estaba mirando a una mariposa que pasaba por ahí. Espera, ¿no le había visto en el registro del club de natación? sí.

Fue hacia la mesa con intención de tratar de hacer algún amigo, no le vendría mal.

-Eh... hola -saludó- ¿Te importa que me siente contigo? también soy del club de natación.

¿Qué? ¿En qué momento...? No lo sabe, no se dió cuenta de la llegada del otro joven que le preguntaba si podía hacerle compañía. Lo tomó por sorpresa, por lo que lo volteó a ver. Tenía un aspecto agradable, así que le dedicó una sonrisa dulce.

-Aluu. -saludó, aunque no sabe aún qué decir- Pues... Claro que puedes sentarte. -le dijo algo confuso- Tienes, razón, me pareció verte cuando me fuí a registrar... -tosió levemente, enderezándose en su asiento.

Observó como su compañero de club tomaba asiento, examinando su rostro con curiosidad, cosa que siempre hacía al conocer a alguien. Era fanático de las caras, le encantaba ver las finas facciones de aquel joven de piel tan nívea como la de él.

Suejtó su tacita de té sin saber qué decir, sólo mirando de reojo a su compañero, cambiando la vista con la mesa de vez en cuando para que no se note que lo está viendo. Se puso tenso y se encogió ligeramente de hombros, tenía cierta sensación de incomodidad por ser nuevo.

Al no saber qué decir, le dedico nuevamente una sonrisa, seguida de un suspiro sordo.

- M-me llamo Erik. -dijo con una clara y dulce voz en la que se percibía cierto temor- ¿Y tú?

Se acomodó en un asiento en frente de Erik, tomando un sorbo de café. Podía sentir como el otro le miraba aunque fuese de reojo como si le examinara atentamente y parecía algo incómodo con él, aunque su propio rostro no era el de una persona amable y feliz precisamente. Trató de hacer algún intento de que su rostro pareciera más alegre para no incomodar tanto al ojiverde.
Parece que funcionó, pues le sonrió y hasta le habló.

-Yo soy Einar, vengo de islandia -dijo en un tono que pretendía ser amable.

- Einar... -enfatizó levemente-Qué bien, yo soy de Groenlandia -pensó por un momento para después sonreír- Y sí, parece que estamos en el mismo club.

Su tono de voz era bajo y sus pensamientos algo inseguros, casi no hablaba con nadie. Jugaba con sus manos en señal de aburrimiento acompañado con algo de incomodidad.

Volteó la mirada nuevamente hacia el ventanal que dejaba entrar los chorros dorados del atardecer, sumiéndose en sus pensamientos muy lentamente. Después, condujo su mirada hacia las manos de su compañero, le parecían muy lindas.

Y... ¿Cómo es que estás por aquí? ¿No comiste? -inquirió en un tono un poco más fuerte- Yo porque sí, me gusta venir de tarde...