¿Galletas? Hum... [Libre]

Despues de un largo viaje totalmente madrugador y tras negarse a comerse los típicos cacahuetes de avión, el primer destino de Berwald fue el comedor, pues necesitaba meterse algo en el estómago cuanto antes.

Antes de cruzar las puertas, su tripa gruñó como si estuviera enfadada con él por haberla descuidado. El sueco posó su mano en el estómago y resopló, demasiadas cosas se le mezclaban, el hambre, el cansancio y las ganas que tenía de llegar a su cuarto para dejarlo todo ordenado y echarse unos treinta minutos.

Finalmente pasó al comedor, el cual era de un tamaño considerable, lo cual podría irse a una mesa alejada del ruido de los cubiertos y de aquellos imprudentes que no sabían cortar un sencillo bistec, haciendo chirriar el plato con un cuchillo. No tenía tanta hambre como para comer un menú de tres comidas, pero almenos algo sencillo, algo que le gustara, algo que hiciera callar a su tripa.

Hizo cola hasta conseguir un chocolate y unas cuantas galletas, decoradas con detalle y cuidado, quien las hizo debió poner mucho cariño a la hora de cocinar, curvó sus labios dibujando una disimulada sonrisa que se borró enseguida, dio las gracias y se fue a una mesa del fondo a comer un poco. Metió la primera galleta en su boca y la saboreó con detenimiento, al tragar pensó en su pequeño análisis.

-No 'sta m'l- Y con ese comentario, siguió comiendo. Sin duda pensó que él las haría mejor, pero el esfuerzo se notó en cada dulce, lo cual lo hizo bastante agradable.

Había estado cocinando durante toda la mañana, le era divertido, pero había recibido un sabio consejo: salir un poco y hacer amigos. Como se la pasaba en la cocina, haciendo galletas de distintos gustos y demás, pasaba poco tiempo fuera.
Caminaba por las mesas, buscando dónde sentarse. Normalmente comía dentro de la cocina, pero necesitaba comenzar a salir o se quedaría sin amigos, conocidos y todo lo que se le parezca. Llevaba una caja de madera muy bonita con su comida dentro.
Iba muy distraído, tranquilo cuando vio una persona sentada sola. Se acercó torpemente, llevándose el banco consigo, cayendo de rodillas ante él. Son un leve sonrojo por su torpeza.

-P-puedo sentarme con usted?-

Preguntó mirando desde el suelo.

-Huh?-

El golpe que dio el alumno le sacó de su "análisis culinario", menuda manera de presentarse.
No obstante parecía un joven tímido y frágil, un ser del que cualquiera se aprovecharía para lograr sus objetivos sin que él se diera ni cuenta. Berwald, pensando en aquello, se levantó del asiento y le ayudó a ponerse en pie, tomó la barbilla del joven y le mantuvo la mirada, el sueco parecía bastante amenazante cuando en realidad trataba de forzar la vista... tal vez sus gafas no estaban bien graduadas.

-V'le.- Dijo sin complicarse demasiado en sus palabras, ya podría haber sonado mas amable pero total, no le iban a entender.

Colocó la silla en su sitio y observó la decoración de la caja... parecía artesanal, Berwald sabía valorar esa clase de cosas, esperó que no se rompiera.

Se sentía torpe entre los torpes. Por lo que al pararse, con ayuda del otro, agachó un poco su cabeza para pedir perdón. Sorprendido de que el mayor le sostuviera de la barbilla, lo miró a los ojos sonrojado.

-G-gracias!- Lo miró -Mi nombre es Matthew-

Dijo con una amable sonrisa, mientras terminaba de acomodarse y acomodar sus cosas. Se sentó más tranquilo, pensando que de vez en cuando era bueno salir de la cocina.
Suspiró y abrió la caja, mostrando gran variedad de galletas, chocolates, pero principalmente, un plato con una buena cantidad de waffles cubiertos para que no se rompieran.
Destapó los waffles y se disponía a comer cuando vio que el otro comía galletas.

-T-te gustan?-

Preguntó con los ojos brillantes esperando su respuesta.

Finalmente le soltó la barbilla y volvió a su asiento, como si lo que acababa de hacer era totalmente normal a la hora de presentarse a la gente.
Con que Matthew ¿huh? Nada que decir sobre ese nombre, no era común en su tierra, incluso pronunciarlo bien le costaría por su maldito acento, quizas era hora de presentarse. -B'... Berwald.- Le costó decirlo de una manera entendible. -T'rcer gr'do- Suficientes datos por el momento, ya que no necesitaba saber más.

No hay que dar un curriculum detallado nada mas presentarse, de hecho el sueco lo veia patético y una manera forzada de decir "sé mi amigo, estoy solo, si me rechazas es culpa tuya porque yo he sido muy amable", mentira, ha sido un intento de ataque que no ha tenido resultado.

Parece que su nuevo compañero no iba en ese plan, sino que decidió hacerlo a modo de conversación y ya saldrían las cosas solas... quizas sería agradable mantener una pequeña charla culinaria, uno de sus temas favoritos. Asintió con la cabeza y al bajarla sus gafas resbalaron un poco, lo cual las colocó de nuevo en su sitio con el dedo índice y decidió no hacer eso más veces.
-'stan ric's...-

Un poco sorprendido al escuchar el nombre, lo miró, dejando lo que estaba haciendo. Pensó que podría estar equivocado, pero quizás no.

-me alegra que le gusten. Aunque no son las mejores-

Sonrió amablemente, como siempre lo hacía, solo que esta vez un poco más feliz ya que alguien al menos le decía que estaban bien...

-Oxenstierna?- Lo miró esperando respuesta - Berwald Oxenstierna?

Era raro... no creía que un chico aparentemente más grande que él estuviera en el taller de cocina. Se sentía un tanto raro, y por qué no, un poco sorprendido.

-'si que... s'n t'yas...- Le habría gustado opinar mejor, pero bueno, eran pasables, eran mejores que nada.

Levantó la vista de las galletas y le miró ¿Como conocía su apellido? Quizas ya los maestros le mencionaron como nuevo alumno, quizas se vio en las listas de las habitaciones... Oxenstierna era un apellido muy dificil de olvidar, era peculiar hasta para estar en Suecia, pero aun asi la manera en la que le habló le resultó intrigante.

-¿De qu' me c'noces?- Tenía que preguntarlo, la maldita curiosidad no le dejaría dormir si no lo hacía.

Observó el menú de su compañero dentro de la hermosa cajita, era bastante completo y elaborado con mucho detalle y mimo, quizas menos perezosas que las galletas que estaba comiendo en aquel momento. Tomó una de las pastas entre dos de sus dedos y la llevó a la boca, partiendo un trozo con sus labios dandole cierto aire seductor sumandole su penetrante mirada bajo aquellos cristales que siempre solía llevar.

Lo estaba observando en todo momento. Le parecía extraño, y misterioso. Más extraño por su raro acento. Pero no le molestaba escucharlo, lo entendía perfectamente.

-esas... esas... no son las mejores...- dijo por lo bajo refiriéndose a las galletas.

Sonriendo dulcemente, mientras abría la botella de miel de maple para ponerle a sus waffles. Se sentía cómodo, un poco raro, y sonrojado, pero... tranquilo.

-Berwald... Oxenstierna... Tercer año, representante de Suecia, veinte años. Inscripto en el taller de cocina...-

Dijo como si estuviera leyendo algo. luego sonrió ampliamente. No sabía por qué, pero sentía que su compañero estaba intrigado, y por dentro, sonreía porque no le respondería tan fácil. Además, no le gustaba andar diciendo: "soy el líder del taller de cocina. Estén a mis pies". Él era de perfil bajo, era tranquilo, muy pocas veces se lo veía en líos, y si los tenía, mayormente eran por torpeza o distracción.

Había acertado en prácticamente todos los datos que había dado, incluso sonaba como si fuera un espía o un agente del gobierno sacado de una película en la que, en este momento, el sueco debería de sacar unas pistolas y antes de disparar debería pronunciar la pegadiza frase de la tempoarada que despues miles de adolescentes la repitieran como loros... claro que ese no era el caso. Berwald dejó de comer inmediatamente y clavó su fria mirada a su aparente acosador. -¿'caso los maestr's d'n d'tos de los nuev's al'mnos a los d'mas?- Pensó entre otras muchas teorias.

-M' da 'gual si t' ri's de mi p'r 'nscribirme en c'cina...- No era algo muy profesional para Berwald estropear sus platos pero si recibió bastantes burlas de su talento, pero nadie salio bien despues de hacerlo, ni salio bien ni salio del baño despues de comer su "menú especial", si, a veces podía sacrificar su arte con tal de vengarse.

-P'ro lo qu' me ll'ma la at'nción es qu' s'pas t'nto de m'... ¿Qui'n te m'nda? ¿El dan's?- Claro, era una jugada muy esperada de su gran amigo (úsese sarcasmo en esas dos últimas palabras) danés...

Lo observó mientras hablaba, seguía sonriendo hasta que el otro dijo que pensaba que se reía de él por estar en cocina, lo cual no era cierto, realmente estaba feliz de tener a alguien en cocina, era el primero que se había inscripto por su propia cuenta, y eso lo hacía feliz, ya que pensó que el taller no resultaría bueno. Pensó muy bien las palabras que usaría, no quería molestarlo de ninguna manera, y tampoco quería que nadie supiera que era el líder del taller. Pretendía seguir con su perfil bajo y no llamar la atención de ninguna forma.

-Realmente no me río porque usted esté en cocina, sino porque yo también lo estoy.- sonrió nuevamente de manera dulce mirándolo a los ojos -N-no me manda nadie...

Cómo explicarle que por ser el líder debe saber los datos de quienes entran a su taller, pero sin decirle quién es? Sentía que se volvería loco si intentara ocultarlo de todos por un tiempo. Suspiró y sin apartar su vista de los ojos del mayor sonrió nuevamente con la sonrisa más dulce y sincera que haya mostrado hasta ahora.

-Se de usted porque es mi deber como parte de cocina... tengo que saber quienes entran, cuantos somos, y en base a eso, pensar en las cosas que se harán en el taller.-

Por dentro sintió que su idea de mantenerse como no-líder se le fue con la lluvia -por no decir otra cosa-. Pero ya estaba dicho, nunca había hablado tanto tampoco, y eso provocó que se sintiera muy extraño en ese momento. El mayor le daba una calma que otros no, lo escuchaba, y lo veía; no lo ignoraba como el resto. Capaz eso era lo que lo hacía sentirse un poco más cómodo, igualmente, su voz seguía tranquila, suave y baja como siempre.

Era su primer día. Su primer día en aquel gran, lujoso y deslumbrate colegio. Lo primero que Pedro había hecho despues del haber viajado muchas horas, era haber pasado al baño. Bueno, aunque eso nadie lo sabía así rio estupidamente al ver la entrada a la cafeteria, traia consigo demasiada hambre, ¿tal vez eran los nervios? ¿o el viaje?

Se adentro a ella, y busco algo que le apeteciese, algo sabroso que le calmara el gruñimiento de sus tripas.

El olor de diferentes comidas se coló por su nariz. No sabía por donde empezar o que comer, se sintio un poco raro ante ello, podría correr a servirse lo que quiese pero sabía que tal le mirarian mal.

“Maldición”, se dijo.

Entonces, sin saber el porque lo hacia se acerco a dos personas que conversaban o eso se veia que hacian a lo lejos. Ambos eran rubios, de ojos azules…

“Oh, me recuerdan a Alfred…”, pensó.

—Disculpen —dijo suavemente—. ¿Dónde puedo pedir algo de comer?

Asi que solo era simple interés... Bueno, no estaba nada mal no ser el único chico interesado en la cocina, pero había que reconocer que había sonado como un obseso, de esos que tienen varias fotos y varios datos en la pared de su habitación y que, sencillamente, resultaba bastante aterrador.

-'si qu' 'res el j'fe...- Siendo sinceros, ese joven no inspiraba autoridad.

Y a decir verdad... esa inocencia, esa manera de ser le resultaba muy familiar. -Ah cl'ro... mi 'sposa...- No existía un día en el que no pensara en Tino, en todo el tiempo que estuvieron juntos, en ese modo que tenía para tratar de entenderle... aunque nadie lo comprendiera, entre ellos siempre existía cierta armonía.

Pero claro... Tino se fue...

Dió vueltas con la cucharilla dentro del chocolate, del que no había probado aun absolutamente nada, su apetito había cesado en el momento que su vida pasaba por su cabeza, necesitaba una distracción.

-¿Dónde puedo pedir algo de comer?-

¿Una nueva voz? Suficiente.
Berwald posó sus dedos en el plato de galletas y lo arrastró suavemente hacia la posición del nuevo joven, sin decir ni una palabra y sin levantar la vista del recipiente.