Descubriendo el jardín [Libre]

- Ahh... -Suspiró.

Con una canasta llena de flores de colores que llevaba en el brazo y un lindo vestido rosado con olanes blancos, caminaba tranquilamente por el jardín. De repente, sus verdes ojos voltearon a ver a alguien que estaba disfrutando del sol.

No podía ser... ¡Ese chico tenía un vestido! La emoción se sentía en el corazón de Erik. Al fin alguien que, quizás, lo entienda y comparta su gusto por los vestidos. Sin pensarlo ni un momento más, decidió acercársele para hablarle o algo así.

- Eh... Aluu... -saludó sonriente, aunque pronto su blanca y fresca sonrisa desapareció al ver que el otro no respondía- ¿Aluu? Soy... Erik -dijo con algo de timidez-.

Notó nuevamente que aquel joven estaba profundamente dormido, por lo que decidió tratar de despertarlo. Se acercó a su pecho y comenzó a picarle con el dedo a fin de despertarle.

Al escuchar aquellas palabras, una sonrisa se hizo lugar por el níveo rostro de Erik, dándole paso a una risita acompañada de un ligero sonrojo. Las posibilidades de un nuevo amigo le hacían sonreír siempre.

- Yo... Pues... Gracias -dijo mientras se sentaba con delicadeza en el jardín, dejando su canasta a un lado- Es muy lindo el tuyo también. ¿Cómo te llamas?

Se sobó las mejillas después de que el otro las picara, mirándolo con una sonrisa amable.

- ¿Feliks? Ah, qué lindo nombre -dijo para sí-. Yo soy Erik Hendrick... -extendió una mano hacia su canasta y tomó una linda flor que hacía juego con el vestido de Feliks- Toma, te la regalo -la acomodó en la oreja del polaco con una sonrisa.

Observó la flor, que le quedaba muy bien a su compañero, y mostró una sonrisa brillante.

- No te molestes, no me debes nada -soltó una risita-. Eh... -fué pensando en qué decir, pero nada se le ocurría- Y... ¿Cómo...? ¿Estás? -hizo una pausa- Sí, ¿cómo estás? -asintió con la cabeza, poniendo una mirada extraña.

Con las palabras del otro, recordó su primer día en la Institución: Terrible, solitario, triste... No dejaría que eso le pasara a Feliks.

- Represento a Groenlandia -dijo en tono seco, haciendo una pausa silenciosa por un momento mientras pensaba, se podía ver en su cara- Feliks... ¿En qué te puedo ayudar? Dime... Lo que necesites saber de la escuela, yo te lo puedo decir -dijo con algo de sonrojo en sus mejillas- Aunque no sé todo, soy más o menos nuevo... -lo miró con preocupación- Pero... Lo que necesites... ¡Dímelo! -sus ojos se humedecieron ligeramente-

Aquel abrazo lo tomó por sorpresa, por lo que se puso algo tenso, pero después se relajó un poco.

- Yo... Pues... -pensaba un poco, organizando mentalmente su agenda- Puedo casi diario, a las cinco es cuando generalmente acabo mis deberes -una sonrisa se dibujó en su rostro simultáneamente- ¡Será divertido! -dijo volteando a ver al otro. Después, desvió el rostro hacia el césped, manteniendo su sonrisa.

¿Diez y siete? Le aterraba un poco el número, no acostumbraba a subir por el edificio, temía que los otros estudiantes le agredieran. Pero se armó de valor y asintió con la cabeza.

- ¡Sí, claro! -dijo animado- De hecho, ahora tengo algo de tiempo, por eso venía a recoger flores -toca su canasta- ¿Te gustaría ir a algún lugar? -sonrió muy amable.

- ¿No has visto nada? -dijo sorprendido- Ah, es que eres nuevo... -suspiró muy lentamente, luego volteó a ver al otro muchacho- ¿Te gustaría ir por algo de comer? -ofreció con una sonrisa grande y brillante, al igual que su corazón.

Miró a Feliks levantarse, así que él lo hizo también. Con mucho cuidado, tomó su canasta y se puso de pie con algo de torpeza.

- ¿No cenaste? -soltó un largo suspiro- Muy mal... ¡Vamos por algo de comer! La comida de la cafetería es rica -después de eso, volteó la mirada a otro lado, manteniendo una leve sonrisa-. ¿Vamos ya? Es por ahí -su mano señaló un camino al lado del lindo jardín.

Se aferra del brazo del otro, sosteniendo su canasta con la mano libre. Una sonrisa se asoma en el rostro de Erik, pero después se desvanece un poco. Con mucha gracia, los dos amigos salen caminando del jardín en dirección a la cafetería.

- ¿Simpáticos? -preguntó con tono curioso. Sabía que los chicos de su escuela tenían cierta "simpatía". Por eso algunas veces se sentía mal, porque precisamente no era víctima de esa simpatía que los chicos se tenían entre ellos- Ah... Sí, lo son. Es que tienen a ser muy amables. -Mintió mientras seguía caminando con el polaco a su lado.