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Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
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Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
El cielo se había teñido de un tono ámbar mezclado con anaranjado y una gélida brisa envolvía el edificio, como si se tratase de las sistemáticas caricias de una cortesana mal pagada. Le invadió una profunda y nostalgia, condimentada con una dejadez de tristeza.
Claro que él no sabría cómo definirlo exactamente, apenas podía esbozar una amenazadora e intimidante mueca de ceño fruncido, cuándo en realidad intentaba sonreír. Los pasos de sus pesadas botas de invierno resonaban contrael flamante baldosín de las escaleras, sosteniendo todo el peso de su musculoso cuerpo germano.
Sí, para cualquiera desde fuera, él parecía un titán invencible, una pared de acero, o inclusive, un iceberg extraído directamente del infierno de Dante. Sabía que no le costaría en absoluto seducir a quién se planteaba, no se consideraba exactamente desagradable en las apariencias, pero esa maldita sensación de vacío no le abandonaba, y ya no le quedaba más que refugiarse en sus libros.
Fue por eso que decidió tomar un libro al azar, aparentemente había tomado uno de Nietzsche, y comenzó a caminar escaleras arriba, hasta que se encontró con esa fantástica azotea, bañada de ese color anaranjado radiante, rodéandole de la magnificencia del paisaje, y envolviéndole con las caricias de esa fría cortesana, conocida como brisa de invierno.
Descansó su fuerte espalda en la pared que daba a la entrada a la terraza, abrió su libro, pero no lo miró, y no pudo evitar soltar las palabras:
- ¿Cuánto más quedará, de ésta soledad...?
Claro que él no sabría cómo definirlo exactamente, apenas podía esbozar una amenazadora e intimidante mueca de ceño fruncido, cuándo en realidad intentaba sonreír. Los pasos de sus pesadas botas de invierno resonaban contrael flamante baldosín de las escaleras, sosteniendo todo el peso de su musculoso cuerpo germano.
Sí, para cualquiera desde fuera, él parecía un titán invencible, una pared de acero, o inclusive, un iceberg extraído directamente del infierno de Dante. Sabía que no le costaría en absoluto seducir a quién se planteaba, no se consideraba exactamente desagradable en las apariencias, pero esa maldita sensación de vacío no le abandonaba, y ya no le quedaba más que refugiarse en sus libros.
Fue por eso que decidió tomar un libro al azar, aparentemente había tomado uno de Nietzsche, y comenzó a caminar escaleras arriba, hasta que se encontró con esa fantástica azotea, bañada de ese color anaranjado radiante, rodéandole de la magnificencia del paisaje, y envolviéndole con las caricias de esa fría cortesana, conocida como brisa de invierno.
Descansó su fuerte espalda en la pared que daba a la entrada a la terraza, abrió su libro, pero no lo miró, y no pudo evitar soltar las palabras:
- ¿Cuánto más quedará, de ésta soledad...?
Invitado- Invitado
Re: Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
- Aiyaah... ¿Por qué todo el mundo se empeña en armar riñas sin sentido, aru?
El día había transcurrido de la manera usual. Gente en los pasillos gritando, tomates volando, maldiciones e injurias cruzando el aire... Y todo esto agotaba a Yao. No soportaba el bullicio, ni podía comprender la intolerancia que sus compañeros tenían entre sí, y sabía que no había nada que él pudiera hacer para hacerlos comportarse como seres humanos civilizados. Así que decidió salir de ese ambiente tan pesado a uno más tranquilo, en el que corriera una brisa fresca que le despejara la mente.
- ¿A dónde podré ir, aru...? Están en todas partes, a dónde sea que mire hay rencor y faltas de respeto, aru...
Yao siguió vagando por los pasillos de las instalaciones pensando en un lugar en dónde pudiera escuchar sus propios pensamientos. ¿El patio? No, seguramente esté lleno de europeos discutiendo. Tal vez el bosque, pero estaba estrictamente prohibido y a Yao no le gustaba meterse en problemas innecesariamente. Entonces se iluminó al pasar frente a una escalera con un letrero. En él se leían las direcciones hacia los baños, el auditorio, el gimnasio y por útlimo, la azotea. Era perfecto. Seguramente no habría nadie ahí.
Subió por la escalera como lo indicaba la flecha, fijándose en todos los letreros de todos los pisos, hasta que encontró una discreta puerta con una pequeña ventana en el último piso. "Debe ser aquí, aru" pensó Yao. Tocó el manubrio de la puerta para verificar si estaba abierta, y así era. Empujó muy lentamente tratando de no hacer ruido, sólo en caso de que no debiera estar realmente allí. Aún así, la puerta tenía cierta herrumbre, e hizo un estruendo como no se hubiera creído al haberla abierto tan suavemente. "¡Aiyaah, me meteré en problemas, aru!" pensó con nerviosismo, y se lanzó por la puerta cerrándola con una rapidez increíble. Se dejó caer contra la puerta con los ojos cerrados y suspiró.
- ¿Cuándo será el día en el que las cosas me salgan como yo quiero, aru ka? -dijo con cierta tristeza.
Permaneció así unos instantes, disfrutando de la suave brisa meciendo esos mechones de pelo rebeldes que le caían en el rostro, y que por consiguiente le hacían cosquillas. Disfrutó el sonido del silencio y las miles de voces y melodías que se escuchan en él si se presta la suficiente atención. Podía sentir su propio corazón latiendo. Vaya, qué cambio.
Podría haber estado así por horas y horas, si no fuera porque de un momento a otro, comenzó a sentirse incómodo y vigilado. Como esa sensación que te da cuando alguien te mira con insistencia. "De verdad que nada me sale bien hoy, aru" pensó antes de abrir los ojos con pesar y un poco de miedo.
Frente a él se encontraba un chico no mayor que Yao mismo, pero muy distinto. Su cabello era rubio como el trigo y lo llevaba corto. Poseía unos ojos celestes y fríos. Era casi como estar viendo a un glaciar. Sus rasgos eran duros, casi geométricos. En cuanto a su complexión física, puede que la palabra "grande" le quedara un poco floja. No podía decirlo bien por la ropa, pero estaba seguro de que bajo la tela se alojaba un cuerpo más que tonificado.
Era un chico muy atractivo. Y estaba recostado contra la pared opuesta, con un libro en la mano, mirándolo fijamente.
Algo en él hizo que Yao se sintiera un tanto intimidado, pero le habían inculcado de pequeño que antes que nada estaban los modales. De manera que sacó fuerzas de dónde no tenía y pronuncio un tanto entrecortado:
- Es-espero no estar molestando, aru...
El día había transcurrido de la manera usual. Gente en los pasillos gritando, tomates volando, maldiciones e injurias cruzando el aire... Y todo esto agotaba a Yao. No soportaba el bullicio, ni podía comprender la intolerancia que sus compañeros tenían entre sí, y sabía que no había nada que él pudiera hacer para hacerlos comportarse como seres humanos civilizados. Así que decidió salir de ese ambiente tan pesado a uno más tranquilo, en el que corriera una brisa fresca que le despejara la mente.
- ¿A dónde podré ir, aru...? Están en todas partes, a dónde sea que mire hay rencor y faltas de respeto, aru...
Yao siguió vagando por los pasillos de las instalaciones pensando en un lugar en dónde pudiera escuchar sus propios pensamientos. ¿El patio? No, seguramente esté lleno de europeos discutiendo. Tal vez el bosque, pero estaba estrictamente prohibido y a Yao no le gustaba meterse en problemas innecesariamente. Entonces se iluminó al pasar frente a una escalera con un letrero. En él se leían las direcciones hacia los baños, el auditorio, el gimnasio y por útlimo, la azotea. Era perfecto. Seguramente no habría nadie ahí.
Subió por la escalera como lo indicaba la flecha, fijándose en todos los letreros de todos los pisos, hasta que encontró una discreta puerta con una pequeña ventana en el último piso. "Debe ser aquí, aru" pensó Yao. Tocó el manubrio de la puerta para verificar si estaba abierta, y así era. Empujó muy lentamente tratando de no hacer ruido, sólo en caso de que no debiera estar realmente allí. Aún así, la puerta tenía cierta herrumbre, e hizo un estruendo como no se hubiera creído al haberla abierto tan suavemente. "¡Aiyaah, me meteré en problemas, aru!" pensó con nerviosismo, y se lanzó por la puerta cerrándola con una rapidez increíble. Se dejó caer contra la puerta con los ojos cerrados y suspiró.
- ¿Cuándo será el día en el que las cosas me salgan como yo quiero, aru ka? -dijo con cierta tristeza.
Permaneció así unos instantes, disfrutando de la suave brisa meciendo esos mechones de pelo rebeldes que le caían en el rostro, y que por consiguiente le hacían cosquillas. Disfrutó el sonido del silencio y las miles de voces y melodías que se escuchan en él si se presta la suficiente atención. Podía sentir su propio corazón latiendo. Vaya, qué cambio.
Podría haber estado así por horas y horas, si no fuera porque de un momento a otro, comenzó a sentirse incómodo y vigilado. Como esa sensación que te da cuando alguien te mira con insistencia. "De verdad que nada me sale bien hoy, aru" pensó antes de abrir los ojos con pesar y un poco de miedo.
Frente a él se encontraba un chico no mayor que Yao mismo, pero muy distinto. Su cabello era rubio como el trigo y lo llevaba corto. Poseía unos ojos celestes y fríos. Era casi como estar viendo a un glaciar. Sus rasgos eran duros, casi geométricos. En cuanto a su complexión física, puede que la palabra "grande" le quedara un poco floja. No podía decirlo bien por la ropa, pero estaba seguro de que bajo la tela se alojaba un cuerpo más que tonificado.
Era un chico muy atractivo. Y estaba recostado contra la pared opuesta, con un libro en la mano, mirándolo fijamente.
Algo en él hizo que Yao se sintiera un tanto intimidado, pero le habían inculcado de pequeño que antes que nada estaban los modales. De manera que sacó fuerzas de dónde no tenía y pronuncio un tanto entrecortado:
- Es-espero no estar molestando, aru...
Invitado- Invitado
Re: Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
Se quedó mirando durante unos instantes al cielo, con la vista perdida en el infinito, y su mente vagando por la ciudad interna de todas esas intrigas que tanto le atormentaban, incógnitas profundamente filosóficas, otras estúpidamente superficiales, pero incógnitas al fin, que para él parecían no tener respuesta.
Volvió la vista al libro, barriendo con todos sus problemas, y concentrándose en la interesante lectura que hacía días venía siguiendo, parecía por fin estar comprendiendo lo que Nietzsche intentaba decirle, no era algo tan díficil de descifrar, pero había que prestar suma atención para encontrar los dobles sentidos, le resultaba gracioso leer a alguien con una capacidad tan desarrollada de la ironía.
Le pareció sentir como que alguien se adentraba en la azotea, pero estaba demasiado entretenido con el capítulo que acsababa de comenzar, así que apenas notó la preencia de un ajeno, hasta que fue demasiado tarde...
En las tres últimas líneas que leyó del hace mucho tiempo fallecido filósofo alemán, encontró una cita relativamente graciosa, y no puedo evitar dejar escapar una risa alegre, juvenil e inocente, algo totalmente inesperado de una persona como él, pero nada debía preocuparle, después de todo, estaba solo.
O eso él creía, cuando estaba resfregándose los índices contra los ojos, parpadeó por un instante, mirando fijo al frente y vió como un joven pequeño, de rasgos finos y delicados, largo cabello y de una complexión frágil, pero de más o menos su edad, estaba con los ojos entrecerrados, disfrutando de la brisa vespertina. Ludwig se quedó helado, más allá de ser una imagen juvenil, resfrecante y agradable la vista del joven compañero con su sedoso cabello siendo acariciado por el grácil viento, parecía que alguien le había escuchado reír, alguien había presenciado un momento sumamente íntimo para él, y ahora se encontraba ahí, paralizado por el miedo y la vergüenza.
Nunca antes había deseado tanto como en ése momento que alguien le temiera y saliera corriendo como les es habitual, pero aplicado a la persona que había podido presenciar cómo se escapaba un poquito de su alma, a través de su boca. Para peor, esa persona se había percatado de que le estaba mirando con una mezcla de miedo y vergüenza, y quizás por eso pareció no temerle, y se atrevió a hablarle, pero... ¿qué contestarle?
Desvió la mirada hacia otra parte, le pareció una falta de respeto continuar mirándole tan fijamente, y además se sentía demasiado avergonzado como para seguir haciéndolo, aún así contesto entre dientes, pero con un tono audible:
- No... N-no molestas, en absoluto... quédate c-cuánto te plazca...
Al emitir la última palabra, sintió como su frialdad se escapaba de su boca de la mano con la fuerza en su tono de voz, y no pudo evitar sonrojarse levemente.
Volvió la vista al libro, barriendo con todos sus problemas, y concentrándose en la interesante lectura que hacía días venía siguiendo, parecía por fin estar comprendiendo lo que Nietzsche intentaba decirle, no era algo tan díficil de descifrar, pero había que prestar suma atención para encontrar los dobles sentidos, le resultaba gracioso leer a alguien con una capacidad tan desarrollada de la ironía.
Le pareció sentir como que alguien se adentraba en la azotea, pero estaba demasiado entretenido con el capítulo que acsababa de comenzar, así que apenas notó la preencia de un ajeno, hasta que fue demasiado tarde...
En las tres últimas líneas que leyó del hace mucho tiempo fallecido filósofo alemán, encontró una cita relativamente graciosa, y no puedo evitar dejar escapar una risa alegre, juvenil e inocente, algo totalmente inesperado de una persona como él, pero nada debía preocuparle, después de todo, estaba solo.
O eso él creía, cuando estaba resfregándose los índices contra los ojos, parpadeó por un instante, mirando fijo al frente y vió como un joven pequeño, de rasgos finos y delicados, largo cabello y de una complexión frágil, pero de más o menos su edad, estaba con los ojos entrecerrados, disfrutando de la brisa vespertina. Ludwig se quedó helado, más allá de ser una imagen juvenil, resfrecante y agradable la vista del joven compañero con su sedoso cabello siendo acariciado por el grácil viento, parecía que alguien le había escuchado reír, alguien había presenciado un momento sumamente íntimo para él, y ahora se encontraba ahí, paralizado por el miedo y la vergüenza.
Nunca antes había deseado tanto como en ése momento que alguien le temiera y saliera corriendo como les es habitual, pero aplicado a la persona que había podido presenciar cómo se escapaba un poquito de su alma, a través de su boca. Para peor, esa persona se había percatado de que le estaba mirando con una mezcla de miedo y vergüenza, y quizás por eso pareció no temerle, y se atrevió a hablarle, pero... ¿qué contestarle?
Desvió la mirada hacia otra parte, le pareció una falta de respeto continuar mirándole tan fijamente, y además se sentía demasiado avergonzado como para seguir haciéndolo, aún así contesto entre dientes, pero con un tono audible:
- No... N-no molestas, en absoluto... quédate c-cuánto te plazca...
Al emitir la última palabra, sintió como su frialdad se escapaba de su boca de la mano con la fuerza en su tono de voz, y no pudo evitar sonrojarse levemente.
Invitado- Invitado
Re: Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
Las palabras del rubio sonaron fuertes y dominantes, como si estuviera dando una orden. Sin embargo, su actitud no iba con su tono de voz. Yao era muy bueno leyendo lenguaje corporal, y algo le decía que el chico más grande se sentía incómodo. Tal vez algo avergonzado, cosa que confirmó cuando el color subió a su rostro. ¿Es que se había metido en algo muy privado? ¿Qué podría estar haciendo para reaccionar de esa manera? Le pareció gracioso, y un poco tierno.
Dudó un minuto si ponerse de pie y caminar hasta su lado, ya que si bien eran completos extraños, y el otro muchacho parecía inquieto, se moría de curiosidad por conocer más de él, y si había algo contra lo que Yao no podía luchar, era su curiosidad.
"Bah, qué puedo perder, aru..."
Se levantó con soltura y caminó despacio sin mirarle directo a los ojos. Podía sentir la sorpresa en el muchacho. Algo le decía que no estaba acostumbrado a que la gente se le acercara con tanta confianza, y menos alguien que nunca había visto en su vida.
-No recuerdo haberte visto en los pasillos, aru. Yo soy Yao Wang, espero que nos llevemos bien, aru -dijo con calma y una sonrisa fraternal. La sensación de incomodidad del asiático había desaparecido por completo, y trató de hablar con un todo dulce y amistoso para que el otro chico también pudiera distenderse-. ¿Sería meterme demasiado en tus asuntos preguntarte de dónde vienes, aru?
Yao pensó que tal vez la última pregunta había sido un poco demasiado, pero la intriga lo estaba matando. Había algo en esta persona que lo hacía querer establecer un vínculo con él. No tenía ni idea de qué se trataba, pero estaba determinado a averiguarlo.
Dudó un minuto si ponerse de pie y caminar hasta su lado, ya que si bien eran completos extraños, y el otro muchacho parecía inquieto, se moría de curiosidad por conocer más de él, y si había algo contra lo que Yao no podía luchar, era su curiosidad.
"Bah, qué puedo perder, aru..."
Se levantó con soltura y caminó despacio sin mirarle directo a los ojos. Podía sentir la sorpresa en el muchacho. Algo le decía que no estaba acostumbrado a que la gente se le acercara con tanta confianza, y menos alguien que nunca había visto en su vida.
-No recuerdo haberte visto en los pasillos, aru. Yo soy Yao Wang, espero que nos llevemos bien, aru -dijo con calma y una sonrisa fraternal. La sensación de incomodidad del asiático había desaparecido por completo, y trató de hablar con un todo dulce y amistoso para que el otro chico también pudiera distenderse-. ¿Sería meterme demasiado en tus asuntos preguntarte de dónde vienes, aru?
Yao pensó que tal vez la última pregunta había sido un poco demasiado, pero la intriga lo estaba matando. Había algo en esta persona que lo hacía querer establecer un vínculo con él. No tenía ni idea de qué se trataba, pero estaba determinado a averiguarlo.
Invitado- Invitado
Re: Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
Desde la llegada del asiático le había acompañado una leve sensación de incomodidad, que a medida que el misterioso visitante se le aproximaba parecía acrecentarse, en conjunto con una extraña mezcla entre confusión, intriga y misterio.
Se le veía algo atemorizado al recién llegado, pero no era eso lo misterioso, era sumamente extraño que alguien se le acercara sin tener que llamarlo a gritos, y a medida que observaba sus facciones más de cerca pudo detectar una mirada de intriga y curiosidad en el compañero.
No supo ni siquiera cómo reaccionar al ver que estaba tan cerca y que, efectivamente, se mostraba interesado. La garganta se le secó de golpe y tragó tanta saliva como pudo, el sonido de la misma bajando por su garganta resonó en sus oídos, y sintió como una oleada de calor le acarició el rostro, se había sonrojado, lo sabía, y ya era demasiado tarde para disimularlo. Sin embargo, instintivamente se vio obligado a mirar en la dirección opuesta a la que se encontraba su compañero, cuando, en el fondo, esa particular sensación de cariño e interés parecía gustarle.
Por lo que, aunque se considerase incapaz de sostenerle la mirada, se decidió por cerrar los ojos, inhalar profundamente y mantener su rostro en dirección opuesta, mientras contestaba:
- L-Lu... Ludwig. Mi nombre es Ludwig Weillschmidt... Y...
Tuvo que tomar otra gran bocanada de aire antes de seguir contestando, y luego hacer un esfuerzo para abrir los ojos e intentar mirar el rostro de su interlocutor. Pero se encontró con que le resultaba imposible, así que se limitó a bajar la mirada y relajar su semblante, después de todo no le molestaba su compañía por alguna razón, y temía terminar intimidándole o haciéndole sentir incómodo de alguna forma.
Se decidió por responder con un tono firme, calmado y vagamente amable:
- Y no, no sería meterte en mis asuntos en a-absoluto... Re-represento... a Alemania académicamente, y soy el Líder del club de Deportes. U-un placer conocerte.
Se quedó pensando durante unos segundos cómo continuar la conversación, pero para cuando apenas se le ocurrió un tema de conversación genérico, no había terminado de abrir la boca, que Yao ya le estaba bombardeando con más preguntas.
Se le veía algo atemorizado al recién llegado, pero no era eso lo misterioso, era sumamente extraño que alguien se le acercara sin tener que llamarlo a gritos, y a medida que observaba sus facciones más de cerca pudo detectar una mirada de intriga y curiosidad en el compañero.
No supo ni siquiera cómo reaccionar al ver que estaba tan cerca y que, efectivamente, se mostraba interesado. La garganta se le secó de golpe y tragó tanta saliva como pudo, el sonido de la misma bajando por su garganta resonó en sus oídos, y sintió como una oleada de calor le acarició el rostro, se había sonrojado, lo sabía, y ya era demasiado tarde para disimularlo. Sin embargo, instintivamente se vio obligado a mirar en la dirección opuesta a la que se encontraba su compañero, cuando, en el fondo, esa particular sensación de cariño e interés parecía gustarle.
Por lo que, aunque se considerase incapaz de sostenerle la mirada, se decidió por cerrar los ojos, inhalar profundamente y mantener su rostro en dirección opuesta, mientras contestaba:
- L-Lu... Ludwig. Mi nombre es Ludwig Weillschmidt... Y...
Tuvo que tomar otra gran bocanada de aire antes de seguir contestando, y luego hacer un esfuerzo para abrir los ojos e intentar mirar el rostro de su interlocutor. Pero se encontró con que le resultaba imposible, así que se limitó a bajar la mirada y relajar su semblante, después de todo no le molestaba su compañía por alguna razón, y temía terminar intimidándole o haciéndole sentir incómodo de alguna forma.
Se decidió por responder con un tono firme, calmado y vagamente amable:
- Y no, no sería meterte en mis asuntos en a-absoluto... Re-represento... a Alemania académicamente, y soy el Líder del club de Deportes. U-un placer conocerte.
Se quedó pensando durante unos segundos cómo continuar la conversación, pero para cuando apenas se le ocurrió un tema de conversación genérico, no había terminado de abrir la boca, que Yao ya le estaba bombardeando con más preguntas.
Invitado- Invitado
Re: Einsamkeit (Atardecer nostálgico) [Yao Wang]
Yao sintió como la tensión en el otro chico iba disminuyendo poco a poco, lo cual le permitió a él mismo relajarse más. Creyó que iba a ser más complicado tener una charla normal y libre de incomodidad, pero parecían ir por el buen camino, así que se atrevió a dirigir su mirada al rostro del otro chico para hablar una vez más, y para su sorpresa, lo encontró lleno de un color rojo brillante. "Aiyaah, pero que tierno, aru..." pensó como quien mira a un gato de tan sólo unos meses, lo cuál era irónico dada la complexión física del alemán.
-Ya veo, aru... Yo estoy en el club de Arte y provengo de China, pero supongo que mi nombre me delata, aru -dijo con una leve risa.
Mantuvo la vista en dónde estaba unos segundos y se dispuso a examinar al rubio. Su semblante se había relajado mucho más que cuándo recién se había producido en el encuentro, pero aún así se seguía viendo un dejo de incomodidad. Como si no supiera qué decir a continuación, o a dónde dirigir la vista. Todo su cuerpo parecía estar tenso e incapaz de abandonar la pose en la que se hallaba desde que Yao había entrado. La situación entera había mejorado, pero aún quedaban un par de barreras que derribar. La cabeza del chino comenzó a trabajar en busca de una solución, y al observar las manos de su compañero, encontró la respuesta. Se había olvidado completamente de lo que éste estaba sosteniendo.
-Lamento haber interrumpido tu lectura, aru. Yo mismo soy muy apegado a los libros, así que sé lo que se siente cuando alguien te comienza a hablar en la mitad de una parte interesante, aru. ¿De qué va lo que estás leyendo, aru? -dijo reclinándose ligeramente sobre el libro para observar mejor, pero dejando un espacio considerable entre él y Ludwig. Aunque hubiera encontrado algo en común entre los dos, eso no le daba el derecho a abalanzarse sobre el espacio personal del alemán. No todavía, al menos.
Se felicitó internamente a sí mismo por haber sido capaz de sacar un tema de conversación tan naturalmente y que a la misma vez realmente le interesara. Yao sintió que este podría ser el comienzo de una buena relación, y se sintió feliz de haber encontrado a alguien en el instituto con el que tal vez pudiera compartir algo.
-Ya veo, aru... Yo estoy en el club de Arte y provengo de China, pero supongo que mi nombre me delata, aru -dijo con una leve risa.
Mantuvo la vista en dónde estaba unos segundos y se dispuso a examinar al rubio. Su semblante se había relajado mucho más que cuándo recién se había producido en el encuentro, pero aún así se seguía viendo un dejo de incomodidad. Como si no supiera qué decir a continuación, o a dónde dirigir la vista. Todo su cuerpo parecía estar tenso e incapaz de abandonar la pose en la que se hallaba desde que Yao había entrado. La situación entera había mejorado, pero aún quedaban un par de barreras que derribar. La cabeza del chino comenzó a trabajar en busca de una solución, y al observar las manos de su compañero, encontró la respuesta. Se había olvidado completamente de lo que éste estaba sosteniendo.
-Lamento haber interrumpido tu lectura, aru. Yo mismo soy muy apegado a los libros, así que sé lo que se siente cuando alguien te comienza a hablar en la mitad de una parte interesante, aru. ¿De qué va lo que estás leyendo, aru? -dijo reclinándose ligeramente sobre el libro para observar mejor, pero dejando un espacio considerable entre él y Ludwig. Aunque hubiera encontrado algo en común entre los dos, eso no le daba el derecho a abalanzarse sobre el espacio personal del alemán. No todavía, al menos.
Se felicitó internamente a sí mismo por haber sido capaz de sacar un tema de conversación tan naturalmente y que a la misma vez realmente le interesara. Yao sintió que este podría ser el comienzo de una buena relación, y se sintió feliz de haber encontrado a alguien en el instituto con el que tal vez pudiera compartir algo.
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