Evento. - Cosplay café. [Libre para todos.]

El día del evento había llegado y allí estaba el platinado, nuevamente “doblando” un poco las reglas dio un paso más en su categoría que dictaba nekos/kitsunes y apareció de otro animal…

El lugar estaba lleno de ejecutivos y curiosos y el peliblanco parecía más feliz de lo normal, incluso en su particular atuendo, llamaba algo la atención. Su paso era seguro y despreocupado entre las personas aunque al sentir alguna que otra mirada le hacía desviar la propia y apresurar su paso repitiéndose que el cambio de sexo sería peor. Al divisar al austriaco se acercó con demasiada confianza y descargó una nalgada en este cuando se distrajo - Rode~ Te ves bien, ¿Qué te parece si me haces servicio a la habitación después del evento? – seguía sin insultarle o con apodos degradantes pues la apuesta con su hermano aún pesaba sobre sus hombros, pero no pudo evitar los comentarios.

El prusiano no era neko… el prusiano no era kitsune. De sus cabellos blancos salían de igual colo dos largas orejas, una erguida y la otra doblada despreocupadamente a un lado, a lo largo de esta una hilera de aros simulando piercings y una cadenita que unía dos de ellos daban un aire punkie a aquellas orejas. Su camisa blanca con los primeros botones desprendidos y corbata floja negra donde había un símbolo de picas en rojo en la misma hacían un alto contraste en su pecho y más aún su chaqueta de cola blanco con algunos detalles en plateado así como una cadena que cruzaba su pecho en un arco desde uno de los botones al bolsillo, a su espalda tenía un bordado con un logo con una guitarra sobre el escudo del colegio y abajo dictaba “Club de Música Alternativa”. Sus pantalones blancos eran algo ajustados hasta las rodillas y rectos hacia abajo cubrían las botas de igual color con suela negra. De su cadera colgaban dos cadenas, una más larga que la otra, un cinturón de tachas con hebilla de la cruz de hierro adornaba su cadera asomando por la camisa suelta. En sus manos llevaba un solo guante el cual parecía cortado de cuajo en los cuatro dedos y la punta del pulgar dejando a la vista sus uñas pintadas de blanco. De entremedio de las colas de su chaqueta asomaba una cola blanca peluda apuntando hacia arriba, corta similar a un pompón que apuntaba hacia arriba. Básicamente era un conejo alvino con alusión a Alicia en el País de las Maravillas y a la cultura moderna. Sus ojos carmines daban el toque exacto como una guinda en la cima de un copo de chantilly.

"Ve~, Ve~, Ve~..." Tarareaba el joven italiano caminando de camino a la cafeteria. Como era de esperarse se lo notaba alegre, movia la cabeza de un lado a otro probocando que su unico rulo le siguiera el ritmo. Vestia un peculiar vestido negro sin mangas, con una cinta roja al rededor de su cintura que hacia una moña similar a la de un paquete de cumpleaños en su espalda que ayudaba a marcar su cintura. Tenia consigo un par de guantes hasta el codo, un par de botas medianamente altas, ambos color carbon como el vestido y copletaba el cuadro otro lazo rojo de menor grosor que colgaba de su cabello haciendo una pequeña coleta de caballo a un lado.

"Me pregunto si esto sera apropiado..." Murmuro a si mismo mientras ingresaba a la habitacion donde el evento daria lugar. Se sacudio el vestido con la mano para quitar alguna arruga que este pudiese tener, se ajusto el lazo del cabello y se dispuso a comnzar a recorrer el lugar y ver donde se lo podria nesesitar.

Y para cualquiera que no lo hubiese notado aun, el vestirse del genero opuesto no parecia ser algo que le molestase en absoluto...

Yao se despertó temprano ese día, más de nervios que por puntualidad. La idea del cosplay le había resultado muy llamativa, pero no se esperó tener que usar un vestido. Frotó sus ojos y pensó "Sólo espero que nadie se comporte extraño conmigo, aru...".
Se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño, para tomar una ducha. Eso podría calmar un poco su ansiedad. Una vez limpio, cerró el agua, tomó una toalla y comenzó a secarse. Al terminar, se ató la toalla a la cintura y se dirigió al escritorio, donde estaba el paquete que le habían entregado la noche anterior. Ahora se venía la parte difícil.
Lo abrió con cierto miedo, y al ver el contenido, su ánimo cambió totalmente.
Obviamente, dentro del paquete se encontraba un vestido, pero nunca se esperó encontrarse con algo así. Superficialmente, era un vestido tradicional chino de seda, rojo con grabados en hilo dorado, sin mangas. Pero llevaba una enagua negra por debajo, con muchos volados y encaje. Según tenía entendido, este estilo de ropa era lo que se denominaba "qi lolita". Dentro de la caja venían también un par de zapatos negros, simples pero bonitos, unas medias también negras decoradas con encaje rojo en la parte superior, algunos accesorios para el cabello y un set de maquillaje.
El instituto realmente se lo había pensado todo. Y Yao estaba encantado.

Ya con aires mucho más animados, se envolvió el pelo todavía humedo en una toalla y procedió a ponerse el atuendo que le correspondía. Increíblemente, no le quedaba ni muy justo, ni muy flojo, lo cual lo llevó a pensar que había cultivado una cintura. "Ahora entiendo porque la gente a veces piensa que soy mujer, aru..." pensó con cierto pesar. Luego de secarse el pelo, se lo recogió en una media cola, sosteniéndolo con uno de los accesorios de la caja: una gran flor carmesí similar a una hortensia con cuerdas finas doradas colgando de ella. Se dejó unos pocos cabellos que colgaran sobre su rostro para darle un aspecto más distendido y pasó a maquillarse. No quería llamar mucho la atención (aunque el atuendo que traía era más que suficiente), así que se maquilló de un manera sencilla y natural. Se calzó las medias y los zapatos, y se dispuso a salir.

Le dedicó una última mirada al espejo. No se reconocía a sí mismo. Parecía una de las ilustraciones de los libros que él tanto admiraba.

-Creo que voy a tener que calentar antes de irme, sólo en caso de que alguien se propase, aru... -dijo algo divertido.

Había sido realmente un dolor de cabeza, ¡Cambio de género!, pero vaya buena suerte la suya. Ahora no había forma de que ganara.

Se miró en el espejo, se recordaba a su hermana simplemente que más alto y con una mirada que desprendía amenazas de muerte (No la dulzura que Liechtenstein normalmente poseía) Eso, y que la vestimenta no pegaba con la inocente chica de ojos claros, al ser tan reveladora y ajustada.

Vestía unas botas de cuero negras hasta las rodillas, sus piernas cubiertas por unas medias de red que acompañaban una falda corta a cuadros roja. Su camiseta era bastante apretada de color rojo con el símbolo de la bandera suiza. Llevaba unos guantes de cuero oscuros hasta los codos y los labios con un maquillaje ligero. Dando un aire de una adolescente revolucionaria de los años 70'.

Se adentró al lugar con el ceño fruncido, sería más estresante de lo que quería.

Maldijo su suerte en el momento que supo lo que le había tocado. Cambio de género. Ahí se fue su carente reputación directamente al... diablo. Y no tenía vuelta atrás.

Caminó por aquel pasillo, pensando en cada paso que daba que la mejor idea era volver y encerrarse en algún lugar, para que nadie lo encontrase hasta que terminara el dichoso evento. Pero eso era de cobardes, y él no era uno de ellos.

Aunque el vestido que traía no podía ser más bochornoso: un qipao negro con detalles de flores en tonos amarillos y naranjos, ajustado en los lugares precisos para que no se viera mal (o no tan mal). Y lo más importante y vergonzoso: aquellos cortes laterales que no lo dejaban andar sin mostrar la mitad de sus piernas en el proceso. Todo eso acompañado de los zapatos negros más diminutos en los que podía meterse a presión su pie y un curioso adorno en su cabello, consistente en una bauhinia naranja, sujetada mediante un par de palillos de los cuales colgaba un nudo hecho en un cordón amarillo.

Al llegar a la entrada de la cafetería, pusó su mano en la manija de la puerta y ahogó un suspiro. Preparando su mejor cara de indiferencia, a pesar de las circunstancias. Bien, aquí vamos.

Corrió a todo lo que le podía sin tropezar para llegar a tiempo y soltó un suspiro relajado al ver que no era del todo tarde. Hubiera odiado llegar tarde, pero es que con esas vestimentas no había modo de darse más prisa. Había olvidado calcular eso.

Raivis no veía muchos animes, para ser sinceros. Apenas llegaba a ver animaciones americanas, europeas, y una que otra película de disney. Pero se las arregló para hacerse un cosplay de uno de los pocos animes que conocía. Sailor Moon no, claro que no, estaba descartado desde primera entrada. Y ni hablar de los antiguos, como Heidi o Aralé. ¡¿Esos qué?! En cuanto a videojuegos... casi todos tenían ropas muy complicadas o peinados muy estrafalarios, y bajo ninguna circunstancia pensaba vestirse de chica. ¡Si eso fue lo primero que agradeció! Así que terminó yéndose por la tangente, escogiendo Sakura Card Captors y, con ella, al personaje de Syaoran Li.

No era que tuvieran mucho en común, la verdad. Ni siquiera el color de cabellos o de ojos, y era la primera vez que hacía esto... así que esperó que la peluca y los lentes de contacto funcionaran. El gorro verde, estilo oriental, se lo había sujetado al cabello con horquillas, y el traje no fue tan difícil de conseguir, contrario a lo que él pensaba. ¿Quién iría a decir que había tiendas así en la escuela? Zapatos verdes, pantalones blancos, unas tablas de madera que quién sabe qué decían, pero eran algo del trueno y el viento y cosas así. Y unas MANGAS (en mayúsculas, subrayadas y remarcadas con rojo) inmensas, de color verde con los bordes amarillos, terminadas en sendos cascabeles. Se veía completamente riental, todo de verde bosque y blanco arroz, con una espada plateada cuidadosamente recortada en cartón. Un cinturón más o menos ancho, naranja, y uno o dos símbolos del yin yang.

Concluyó que no se veía tan mal y se dirigió a la entrad, pero había una persona vestida de negro parada a la entrada, y debido a la poca autoestima que se tenía, bajó la vista al suelo, evitando encontrarse con su mirada, y entro por la otra puerta, eso sí, dejándola abierta y esperando cual muchacho atento que era a que la otra persona pasara. Todo sin decir una palabra y con la cabeza ligeramente inclinada mirando al suelo. -P-pasa. -Alcanzó a murmurar. No veía más que los pies de la otra persona, que se veían algo... ¿Apretados? qué raro...

Una vez más su jodida suerte le jugaba en contra, por un momento creyó que estaría libre de cualquier humillación ya que le tocaría algo sencillo, pero no, sucedió lo que más temía. Ahora debía vestirse de chica por el maldito cambio de género. ¿Por qué mierda no salió algo de anime?, podría haber hecho de Light Yagami para matarlos a todos con su Death Note, eso si hubiera sido la mayor satisfacción de su vida.

Ya resignado, tomó cada prenda que había preparado la noche anterior, comenzando a vestirse. Pensó en llevar vestido, pero lo descartó en cuanto advirtío que ciertos individuos estarían en ese evento y seguro le fastidiarían levantandole la parte de abajo, además, suficiente con tener que vestir ese trajecito de maid después. Por lo tanto, decidió llevar unos pantalones cortos, un tanto ajustados como solían ser los de las chicas, con un cinturón de género, largo y negro, los extremos caían por ambos costados, de tal manera que formaran un semi círculo. La camiseta, con mangas hasta los codos, de color caqui y un estampado pequeño que recitaba 'Non toccare' en advertencia, por si a caso. Acomodó su cabello, agregandole unas extensiones hasta los hombros, del mismo tono que su cabello, y un cintillo (O cinta) que adornara su cabeza y contuviera algunos mechones. Terminó el conjunto con unas botas ligeras, que no pasaran más arriba de la pantorilla. Acto seguido, se acercó al espejo para echar una última mirada, quizás lucía demasiado simple, pero tenía cierto estilo y tomando su pañueleta verde, la amarro a su cuello, dando el toque final. Por un lado agradecía no ser demasiado fornido, ni tener una espalda tan ancha, así su cuerpo pasaba desapercivido por el de una mujer, pero por otro, eso no era bueno, así que maldijo.

Salió apresurado, tratando de nadie le viese, aunqueno faltaron los accidentes al no mirar por donde iba y los idiotas que intentaro ligarle en el camino, eso sí, sin salvaron de su carateristico humor. Llegó justo cuando el letón sostenía la puerta y sin siquiera darle las gracias, mucho menos mirarle, se adentró en la estancia, queriendo ocultarse en cualquier parte para que no le reconocieran. Tarde, muy probablemente ya le habían descubierto y las burlas no tardarían en llegar.

Y pensar que todo eso era por la necesidad del dinero, maldita sea.

Humillante, era algo francamente humillante.

Desde antes de tener total conciencia al despertarse sabia que debía hacer, y el deseo de acurrucarse mas entre las sabanas y simular que todo era un mal sueño se acrecentaba, escuchando la respiración suave de Arthur en la litera de abajo, esa misma que le hizo calmarse y darse cuenta que estaba actuando como un niño pequeño, renegando una idea en la que se había involucrado conscientemente por una inseguridad tonta.

Colocó el brazo donde estaban sus ojos, mientras suspiraba, pensando en lo que debía hacer ese día. El anterior había conseguido toda la ropa que usaría aquel día, así como las orejas y cola que irían con el traje, uno de mesero elegante, de esas tiendas donde debes reservar con ocho días de antelación antes de poder entrar.

Con ese tonto pensamiento, se levantó de la cama y bajo de esta con cuidado para no despertar al ingles, observándolo dormir un momento, antes de descolgar su ropa y meterse al baño, tratando de recordar como de ajustaba la cola para que no se le terminara moviendo cuando caminase y se viera mas falsa de lo que ya era.

Pronto estuvo listo para salir, observándose en un espejo que ambos habían decidido poner algo escondido para que no reflejara todo lo que había en la habitación. Encontrar unas orejas y cola del color de su cabello había sido una GRAN odisea y cuando habían regresado con ellas solo deseaba acostarse en la cama, por suerte la ropa de su talla fue algo mas fácil, así que pronto se encentro tirado en la cama, durmiendo sin pensar en lo que en ese momento iba a suceder.

Escondió mejor el cintillo de sus orejas entre su cabello y se bajo el chalequito negro para que no se viese la camisa blanca por debajo, antes de darse por satisfecho y salir, preguntándose si para esa altura Arthur ya estaría despierto... o si por lo menos habría alguien en el café.

Al terminar su atípico ejercicio matutino (y con atípico quiso decir "estoy estirando vestido de mujer"), se levantó y salió de la habitación rumbo a la cafetería. A pesar de que su ánimo estaba mucho mejor, sentía bastante vergüenza. Vergüenza que crecía aún más conforme iba pasando junto a más gente, quienes miraban a Yao con las intenciones que él tanto temía.

"No deben ni saber que no soy una chica, aru..."

Al llegar a la puerta de la cafetería, se encontró con un cuerpo... voluminoso, bloqueándole la entrada. Parecía que se estaba tomando su tiempo para entrar, y el asiático lo único que quería era llegar a su destino y hacer lo que tenía que hacer.

- Disculpa, aru... ¿Te molestaría dejarme pasar, aru? -dijo con la voz más amable que pudo usar, la cual sonó bastante femenina, y eso lo perturbó a niveles épicos. Realmente se estaba poniendo en personaje.

La persona que tenía en frente volteó. Lo primero que llamo su atención fueron sus ojos. Eran violetas. Y su cabello era blanco como la luna. Un escalofrío recorrió su espalda y el pánico se apoderó de él por un segundo, pero luegó inspeccionó mejor al muchacho frente a él y descubrió que era alguien ya conocido.

- ¡Aah, Ludwig! ¿Cómo estás, aru? Por un momento me asusté, pensé que eras otra persona, aru...

La verdad es que estaba muy distraído. Sus ojos acudían de un lado a otro observando la decoración de la cafetería, ¿Quién diría que el lugar en donde se formaban grandes batallas de comida, ahora sería una especie de palacio llena de cosplay y hombres elegantes, que la verdad no estaban mal?

Una sonrisa apareció en sus labios al considerar eso, después una nalgada le sorprendió de inmediato. Se trataba de Gilbert, que al apenas ver le dejó totalmente atónito, sin palabras .. Se veía increíble, no en el modo literal, si no que realmente su imagen atraía su vista, casi como un gusto mucho más allá de un mero compañero de clase. Debido a ello, no pudo resistirse a ceder a su encanto, tomándole de la muñeca y acercándole a su cuerpo, para murmurar a su oído.- .. Estaría encantado. -Sonrió de lado, sólo estaba jugando.

Desde que se enteró que tendría que hacer "cosplay anime" se había alegrado. No tendría que parecer animal o travestizarse, sólo disfrazarse de un personaje de anime que le gustara y se alegraba en esos momentos de que en su país siempre dieran series en los canales nacionales. Tenía donde elegir, después de todo, como buen niño chileno creció educado por la querida caja de las sorpresas o caja idiota para otros. Se dedicó largo tiempo en decidir de que haría, habían demasiadas opciones y de pronto como iluminación de la Virgen del carmén, una idea vino a su mente.

Se duchó, coloco el traje de mayordomo y le arremango las mangas de la camisa, dándole un look algo rebelde. No abrochó todos los botones del chaleco y tampoco uso la corbata o corbatín que le habían traido. Hasta ese momento seguía siendo él y mirando su cabello por última vez normal, tomó el gel y se fue al baño. Uno a uno iba acomodando sus mechones -que agradecía que estaban largos- hasta dar con el peinado del ídolo de su infancia. Soltó una exclamación de alegría al dar el resultado correcto y salió de su cuarto en dirección a la cafetería. La gente se le quedaba viendo extrañada, otros se reían y los menos gritaban por el parecido, después de todo no era algo usual ver a Goku de mayordomo.

Se quedó toda la noche arreglando una peluca que tenía hace mucho tiempo escondida debajo de la cama, al principio era rubia pero luego de un poco de tinta china, alcohol, plumones, lacas y un arsenal de buenas herramientas incluyendo a sus fieles tijeras, convirtió esa peluca rubia en una negra corta e idéntica a la de Cheryl.
Sonrió por la hazaña.
Además de eso, se había encargado de darle algunos toques personales a su traje de sirvienta
Arregló el escote poniéndole blondas blancas en todo el borde y acomodó la tela para que su busto pudiese verse más abultado (tenía pocos atributos con respecto a sus pechos y tenía que solucionarlo de alguna manera) También fabricó un falso utilizando una falda vieja y unos pocos retazos de tul que había encontrado en su clóset para darle volumen en la parte inferior al traje de sirvienta.
Ya había amanecido sin embargo no tenía sueño debido a la ansiedad, se colocó su traje y la peluca agradeciendo que se veía bastante real.
Tomó las nueve colas de zorro que había hecho con mucho esfuerzo, debía agradecer el hecho de ser una friki cosplayer y tener experiencia cociendo.
Su compañera de cuarto Skadi le había ayudado a colocarse las colas y de verdad había sido algo demasiado memorable, recordó como la nórdica varias veces quiso asesinarla...
En fin, le costaba moverse con todo lo que llevaba atrás, las orejas de zorro las había colocado con el cinto decorado con blondas y tan solo se lo amarró por sobre la cabeza ocultando el nudo entre la peluca y su cabello real.
Se puso unas medias blancas con encaje, dado que el vestido llegaba un poco más arriba de la rodilla y se calzó con unos zapatos negros de sacerdotiza de planta baja.
Se sentó en frente del espejo y con sumo cuidado se maquilló, se colocó base blanca tapando las imperfecciones de su rostro y también buscando el verse más pálida y algo fantasmal, delineo sus ojos con color blanco para hacer que se vieran más grandes y finalmente se pintó los labios con un rosado muy suave.
Se miró al espejo y se felicitó a si misma por el resultado. Finalmente colocó un papelito rectangular parecido a un amuleto escrito con algunos kanji que decían "Sellado." y se lo pegó en la frente, procurando no tapar mucho su vista.
Salió del lugar y dirigió sus pasos al café cosplay. Realmente estaba emocionada...Con una sonrisa en los labios tomó una bandeja y con una suave y delicada voz comenzó a atender a quien se cruzara en frente de sus ojos.

Noto en seguida la capacidad del alemán de ponerse en personaje, aunque eso significara ignorar al asiático por un momento. "Está bien, está perdonado por el bien del cosplay, aru" pensó Yao con calma. Realmente se veía magnífico. Sus aires de dureza habían desaparecido para dar lugar a uno más tranquilo y amable, y aún así inspiraba respeto.
Inesperadamente, Ludwig tomó su mano con toda soltura y la besó, para luego adornar el momento con una frase caballerosa. El shock que le produjo el contacto físico junto al comentario del ahora peliblanco, hizo que su cara se llenara con toda la sangre que albergaba su cuerpo. El cuerpo más pequeño quedo tieso por unos instantes, presa de la sorpresa.

-Gr-gracias... Tú también te ves mu-muy bien, aru... Disculpa, pero tengo que ir a atender a esta gente, aru. ¡Nos vemos luego, aru! -dijo entrecortadamente, y salió con prisa, muy avergonzado.

Una vez recogidos los elementos necesarios para desempeñar su tarea, empezó a caminar por el lugar, atendiendo todos los pedidos, y prestando atención a todos los presentes. En momentos como estos le gustaría ser como Kiku y llevar una cámara bajo las mangas, pero ni siquiera tenía mangas para empezar.

-P-pasa. - murmuró un recién llegado, sosteniendo la puerta de la cafetería. ¿Es que acaso de verdad parecía chica?. Miró al estudiante en cuestión. Era bajito, más bajito que él, y tenía una apariencia tímida y amable, incluso un poco frágil. Vestía con un curioso atuendo chino que recordaba haber visto alguna vez en una serie de anime, de esas que veía junto con sus hermanos hace mucho, mucho tiempo. No era demasiado versado en lo que era cosplay, pero había que admitir que se había esforzado, y se veía bien.

Iba a decir un simple "Pasa tú primero", pero fue interrumpido por varias personas, que pasaron frente a ellos para entrar al salón. Al final, quedaron otra vez ellos dos solos. La frase volvió a sus labios...

- Tú primero - dijo, intentando poner un poco de entusiasmo y amabilidad en su habitual tono inexpresivo. No quería que lo regañaran por ser un insensible, como siempre. Y también para adaptarse al dichoso vestido que tenía puesto.

La gente llegaba y el lugar estaba atiborrado de cosplayers y ejecutivos, él por su parte se mantenía alejado de estos últimos para que no le tomasen de maid, sin mencionar que tenía otro tema más entretenido para entretenerse que era el austriaco. Son su mirada esquiva y sonrisa cargada de ese ego desbordante suyo aceptó la cercanía rodeándole con una mano la cintura conformando un contraste entre ambos trajes nieve y carbón.

Inclinó su rostro y una de sus orejas se inclinó hacia delante de una manera aterradoramente natural, sus labios se relamieron y susurraron contra el oído ajeno- Yo creo que no podré esperar y te terminaré raptando al baño. - un deje de diversión se dibujó en su voz cuando habló, su mirada espió sobre el hombro del austriaco viendo los llegados sin prestar demasiado atención a estos, ni siquiera reconociendo a su hermano pues no escuchó la presentación.

Se apartó antes de atraer demasiadas miradas y guiñándole un ojo le señaló una de las mesas donde un solitario empresario les miraba.

No dejaba de mirarse al espejo, encantado con su persona. La noche anterior habían llegado a la puerta de su habitación y del austriaco los uniformes de mayordomo y demás accesorios que necesitaban. Roderich tan terriblemente puntual como siempre, ya se había retirado rumbo a la cafetería; Francis por su parte tenía que tomarse su tiempo, después de todo él era todo charme y elegancia. Primero se ajustó el traje, colocando cada prenda con sumo cuidado, acomodando los accesorios que este contenía, tales como un fino reloj de bolsillo plateado y una bellísima rosa roja en su solapa. Las lentillas no se resistireron y pronto su mirada celeste mutó en un par de orbes carmín. Lo más complicado para él fue ocultar su cabello debajo de la peluca, pero después de un par de intentos, algunos pasadores y fijador para el cabello, consiguió dar el estilo deseado. Los guantes fueron un aditamento exquis, dándole finalmente la apariencia de todo un mayordomo, dispuesto a complacer todos y cada uno de los deseos de su amo.

Salió del cuarto tranquilamente, deleitándose con la pasarela en el camino. De lo único que se lamentó, fue de no haber podido ver a cierto cejón formar parte de aquello, pero se compensaba con las provocativas "muchachitas" orientales que podía vislumbrar. Apenas hubo llegado al recinto, tuvo sus primeros solicitantes. Y haciendo gala de sus conocimientos en el campo del servicio y gastronomía, sirvió un par de copas de vino con toda una faena para ello. Los invitados quedaron asombrados, y el con una felina sonrisa en su rostro.

Durante largas horas estuvo buscando en su guardarropa, sacando todas las prendas que tenía disponibles y desperdigándolas por su cama. Le había dado la espalda a su nuevo compañero de cuarto para que este se pudiera vestir con tranquilidad mientras él por su parte se esforzaba en pensar siquiera algún personaje al que pudiera imitar. Sus ropas no eran realmente muy formales, pero tenía uno que otro pantalón de tela, de color preferiblemente azul. Suspiró con fuerza. Escogiendo uno de esos y dejándolo a un lado. Por un momento pensó en aparecer como mayordomo de algo o alguna clase de parecido, pero no. No tenía ropa como para ello. Notó a su pequeño compañero vestido de Syaoran y no pudo evitar decirle que se veía muy bien. Aunque a su parecer estaba más que adorable.

Ya luego de verlo salir siguió en lo suyo, buscando alguna manera de encajar todo como quería que quedara. Bufó molesto y miró alrededor en búsqueda de inspiración. Mirando entre sus cosas y notando una cajita sobresaliente, la cual estaba desacomodada. Era como un dvd. Cuando lo fue acomodar, notó el nombre “Silent Hill: Shattered Memories” un juego que había traído para entretenerse. Lo miró un momento y entonces recordó. Sonrió y volvió a mirar sus ropas. Eso era, ya tenía todo lo que necesitaba.

Acomodó el juego en su sitio y tomó lo que necesitaba. El pantalón azul de tela, una camisa blanca y una chaqueta café de cuero un tanto ajustada, pero bueno, él no tenía el físico exacto del personaje. Se acomodó las ropas y se colocó unas simples zapatillas blancas. Luego venía la parte difícil. Su cabello, con el cual luchó hasta que pudo acomodarlo. El gel se notaba claramente, pero dejaba que su cabello estuviera suficientemente pegado a su cabeza como para dar la sensación de que lo llevaba mucho más corto de lo que realmente era. Luego, el toque final. Algo que había llevado sólo porque su madre le dijo que no dejara esas cosas en la casa. Sacó un par de lentes que en algún momento de… aburrimiento o estrés se había comprado. No tenían aumento y se parecían bastante a los del castaño a quien imitaba. Se los colocó sobre los ojos y se miró al espejo, sonriendo a ver que realmente se parecía.

- Mei se burlará de mi el resto del año… -Rió levemente antes de salir y dirigirse a la fiesta. Quizás no sería reconocido por muchos, pues no todos tenían idea de quién era Harry Mason. De seguro el que le reconociera diría “¡Oh! Eres Christofer, de la peli ‘terror en silent hill’” o simplemente diría “¡OH! ¡Es el que sale en Silent Hill… ese que pregunta a cada rato por su hija!”. De verdad no le extrañaría. De hecho hasta le divertía.

Llegó al lugar sin problemas y pasó, observando a los distintos hombres y mujeres que estaban ahí. Sonrió y procedió a atender a los invitados con una sonrisa y quizás a alguno dedicándole la frase que hacía que la mayoría de los que jugaba Silent Hill, terminara con ganas de golpear a Harry en la boca.

- ‘Have you seen a little girl around here?...’ -

Se heló. O-oh. Entonces... no era un "ella" si no un "él". Le miró con ojos de sorpresa por un momento antes de darse cuenta que hacer eso sólo empeoraba su situación general, como soltarle en la cara "¡¿Por dios eres chico?!" y arriesgarse de ese modo a recibir un buen golpe. Tenía rasgos finos, y el cabello y los ojos de ébano, la piel blanca como la nieve y una clara expresión frustrada de que desearía estar en cualquier lugar menos en ese.

-¡Lo.... lo siento! -Fue lo primero que alcanzó a decir, titubeando, sonrojándose y haciendo el ridículo aún mayor. -¡N-no me fijé b-bien, no era mi i-intención ofenderte! -Como siempre, sacando conclusiones apresuradas. Dejó la puerta bien abierta para que la muchacha... o el muchacho, o el muchacha, o la muchacho, o lo que fuera, pudiera entrar a libertad sin necesidad de que el letón la mantuviera abierta con las manos. Hizo una breve, brevísima reverencia oriental y atropelló las palabras entre sí. -Eh... S-si necesitas a-algo, d-dime.... Y... ¡T-te ves realmente b-bien, a-aunque no te conozca! -Soltó, y se echó a temblar. No era mentira, después de todo, pero no iba a freír aún más su cerebro cuestionándose sobre si se veía "apuesto" o "bonita" o ambas a la vez.

Tembló un poco y volvió a bajar la mirada, antes de dar media vuelta y proceder a desaparecerse entre la muchedumbre que empezaba a formarse. Muy bien, ése... ése había sido el peor momento de su vida en esta escuela, qué bochorno, por dios. Pero bueno, le había pedido disculpas y se lo había compensado ofreciéndole ayuda con lo que ella... él, lo que fuera, necesitara.

Ahora sólo tenía que dedicarse a actuar tan "Shaoran" como pudiera, dejando que le sacaran fotos y esforzándose por actuar de ese modo que tanta gente llamaba "tsundere" todo el tiempo. Que el desliz de la puerta no se fuera a repetir. El lado bueno era que tenía que hablar muy poco, o casi nada, así que las posibilidades de meter la pata se reducían considerablemente.

El abrazo despertó una sensación extraña en él, le había estremecido y curiosamente, había ruborizado sus pómulos por encima, volviéndolo una persona visualmente vulnerable al peliplata. Estuvo a punto de responder a sus palabras, cuando notó lo que él veía: Un empresario recién llegado, de traje negro y corbata un poco informal, estaba mirándoles con una curiosidad única, como si la unión de la pareja fuese lo más interesante para él que alguno de los individuos individualmente en si.

Alzó sus hombros de forma discreta, resignándose a comprender su propio trabajo. Llevó la mano hacia la muñeca de su colega y avanzó con un comportamiento tranquilo hacia el empresario. Adoptó una postura firme, y con la seriedad característica de su personaje, habló.- ¿En qué puedo servirle, Milord?

Con su muñeca tomada fue llevada con ese hombre, solo sonrió de forma socarrona adelantandose al austriaco hacia el empresario, el cliente ahora arrebatandole la presencia - Bienvenido a Cosplay Cafe de la Academia Mundial~ - dijo con una voz llamativa mientras se acercaba a la mesa con una actitud confiaza y envidiablemente desvergonzada pese a sus ajustadas ropas y accesorios de conejo - Gilbert Weillschmidt a su servicio, pero para usted, Gilbo o Conejito estará bien. - guiñó un ojo con aquella sonrisa encantadoramente socarrona que provocó una sonrisa algo malevola en el hombre.

Este intercaló la mirada entre uno y el otro - Podrían comenzar llevandome a una mesa algo apartada. - al parecer había encontrado lo que había venido a buscar y de la mejor calidad. Aquel lugar era la cuna del fan service.

No acostumbraba relacionarse con gente mayor, pero el comentario de ese hombre de inmediato le inclinó a un pensamiento malpensado ¿Qué estaba buscando con dos "inocentes" estudiantes? Bueno, no lo sabía. Tuvo que asentir y avanzar un poco hacia otra área, con mesas VIP en donde sólo había empresarios a solas con otros hombres de negocios, pero nadie pensaría que uno de ellos utilizaría esa sala para estar a solas con algún estudiante. -Sígame, por favor.

Mencionó, a pesar de que el papel de su personaje era frío y demasiado serio, su rostro estaba inquieto en cierta forma. El conejo que caminaba a su lado al momento de guiar al empresario le ponía demasiado nervioso ¿Por qué? ¿Qué tenía ahora Gilbert que no había notado antes? No, antes si lo había notado, admitía que había algo que llamaba mucho su atención incluso cuando le vió en el auditorio, pero ahora .. ¿Acaso esos accesorios estaban estimulando su morbo y curiosidad? .. Era posible, y el sólo admitirlo le hacía sonreír con sarcasmo.

Llegaron a una mesa apartada, enmarcada por densas cortinas color marrón. Dentro estaba decorado con colores típicos del escudo del instituto y estaba bastante fresco y ventilado. Ya que el hombre tomó asiento, habló.- Permítanos servirle lo que le apetesca.