Entrevista de Elliot.

Entré al aula, y… ¡Sorpresa! La silla de mi escritorio estaba lleno de goma de mascar... La gente de mi curso era tan graciosa… Grupo de imbéciles. Sin saber muy bien qué hacer, empecé a mirar a mí alrededor, no había casi gente, ya que el profesor no había llegado, y de todas formas, era temprano, la primera vez que llegaba temprano, casi diez minutos antes de la clase… Bien, tenía diez minutos para quitar la goma de
mascar que habían puesto mis compañeros, en mi escritorio. Abrí el escritorio, y ¡sorpresa! Basura… Papeles arrugados, bolsas de golosinas… Empecé a agarrar todo eso para llevarlo a la basura, cuando ya no había más, busqué una hoja, para ponerla en la silla, así no se me llenaría el pantalón de goma de mascar, pero, con una no era suficiente, debía usar más. Busqué y las coloqué.

-Listo…-murmuré, pasando la mano por donde estaban las hojas.

Coloqué mi cuaderno en el escritorio, y… Estaban escritas groserías ¿Qué era el día de molestar a Elliot? Joder… Cuando llegará el profesor le iba a decir, la goma de mascar la aguantaba, la basura también, pero ¿todo eso más groserías? Que se vayan a la mierda, no era el tipo de persona que andaba por ahí diciéndole al profesor todo lo que hacían, pero todo tenía un límite, el cual mis queridos compañeros de clases, habían sobrepasado.

Sonó el despertador, con fastidio, me levante, para luego mirar la hora.

-Aún queda tiempo…-murmuré, y me volví a tumbar en la cama, para continuar durmiendo.

Pasaron diez, quince, luego paso una hora… Y estaba aún durmiendo, siguió pasando el tiempo, hasta que me digné a despertarme de mi bello sueño, bostecé un poco, y vi la hora… Faltaban unos pocos minutos para que fueran las nueve de la mañana… ¡MALDICIÓN! Me levanté de la cama rápidamente, y me fui a duchar.

Después de salir del baño, me fui al armario para ponerme el uniforme del colegio, estaba apurado, pero no quería entrar a clases, pero debía asistir. Después de ponerme en uniforme, me peiné un poco, aplacando mi cabello, y saliendo con el morral, caminando rápidamente.

Cuando estuve al frente del salón, toqué tres veces, no sabía si me iban a dejar entrar o qué. En el aula estaba el profesor de Matemática, ese que no dejaba entrar a ningún alumno si estaba dos segundos tarde, y menos me iba a dejar entrar si estaba una hora tarde. Bufé un poco, en vista que después de unos minutos no abría la puerta, así que decidí caminar el colegio, en lo que quedaba de hora, lo único que faltaba es que también llegara tarde a la siguiente clase.