Después Del Suicidio (Alexander, Marius).

Qué placer. Era ese sentimiento, lo captaba a la perfección. Más que dolor, placer. La herida estaba cerrada, ¡demonios! Pero podía sentir las costuras que le rasgaban un poco la carne, aunque ya no había sangrado. ¿Qué? ¿Costuras? ¿En dónde estaba, pues? Ah... En la enfermería. El pobre chico había atentado en contra de su vida. Los recuerdos eran casi nulos, sólo se acordaba que odiaba su vida y se clavó una navaja en el lago. Qué despreciable.

Abrió sus grandes ojos color esmeralda, parpadeando lentamente con largas pestañas de aspecto suave. Su piel, más pálida y blanca que nunca debido a la excesiva pérdida de sangre, casi divina, estaba muy fría. Se movió un poco en la cama de la enfermería, contemplando el lugar. Era ciertamente acogedor. En sus muñecas estaban inyectadas agujas para pasar suero, el cual absorbía lentamente. En aquel lugar pudo reconocer algunas siluetas que se le acercaban sonriente.

- ¿Qué...? -hizo una pequeña pausa- ¿Quién? -se talló los ojos con cuidado de no mover las jeringas de su muñeca. Muchas dudas pasaban por su mente, una de ellas el por qué se encontraba con vida. Ya nada valía la pena.

Todas esas cosas que hacía, los vestidos que se ponía, el maquillaje, los corsés, la pintura de labios, la ropa interior femenina, la actitud y su comportamiento... Todo lo hizo por amor y no pasó nada. Se sentía como un fantasma ignorado, dejado. ¿Por qué estaba vivo? Estaba seguro de haberse clavado la navaja lo bastante profundo como para hacerce más que una cortada. Pero era débil. Suspiró con lentitud, tratando de serenar su mente. Sonrió un poco.

Tristeza...Estupidez...Soledad...Eran las palabras indicadas para descubrir y explicar el porque alguien haria algo asi aunque, no que lo estuviera justificando. Mas bien, Llevarlo a cabo uno mismo, acabar con la vida propia en la flor de la edad era...simplemente cobarde y él, frunció el ceño al ver como su Aniki llevaba al chico en brazos hasta la enfermería, sangrando muchísimo e inconsciente, detestaba e incluso podía llegar a odiar a las personas capaces.

Ahora, varias horas después del incidente, se encontraba cerca de la cama donde reposaba el cuerpo aun dormido de Erik sentado pero, sin dignarse a mirarlo aun desde que lo habían traído. Tenia entre sus manos la cadena que había recibido por parte de su madre cuando era muy joven...pequeño y aun inocente en verdad, no solo en apariencia en donde todos caían al juzgarlo menos, claro, Marius quien se había quedado allí hasta que le dio hambre y fue a buscar algo para ambos. Suspiró, parpadeando al quitar eso de su mente. Me preguntó que le pasara al chico para intentar hacer eso

Se removió un poco y luego sonrió de la mejor manera que pudo al ver a Erik dando señales claras de pleno conocimiento. Al levantarse estiró sus brazos al cielo para relajar sus musculaturas tensas y se acercó con la silla al chico- No te muevas tanto, estas débil -mientras se sentaba, observándolo. Era muy lindo para estar vestido tan raro y fuera tan extraño- Soy Alex, te trajimos aquí -

- Hola, Alexander -dijo en tono algo seco, manteniendo su sonrisa-. Gracias por haberme traído, de verdad... -observó al joven, evaluando su cara como siempre hacía con todas las personas que conocía. Muchas dudas seguían cruzando por su mente- ¿Qué pasó? Sólo recuerdo que... -suelta una risita- Traté de matarme.

Pobre chico, tal vez había perdido la cordura. Estaba algo loco, todos esos años y las cargas sentimentales son pesadas para él. Suspiró nuevamente, acomodándose en la camilla.