Martina Hernández

Actitud mental:

Por lo general, Martina es alguien agrandado que no reconoce ni a golpes que alguien es mejor que ella, pretende ser la mejor en todo y que todos la reconozcan, sin embargo, no le gusta esforzarse por eso. Es alguien muy perezoso y, a veces vulgar. Suele gritar a veces, pero no se enoja nada fácil. Tampoco se ríe por cualquier idiotez, le dan bastante gracia las desgracias ajenas, aunque luego se disculpa si hace falta.

Es egocéntrica y bastante pesimista; parece fría sentimentalmente hablando, aunque es alguien que quiere a las personas muy rápido. No le gusta parecer la víctima de la situación y por eso tampoco dice nada cuando tiene problemas o algo parecido, suele guardárselos para ella misma y así no molestar a nadie con sus “idioteces”.
Aparenta ser bastante madura, sin embargo es toda una niña. Dice todo lo que piensa sin importarle en lo más mínimo lo cruda que pueda ser y lo mala que parezca ante el otro. Ella actúa sin meditar antes las situaciones, es muy buena con las improvisaciones y aplica todo lo que puede sobre actuación y teatro en la vida real y, por eso, se molesta, decepciona y a veces hasta deprime cuando las cosas no son tan fáciles como decir; “Corte, se repite la escena” y volver a intentar reparar un error.

En cuanto al amor, se siente sola. No le interesa demasiado pensar en eso y no ha sentido nada parecido jamás en su vida pero, le falta mucho cariño a su vida. Cada vez que nota que alguien está en pareja su mirada se vuelve un poco celosa y triste, sin embargo, no suele dejarlo a la vista. Es especialmente buena ocultando cosas gracias a sus años de teatro.
Le gusta sentirse rodeada por mucha gente y odia la soledad. Le asusta. No se rinde fácilmente, pero, cuando le superan los temas, simplemente trata de apartarlos.



.Cualidades físicas.

Historial:

De pequeña vivía muy humildemente en el campo junto a su familia, conformada por su padre, madre, hermano menor y ella. Al cumplir tres años su hermano menor, estaba jugando en uno de los silos y se asfixió con el trigo que succionó el sinfín. Al enterarse de esto la familia, cayó en un pozo de depresión y la madre no pudo soportarlo y se suicidó con Aldryn [Veneno para cereales que impide que sea atacado por insectos].
Al fallecer la madre, quedaron en la ruina debido a que el campo pertenecía a la familia materna y reclamó sus derechos como dueños pidiendo que se marchen de ahí para venderlo. Es por esto que ella y su padre se fueron a vivir a Buenos Aires, retomando sus labores anteriores. Luego de un tiempo, el padre conoce a una mujer de la que se enamora y con ésta se casa. La última no podía tener hijos propios por un problema de útero y eso hizo que, por alguna extraña razón, tomara cierto odio hacia la pequeña de, en ese momento, unos ocho años de edad.
La mujer simplemente la quería lejos, y, sin consentimiento del padre, envió a la niñita a una academia femenina de artes donde quedaría internada.

Los primeros meses en ese lugar fueron un verdadero infierno para ella, ninguna de las chicas la trataba bien por ser la “nueva” y las profesoras eran realmente crueles con ella. Exceptuando a la de tango, que casualmente era quien enseñaba teatro también. Ella la veía como su segunda madre y, precisamente se parecía mucho a la biológica ya fallecida. Esto le dio un especial afecto hacia las dos materias enseñadas por esta mujer. A los diez años descubrió que tenía una gracia innata para el baile y la actuación. Practicó muy duramente durante cuatro años sólo para prepararse e ir a una competencia la cual ganó [Algo que le subió demasiado el autoestima]. Pasó de ser una pequeña y dulce niña campestre a ser una gran y talentosa bailarina a la que aparentemente no le interesaba nada más que ella misma. Aunque se sintiera sola.

A los catorce años, su padre la encontró en el internado y la pudo sacar de ahí, alejándola de su maestra, pero también volviéndola a la familia. Al llegar a la casa, notó algo que realmente la dejó anonadada. Su padre no había terminado con esa mujer que se la había llevado lejos, al parecer, su padre, el ingenuo se creyó la historia de la malvada mujer que dijo “Es por su bien”.
Lejos de todo lo que le interesaba en realidad, que era el teatro y el baile, se centró en la lectura de cuentos maravillosos y fantásticos, encerrándose totalmente en ellos durante varios meses, al punto de no ver casi a su padre ni a nadie más. Prácticamente no salía de la habitación.
Pero su madrastra, con recelo, todavía planeaba en hacerle la vida imposible aunque fuese una mujer de quince años. Se dedicaba a robarle los cuentos, arrancarles las páginas, hacerle torturas psicológicas como mencionarle que su padre no la quería, y aunque la chica pareciese fuerte y que no le importaba nada, sufría como nadie al oír eso y sentirse tan… poco amada. Se excluyó tanto que no se la tomaba en cuenta para nada. Excepto para deshacerse de ella.

Un día un volante de participación para una escuela llegó hasta su casa. Su padre lo leyó y creyó que sería una buena idea enviarla finalmente a una buena academia donde podría relacionarse con alguien. Su madrastra, feliz de la situación, dio todo tipo de “buenos” consejos para que el hombre tomara la decisión por fin y echara a la chica de una buena vez.
Cuando la niña cumplió exactamente los dieciséis años de edad, fue enviada a Gakuen Hetalia como si estuviesen echándola fuera y nunca más la quisiesen ver.

Fotografías:

Anexo: