Muriendo de calor. [Sadiq]

Aquel incidente había pasado por alto debido a que había estado en la piscina del establecimiento, siempre era bueno nadar un poco, gustaba de ejercitar su cuerpo. A veces incluso pensaba que el hecho de estar lejos de casa lo haría un poco más lento o tal vez pesado. Debía hacer actividad física para mantenerse en forma, para mantenerse vigorizado de alguna manera.

En cuanto a la vestimenta, no le importaba mucho, un hombre como él, desinhibido gustaba de andar desnudo por su casa, no obstante, y siempre cuidando de no ser expulsado se había puesto el bañador para salir del agua y así se había dirigido hasta los dormitorios.

Una vez que entrara pudo notar que algo no andaba bien, las luces estaban apagadas - kahretsin! – se oyó de pronto, había chocado contra un mueble; tuvo que subir todos los pisos hasta llegar a su cuarto. La puerta abrió estrepitosamente y lanzó la toalla al suelo de manera molesta.

Sus dedos paseó por el corto cabello, alejando un par de mechones que caían por su frente y luego reparó en la luz que se colaba por la ventana, iluminando… no, bañando sutilmente la silueta desnuda de su compañero. Claro, sin luz no se percató del ínfimo retazo de tela que lo cubría – Merhaba Nicolas – las palabras bien marcadas con el fin de que el contrario se diera por aludido con el saludo del recién llegado.

Avanzó y cerró la puerta, mierda… no podía dejar de mirar a ese delgado crío. No había reparado en tan buena composición anatómica.

Despilfarro de desvergüenza ajena y él… a gusto se encontraba, a veces pensaba que no habrían encontrado mejor compañero de cuarto que el delgaducho que tenía en frente. Tan pálido que parecía occiso, sólo provocaba darle de azotes a ver si su cuerpo cogía un poco de colorido. De acuerdo, la idea no hacía más que enajenarlo por momentos. Le hubiese gustado practicar algunas cosas que se aprendían en sus tierras, no obstante, muchas veces mal interpretaban sus actos y tildaban de psicópata sádico, vamos que no era para tanto.

Pasó por el costado del otro para acercarse hasta el baúl donde guardaba sus prendas, de allí sacó una túnica larga, sin embargo, antes de colocársela, se quitó el bañador, quedando por completo desnudo – No, vengo de nadar, no andaba pensando en comer algo a estas horas – después de todo, era de noche.

Lo miró sin vergüenzas mientras se colocaba ropa seca - Además, no me has pasado dinero – alzó los hombros demostrando cuánto le importaba que el otro estuviese a punto de morir por inanición. Deslizó la tela por sus hombros y la acomodó para que la misma cubriera su gran anatomía. Así, se fue en la dirección de su compañero de habitación y se acuclilló justo a su lado - ¿Calor? – posó una de sus manos sobre la rodilla derecha del otro y la acarició tentando a la suerte puesto que la deslizó levemente hacia el muslo, la cara interior – Deberías darte un baño de agua tibia, eso te ayudaría – se separó, fue por un turbante – terminarás desmayado si continúas haciéndote el pobre venado regado en cualquier lado.

No estaba tan cansado como parecía, así que apenas su colega se desnudó entreabrió los ojos para hecharle una mirada a ese cuerpo de piel tostada, simplemente exótico para él. Estaba acostumbrado a las personas paliduchas o rubias, pero el haber compartido habitación con un ser que se salía de todo el promedio de sus conocidos era algo bastante, pero bastante afortunado. La curiosidad siempre emanaba de su propio ser cuando veía, esta contagiaba a sus pupilas y cuando tenía oportunidad de ver algo nuevo, nunca se lo perdía. En esta ocasión detalló lentamente el cuerpo de su compañero, hasta que la curiosidad se convirtió en un rostro lleno de reproche, tanto que tomó asiento en su cama al ver que su colega con tanto descaro ¡¡Se ponía una jodida ycalurosa túnica!! - ¿¡Qué demonios .. !? ¡Quítate eso, verte me provoca más calor!

Reclamó con un infantil mohín en su rostro, un gesto que a pesar de su madurez y seriedad nunca se le había quitado con las personas que eran cercanas para él. El turco se acercó y comenzó a aconsejar una idea que le pareció buena, aunque el baño a oscuras no le agradaba para nada, sentía que resbalaría y sería encontrado desnudo e inconciente, pero esa imagen se despejó cuando su colega le deslizó una caricia por el muslo, haciéndolo estremecer y sonreír friamente, vaya que cuando le encendían el instinto del morbo, nunca se callaba los pensamientos. Le tomó una mano y se la acercó a su miembro, forzándolo a tocarlo.- .. Ah, ¿Te gustan los hombres? Vaya, quién lo diría de alguien cuya cultura se inclina tanto a las mujeres .. -Lo había dicho en tono de broma, la verdad era que nunca había pensado en intimar con ese colega, sabía lo brusco y loco que era cuando realmente tenía privacidad con alguien y que eso se repitiría, así que lo omitía. Se levantó y avanzó hacia la cocina, trajo cuatro velas de repuesto para esas ocasiones y las encendió en el baño.- Tomaré tu consejo pero con agua helada.

De acuerdo, el otro estaba haciendo cosas que por obvias razones no le parecían lo más apropiado, sin embargo, no pudo evitar que sus dedos presionaran aquí y allá, en el camino adivinando el tamaño del orgullo que adivinaba rosáceo. Vaya… sí que le habría apetecido hubiese un poco más de luz. Pero todo quedó en nada puesto que el contrario ya había saltado como conejo de entre sus dedos para perderse en la negrura de las habitaciones contiguas. Sus dedos presionó en los pliegues de las sábanas ajenas y luego se levantó para caminar por la dirección que le indicaba la voz fría de su compañero de cuarto.

- Las mujeres… - susurró pensativo y luego alzó la voz – ¿Debería clasificarte como hombre?, digo… eres tan bajo y delgado, además llevas el cabello como lo haría una mujer en busca de un varón que atienda sus necesidades carnales de vez en cuando – sonrió, mas la imagen de verlo acercarse con esas velas, luz que perlaba su piel, la hacía tostada e incluso un poco más sugerente, le hizo callar y cambiar en el acto la expresión por una más acorde a lo que observaba.

Por lo mismo se le acercó y le miró hacia abajo, directo a los ojos - Te va a dar más calor… - se inclinó lentamente y le sostuvo el mentón – Yo te enseñaré a aguantar más calor aún del que has experimentado… - sonriendo atrapó sus labios y dejó caer las velas que en el acto se apagaron. No habría podido decir antes que ese delgado cuerpo hubiese tenido algún tipo de sabor, no obstante, ahora podría describirlo con muchos adjetivos, todos ellos bastante delatantes.

Le arrastró lentamente hasta acorralarlo contra un mueble y allí procedió a despojarlo de la única prenda que danzaba sobre la blanca anatomía. Poco a poco, su cuerpo iba alcanzando más temperatura, que no se notaba claramente por la abultada tela que pendía de sus hombros.

Las pieles claras, se le hacían en extremo llamativas, aunque no cambiaba las canela, siempre había algo en ellas que le provocaban atracción sin límites. Ahora, hundido en sus prejuicios amasaba la humanidad vecina y se hacía de su aroma, de su calor que no era tan elevado como el de su propio cuerpo, no obstante, en aumento iba y deseaba conocer el punto de ebullición. Con cuidado deslizaba sus manos por la piel, claras señas de intentar no dejar marcas claras de lo que consumarían esa velada. No, no era culpa de ellos dos, culpa de los idiotas que no componían la mierda de servicio que les daban. Ahora, a falta de electricidad, de televisión, de videojuegos y otras bazofias, no les quedaba más remedio que hacer intercambio cultural.

Un beso, otro, y otro más – Mierda! – no contaba con ese arañazo, no pudo más que retroceder levemente para mirarlo a la cara, no obstante, su mano había hecho presa al otro sosteniéndolo con firmeza por el frágil cuello cuyas vértebras llegaron a castañear una vez que hiciera algo de fuerza por frenar los impulsos del más bajo. Sin embargo, sonrió ladinamente, lo único que logró fue que el mocoso se hiciera de sus labios y lo tratara de manipular. No, ni en la guerra había caído tan bajo, que un paliduzco chico tratara de domar a un turco, eso era muy gracioso; dispuesto a arremeter contra el mocosito se vio abalanzándose sobre él, en busca de devolverse un poco de orgullo del que el otro trataba de pisotear en cada movimiento rápido y desvergonzado, ¿dónde estaba la fresaría característica de esa raza blanca? Ni huellas de eso, del recato característico, no importaba, de hecho… el encanto de éste fantasma era mucho más de lo que hubiese deseado de parte de un compañero de alcoba.

Los dedos del chico sintió surcar por su intimidad y no hizo más que hacer la pelvis hacia delante con el fin de que notara cuánto agrado proporcionaba su arremetida locura, tomó eso sí pronto de sus manos para alzarlo en el aire y de la nada lo giró, lanzándolo al suelo. Justo movimiento en el que se arremangaba la tela de la túnica para enterrar su ya erguido falo en el cuerpo delgado del contrario – Maulla gatita… - ronroneó sobre uno de sus hombros. Aún sostenía con fuerza sus manos en la espalda de Nicolas, de ellas jalaba para dar una nueva estocada.

Si estaba o no preparado, si lo había hecho antes con otro hombre o no, no le interesaba en lo más mínimo, si quería hacerlo violentamente, entonces así lo harían, y el único lubricante que Nico hallaría en esa posición sería su sangre y el cimiente del moreno que aún no tenía ni por donde vaciarse.

La mejilla escocía, parecía que hasta rastros de piel había quitado de la faz del más alto, pero ya no importaba. Ritmo y elocuencia era todo lo que desplegaba en esos movimientos veloces y certeros, martillando el interior de un cuerpo extranjero.

Estaba loco por esa fuerza. Jamás había estado con alguien que pudiese en contra de su pesado carácter y por ende, había dominado la totalidad de todas sus relaciones como la persona activa, pero en esta ocasión era sumamente diferente. Estaba tratando con alguien claramente distinto, alguien con experiencias distintas que ningún otro estudiante nerd habría logrado tener, frente a él tenía a un hombre puro en todos los aspectos, alguien mucho más fuerte y le aterraba tener que admitir la diferencia entre poder.

Y debido a ello, su mano descargó una fuerte agitación en su miembro ya duro, frotaba con fuerza y cuando menos lo pensó, fue arrancado de ese acto y empujado bruscamente al suelo, en ese instante pensó que iba a hacerle cualquier cosa, menos lo que estaba ocurriendo: Este comenzó a penetrar su ano totalmente vírgen, nadie había entrado en esa zona y el apenas sentirle abordar desató en él una locura única, deseaba arrancarle los testículos por el dolor y humillación que le producía, pero sus manos estaban atadas y no pudo hacer más que maldecir.- .. ¡M-Maldito hijo de perra .. ! .. ¡Nghh....!

No, no estaba dispuesto a admitir que eso le dolía, a pesar de que estaba prácticamente alterando todo su sistema nervioso. Entraba de una forma tan fuerte y con cero lubricación, que su ano no tardó en ser herido y sangrar. Suaves hilos de ese líquido comenzaron a salir de su trasero y resbalaron por sus testículos y sus muslos blancos, ahora corrompidos por el color rojo. Abrió las piernas y apoyó las rodillas y buscó apartarse, pero estaba tan bien amarrado de la espalda que su torso apenas levantándose azotó contra el suelo, dejando sus nalgas bien levantadas hacia el turco, que no cesaba sus movimientos.

Su rostro estaba totalmente tenso, su quijada endurecida y todos sus dientes apretados demostraban el gran coraje que estaba sintiendo, este llegó a tal grado que mordió su labio inferior con fuerza, haciéndolo sangrar al igual que su muy adolorido ano. Sus pupilas estaban humedeciéndose y las cerró para no admitir ni una gota de debilidad, pues aquello era demasiado doloroso, tanto que apenas podía sentir una breve chispa de placer, el placer de la fuerza con la cual era embestido era su única salvación hacia la satisfacción. Sus mejillas se colorearon cuando su cuerpo empezó a entrar en calor, pero su rostro seguía hirviendo de cólera, jamás lo admitiría.

Enceguecido por las provocaciones de su compañero, ya no podía distinguir entre realidad y fantasía, tal vez si hubiese sido un poco más cauto a la hora de arremeter en su contra, en estos momentos aún estarían en las previas, con mucho tacto y caricias lo estaría dilatando, tal vez… aún recorrería su cuerpo entre besos y lamidas, sin embargo, el más bajo había indicado la manera en que lo quería: fuerte, violento, a punta de golpes; domesticación pura, como él trataba a las bestias que no seguían las reglas que él impartía a punta de latigazos.

Dejó su cuerpo presionar el más pequeño y se frotó en él para meterse aún más, sí, estaba entretenido, más bien excitado, quién no podría estarlo con un par de nalgas como esas, no estaban como las de una mujer, sin embargo, lograban albergar su verga y eso ya era bastante. Acercó la mejilla arañada y caldeada a la contraria para susurrar – Ahhh no cariño… no soy tu hermanito – otro empujón y lo arrastró unos cuantos centímetros por el suelo – aunque me gustaría haberte enseñado desde pequeño a que respetaras a los demás – una sonrisa entretenida pintó sus labios hinchados debidos a las mordidas del pequeño fantasma que ahora usaba de juguete sexual.

Contracciones, sí, las sentía, muy claras presionando entorno a su miembro duro y casi como si se tratase de un lloriqueo de bebé que no sabía si en verdad estaba siendo castigado o si le gustaba lo que le hacían – ahhh… sangras… - susurraba moviendo la pelvis como si buscara pincelar el interior del otro con la punta de su erección – Me gusta el olor de tu cuerpo – Lamió el omoplato del otro y le clavó los dientes en el hombro sin soltar sus manos y así afanó un poco más hasta que el otro separó las piernas. Pequeña gran victoria, el que el muchacho frío y déspota se entregara así, de manera tan simple y llana. Aprovechó.

Salió de improviso y a la fuerza del cuerpo contiguo para alzarse y arrastrar al otro de ambas muñecas por el suelo hasta que llegó a su baúl, de él sacó unas hebillas de cuero que usó para atar a su compañero a los costados de la litera, de modo que no pudiese moverse – Dime… ¿qué hacían teniéndote a solas por tanto tiempo? – pisó sus pies para que no pudiese levantar las piernas ni darle patadas indebidas, ya sus manos estaban atadas a la cama. Aprovechó para lamer su torso, despeinarlo y decir palabras sucias en el oído del otro. No estaba muy seguro de haber pronunciado bien, para el caso, para el momento, daba lo mismo, de todas maneras iba a entender las intensiones del musulmán.

Posó sus manos en los costados del chico y comenzó a masajear – ¿Te duele el culo o aún quieres más? – Ya que estaba atado, se separó iría a buscar algún juguetito que tenía reservado hace tantos días… a ver si los hombres soportaban tan bien como las mujeres… sí, por algo le gustaban las de su raza, eran bien sumisas y no chillaban tanto cuando las llamaban al cuarto para que atendieran como debían a los hombres.

Estaba sintiendo cómo era destrozado por dentro, había empujado tan fuerte y profundo que sin desearlo, una lágrima escapó de sus ojos y al resbalar hacia sus labios se mezcló con su sangre. Se había percatado de ese hecho y abrió los ojos crispados en ira, jamás había derramado una sola gota y ahora tan fácil le habían arrancado una, estaba deshecho en su orgullo y ego, definitivamente quería matarlo, quería patearle el pene con todas sus fuerzas.

A pesar de que estaba apoyado en sus rodillas, cuando las embestidas eran demasiado fuertes su cuerpo resbalaba un poco hacia el frente, sentía cómo todo su ser era empujado y dolía, demasiado .. Y de repente salió de él. La tortura desapareció dejando a su paso una gran estela de punzadas dolorosas, que se intensificaron por un momento cuando fue arrastrado como un mero animal muerto y le amarraron las muñecas a la cama .. Si se consideraba alguien loco, este hombre le superaba en creces, no obstante ¿Por qué su miembro estaba increíblemente erecto? Estaba alzado, totalmente hinchado y enrojecido, se notaba a pesar de la poca luz que entraba por la ventana. Incluso se notaba el suave sudor que le cubría todo el cuerpo, en especial su rostro, en donde sus flecos plateados se pegaban a su piel con brusquedad, incluso en su cuello.

Y levantó el rostro, clavando su violeta mirada en los ojos del turco, le fulminaba como si con la simple vista ya pudiese castrarlo y lanzar los restos por la ventana, su mentón estaba algo sucio por la sangre de su comisura y en general, parecía víctima de una violación en una cárcel. El suelo blanco estaba sucio por la sangre de su propio trasero, la cual seguía brotando en un ritmo más bajo, palpitante.

Cuando le sintió cerca de estremeció .. ¿Acaso le tenía miedo? .. Sí, sentía la superioridad agobiarle y estaba inquieto. En el momento en el cual tuvo su oreja a su oído, cerró los ojos y gimió en forma baja y ronca en la oreja ajena, le quería, a pesar de todo comenzaba a desearle como un amante, estaba siendo más masoquista que nunca. Apenas escuchó su pregunta, respondió en quedo tono.- .. D-Duele .. -Volvió a bajar la cabeza y su mirada se encontró con su propio miembro, estaba siendo más débil que nunca y lo estaba expresando.

Por escasos segundos lo quedó mirando antes de partir en dirección al baúl que tanto aprecio le tenía. Sacó el gran candado que lo mantenía bien cerrado. Obvio, no lo iba a dejar abierto para que ese blanquito se metiera a robarle sus pertenencias.

Abrió y se puso a revolver y a revolver hasta que pudo dar con lo que tanto buscaba – Uhm… - sonrió ampliamente una vez de que lo localizara y alzó el brazo de manera triunfal con su pequeño amigo…

Sonrisa retorcida en aquella faz que tal vez el otro no pudo distinguir con claridad en medio de las sombras, no obstante, ya se le acercaba con justa paciencia mientras preparaba sus pasos a seguir. Los dedos gruesos y más bien toscos se adhirieron al mentón del bajito para probar sus labios de manera forzada – Me gusta cuando callas - unos cuantos mordiscos para provocar sangramiento y así devorar el rojo líquido que entintaba la perfecta dermis pálida de Nicolas – porque estás como ausente – lamió desde el mentón hasta la curvatura de la mandíbula y una fuerte nalgada que hiciera saltar a su “amigo! Antes de agregar – ¡Pero más me gusta cuando gimoteas adolorido! –

Subió a la cama donde tenía atado al peligris con el fin de jalar de él para dejarlo en cuatro sobre el colchón, aún con las manos atadas en los costados de la cama. Así quedaron bien acomodados, claramente, el turco estaba mucho más acomodado que el desnudo – Dime… ¿tienen mascotas en tu país? – La insipiente barba dejó resbalar por toda la espina dorsal del contrario, llegando pronto al nacimiento de las nalgas, donde acarició con la lengua larga y cálida – responde… querido Nicolas~ - canturreando el nombre que le parecía por demás excéntrico.

Rápida, húmeda, esa lengua barría el borde de la separación de las nalgas, jugueteando con la anatomía vecina, haciendo que entraba a la raja de su trasero y que se arrepentía cuando estaba a punto de hacerlo. Mas como no hubo respuesta verbal, una fuerte nalgada fue a parar en las redondeces ajenas - ¡RESPONDE! – jaló con fuerza ambos glúteos, separándolo y escupió descaradamente la entrada del chico – Ahhh… debes ser tan rosadito… - se inclinó y le dejó marcados los dientes en un muslo – que esto te caerá como anillo al dedo -.

De inmediato empujó con fuerza un consolador de color rosa del pendía una singular cola felpuda, igualmente pigmentada, haciendo lucir al pálido muchacho como un cuadrúpedo cánido – ¡Ahí está! – soltó en exclamación de jolgorio – ¡MI NUEVA ZORRITA! – una nueva nalgada y empezó a mover el consolador en forma circular, metiendo y sacando sin esperar, sin importarle si le agradaba o no, él estaba tan entretenido, tan caliente, que su túnica ya se mojaba de líquido pre seminal sin siquiera estar penetrando con su propia verga a su “animal”.

Jamás alguien le había mostrado un mundo del placer distinto tan excitante como ese, aunque doloroso. No obstante, el dolor sólo perduró por unos instantes, cuando fue colocado en esa postura en la cama y repetidas veces fue humillado con sus palabras, un quedo jadeo escapó de su boca .. Estaba empezando a disfrutar más esas extrañas costumbres, pero las adoraba. Si hubiese sabido que en Truquía acostumbraban tales actos, ya habría acudido a dicho sitio a recibir semejante placer, estaba tan concentrado en ello que olvidó que se había hecho una pregunta y recibió una pesada nalgada, gritó con un gemido y sin importarle que le hubiesen escuchado en el exterior gimió de vuelta cuando sintió la humedad entre sus nalgas.- .. No, no hay ninguna ..

Respondió con una aparente tranquilidad, pero en realidad estaba expectante a lo que él le haría. También quería complacerle, consideraba que lo que le excitaba era ver, así que abrió las rodillas y dejó muy expuesto su trasero, sabía que él tenía un juguete de por medio y esperó lo peor. Cuando sintió algo introducirse de nuevo en su ano un quejido fuerte pudo oírse, su trasero se contrajo y a pesar de ello, el juguete pudo entrar. Un poco más de sangre había nacido de entre sus nalgas y habían manchado la pluma rosácea de las puntas con un tono rojizo.

Cerró los dedos sobre la sábana y comprobando que las cuerdas de sus ataduras eran lo suficientemente largas para su acto, dejó apoyado su torso sobre la cama y deslizó los dedos hacia sus sucias nalgas manchadas de rojo, las abrió totalmente y admitió al consolador un poco más profundo, ocultando por completo el juguete. Realmente parecía un canino, y para mostrarle un morbo superior comenzó a ondular sus caderas en círculos, hacía que la pluma se moviese de un lado a otro y brindaba un espectáculo verdaderamente humillante al hombre.

Podía hacer todo eso gracias a las vibraciones dentro de su ano, le estaban estimulando en sobremanera y creaban una chispa extraña en su mente, la necesidad de intentar satisfacerle. Con ese hombre se sentía inexperto y quería más, atenderle como lo deseara. Entre sus jadeos, abrió sus labios y mencionó de forma ronca.- .. Tu pene, dámelo .. Quiero lamerlo .. Tráemelo .. -Pidió, apretando los ojos por el consolador, le había provocado un espasmo pesado, tanto que repetía un gemido.- .. Ven, aliméntame, amo .. -Había comprobado que le gustaba ese juego, así que pensaba utilizarlo.-

Inesperada actitud la de su “correctísimo” compañero de alcoba, había pensado que incluso no gustaba de ese tipo de actividades académicas, puesto que siempre se la pasaba malhumorado y fanfarroneando minimiedades, bueno… cosas que a él no le interesaban en lo más mínimo, de hecho, nunca intentó siquiera comprender qué tanto alegaba contra el mundo; simplemente, no era una prioridad en su vida. Aún así, hele allí con su contraparte, en ágape de fructíferas actividades – Uhm… - cuando se acercó a su parte trasera pudo detectar aquel aroma tan característico: sangre. Correspondía imaginar que su “amiguito” era virgen en todo su esplendor y por tanto… era su primera vez siendo pasivo. Una gran sonrisa posose en las facciones bronceadas.

No pudo evitar que sus dedos pecaminosos, en un arrebato, fueran a la caza de los genitales contrarios; así se encontró con la bolsa de piel que recubría los testículos, fina textura, la vellosidad de aquel área parecía bien húmeda – Pero si ya estás mojado… - presionó y con los dedos jugueteó de manera que ambos ovoides se frotaran, buscaba hacerle sentir diferente, incluso presionó el área entre los testículos y aquella erección. No, él también estaba bien excitado con toda la escenita del paliducho. Se montó sobre él, presionando de ese consolador con su ingle en golpecitos cada vez más fuerte, estocadas que sólo deseaban ser dentro del cuerpo adyacente, en vez que detrás de tanta tela ya húmeda en sabia masculina.

Pero el que Nicolas se reclinara sobre el colchón y alzara tan desinhibidamente sus nalgas le provocó dolor en toda la longitud de su pene, ese mocoso de mierda parecía una prostituta barata, sucia, de esas que hasta enfermedades generias deberían llevar en su interior y eso, eso mismo le calentó hasta la más mínima fibra de su ser. Se levantó y fue por una fusta para darle de azotes al chico, eso lo estimulaba a más no poder. Quién habría pensado que ese chico callado y tan estirado podría llegar a esconder posiciones tan deliciosamente atractivas para un hombre como él.

Estaba mejor que una mujer, claro, la estrechez de ese canal proporcionaba más éxtasis que cualquier hembra que hubiese tenido antes. Rodeó el cuerpecito pálido que a estas alturas ya debería estar marcado de latigazos y se paró frente a ese rostro para cogerlo bruscamente del cabello platinado, eso si lo notaba, debido a que la blanquecina luz que ingresaba por la ventana bañaba la mollera de Nicolas, así como sus hombros y se desparramaba por su espalda hasta casi acariciar coquetamente sus nalgas.

Se inclinó jalando del cabello para obligarlo a que le mirara a la cara – Te portarás bien si no quieres que termine enfadado… - besó sutilmente su frente, como un padre lo haría con su hijo y luego tiró de su túnica hasta descubrir su erección resumante en líquidos para mover lentamente la pelvis mientras se acercaba, de la manera en que lo haría un turco danzando exóticamente, de ese modo, los labios contrarios quedaban humectados de bálsamo natural, aquel que brotaba cual sabia desde el falo que le apuntaba – ¡Abre! – picó nuevamente esa boca hinchada a ver si el otro se dignaba a ofrecer cobijo adecuado. Un azote en las costillas dio para que hiciera caso a sus palabras – ¡ABRE LA BOCA MIERDA! – escupió y le dio una fuerte embestida en la cara.