Fiesta privada. [Lovino]

Después de salir de la fiesta esa, y sabiendo que esa decisión seguramente los jodería a ambos, le guió sin soltarle la mano, por la escaleras, pensando que seguramente había arruinado muchisimo mas las cosas, pero era demasiado tarde para arrepentirse de eso, no podía sencillamente volver al lugar y pedir disculpas, el austriaco o el alemán terminarían haciendo algo en contra de los dos de todas formas, y a él poco le importaba que lo golpearan o cualquiera de esas cosas, pero no quería que le hicieran daño al italiano... Luego intentaría llegar a un acuerdo con uno de los dos, por ahora se concetraría en distraer a su compañero de habitación para no recibir un sermón o algún golpe.
Caminó por los oscuros pasillos de la escuela, sintiendo como el italiano presionaba su mano de vez en cuando y haciendo lo mismo por alguna razón al sentirle, supuso que la escuela a oscuras también daba un poco de miedo.
Estuvo caminando durante un buen rato, además del miedo, la oscuridad también le impedía ver bien, por lo que estaba algo perdido, y no sabía muy bien a donde llevar al chico. Estaba sumido en sus pensamientos cuando repentinamente vislumbró gracias a la luz de la luna que iluminaba desde los ventanales un gran portón, pensando que se trataba de la salida, apresuró el paso hasta llegar, y entonces se dió cuenta de que se trataba del gimnasio, bueno, estaba exahusto, así que empujó la puerta de todas formas, extrañamente estaba abierta, a veces se quedaba abierto, pero era extraño igualmente. Entró y cerró la puerta tras de sí con sigilo, soltando luego la mano del italiano para ir y sentarse por ahí, haciendo señas a su acompañante para que le siguiera.

- Sé que que casi no se ve nada, pero quedemonos aquí un rato, estoy cansado. -Esbozó una dulce sonrisa mas por costumbre, sabía que el italiano no la vería por la oscuridad del lugar.- O bueno, si no quieres puedes regresar a la habitación. -Agregó luego con tono amable.

No pudo calcular el tiempo de nada, todo fue demasiado rápido. Sí, demasiado. Desde que puso un pie en la azotea para asistir a la fiesta iba con desconfianza, pero nunca pensó que todo se iría al tacho de la basura al ser descubiertos, creyó que por una vez el trío de imbéciles había hecho algo bien. No fue así, su ingenuidad le jugo una mala pasada.

Apenas notó cuando una mano tomó la propia y a jalones lo saco de aquel sitio, aguantándose un montón de insultos por eso y siguiéndole el paso como mejor podía. Ya tendría la oportunidad de decirle sus cuantas verdades al español, por que entré los escasos rayitos de luz que se colaban por las ventanas de los pasillos, pudo divisar que se trataba de él. No sabía por que rayos se tomaba la libertad de hacer esas cosas, nadie le dió permiso de cogerle de la mano. Trató de soltarse, pero al escuchar uno que otro ruido, el susto hizo que se apegara a su compañero. ¿Qué más iba a hacer?, era el único cerca y debía protegerle si pasaba algo por haberle llevado hasta allí.

Al llegar al Gimnasio y sentir como su diestra era liberada, se quedó de pie frente a la puerta. Quería matarlo, sea como sea saldrían jodidos, peor aún al escapar. Aunque de cierto modo lo agradecía, no quería ser golpeado por el come salchichas. Se acercó, sentándose a un lado del chico, con la vista fija en el frente.

- Aurrinaste la diversión, estúpido. Ahora me quede con ganas de beber algo, que mierda. -Reclamó, estirándo los brazos, perezosamente.

Todo estaba silencioso, estaba pensando en una manera de sacar al italiano de todo ese problema mientras esperaba que al menos el chico se moviera de su lugar, absorto en sus pensamientos, ni siquiera se dió cuenta cuando el chico ya estaba sentado a su lado, sólo escuchó la voz muy cerca de su oido.

- Yo no arruiné nada, los que aruinaron las cosas fueron Rode y el alemán ese, que daba miedo. -Respondió a su compañero después de haberle mirado de reojo para asegurarse de que ahí estaba.- ¿Querías beber algo?.

No lo pensó dos veces y sacó de debajo de su chaqueta una botella de ron que había llevado a la fiesta y no había logrado entregar a su amigo, destapandola para beber un poco y luego ofrecercela al italiano.

- Aún no termina la fiesta, ¿Qué te parece si hacemos aquí nuestra fiesta "privada"?, será divertido. -Se hecho a reír mientras se ponía de pie y comenzaba a tararear una de las tantas canciones que sabía.

Quiso envíarlo a volar con su estúpida idea, dos personas no podían hacer una fiesta, si que era imbécil. Pero en cuanto tuvo la botella en sus manos, pensó distinto. ¿Qué mal hacía un poquito de rebeldía?. Lo habia hecho durante casí toda su vida, una más daba igual, los iban a regañar de todos modos.

Leyó la etiqueta, no era alguna marca que conociera. Vale, no conocía mucho de licores, él sólo bebía y ya. Por lo tanto, llevó la boquilla a su boca, bebiendo de golpe. Era como fuego bajando por su garganta, quemaba, pero no desistió.

- Schifezza. -Soltó al terminar, apartando la botella e intentando ubicarle con un sólo al cerrar el derecho.- ¿De dónde demonios lo sacaste?.

"Schifezza"... ¿Qué demonios era eso?, sonaba como a un apellido, el italiano a veces le parecía divertido, y con esas costumbres extrañas que tenía, como ponerse una boina que le hacía ver como un militar, ¿Le gustarían los militares o quería verse mas viejito?, se echó a reír de repente, interrumpiendo así la canción que tarareaba y volviendo con el castaño para arrebatarle la botella y beber otro trago de golpe, y sí, quemaba y ardía, pero era mejor beberselo de esa forma, mientras más rápido se bebía, más rápido estaría divirtiendose, y a él no le gustaba demasiado divertirse de esa forma en especifico, pero quería entretener un rato al chico, tener una fiesta con él para que olvidara lo ocurrido hace un rato.
Sin decir absolutamente nada y después de un segundo trago, le devolvió la botella para que pudiera seguir bebiendo.

Generalmente no acostumbraba a beber, menos de esa forma. Su Madre se lo prohibió rotundamente luego de descubrirlo a los quince tomando cerveza a escondidas. No era tan grave, pero también había que sumar el hecho de estar ebrio en hablar guarradas frente a quienes no debía. El alcoho le hacía mal, era como si dejara salir ese ser dentro de sí, oculto en lo más profundo. Ese lado alegre, que nadie conocía y que prefería mantener a raya, por que terminaba haciendo cosas de las que luego se arrepentía.

Recibió la botella, dando otro sorbo que duro más que el anterior, emitiendo un extraño sonido por el ardor en su esófago.

- ¿Qué mierda es tan gracioso, Anto...?. -Pausó al no poder pronunciar bien la continuación del nombre.- An... Antodio. Espera, no. Antoño... An... -Se rindió, ríendo bajito por su propia ineficiencia al hablar por la ingesta de licor, ya estaba haciendo efecto.

- ¿Dónde estás?. -Dió algunos manotazos al aire en busca de su acompañante, no le encontraba, menos ahora con la distorisión en su mirar. Logró tocar algo suave al paso de unos segundos y concluyendo que era el rostro, tanteó, picandole un ojo sin querer.

Volvió a reír al escuchar los intentos fallidos del italiano para pronunciar su nombre, mientras esperaba que recibiera la botella. En realidad no paraba de reír, el alcohol estaba haciendo notable efecto en su organismo, un leve mareo se hacía presente y quería reír por todo, cuando bebía era más idiota de lo normal, muchisimo más, y estaba más feliz también, y por otro lado, también sacaba su lado de bandalo, aunque ésta vez no había sido de esa forma, por suerte.

- Estoy... aquí.~ -Dijo con dificultad al escuchar que el italiano preguntaba por él.- Justo frente a... - Le interrumpió el dolor intenso en su ojo, se apartó rapidamente llevandose una mano al lugar dañado y maldiciendo por lo bajo por si acaso.- Joder, Lovino, maldito gilipollas... ten mas cuídado, casi me sacas el ojo... -Dijo haciendo un puchero, con la voz entrecortada como uno de los efectos del alcohol.

Cuando el dolor hubo pasado, volvió a reír como idiota, tomando otro trago más prolongado que los anteriores, tenían que terminarse esa botella.

Iba a reír de nuevo, pero el insulto que salió del español le hizo callar. No conocía en totalidad los significados de las groserias internacionales, sólo las italianas eran de su completo entendimiento, en profundidad. De todas maneras no le agradó que le tratasen de 'Gilipollas'.

- Figlio di puttana, a mí no me llamas así. -Dijo con algo de molestía en su voz. Le quito la botella con brusquedad, el último resto que quedaba sería para él.- No te veo, ¿Qué carajos quieres que haga?. No fue intencional, Bastardo. -Prosiguió, dejando el objeto a un lado al acabar el contenido.

Le costaba modular bien, precisar su campo de visión y mantenerse quieto, todo daba vueltas, pero era divertido. La risa se apodero de él nuevamente y se levantó, queriendo ir en busca del interruptor para dar luz a ese lugar. Su andar no era recto, tambaleaba, por esta razón, además de los grados alcoholicos que se le subían a la cabeza, tropezó sin conseguir avanzar más de dos pasos. Su peso se fue hacía atrás, y en un intento de sostenerse de algo, volteó, cayendo de cara sobre algo blando. No era difícil deducir que estaba sobre alguna parte de su compañero, la pregunta era, ¿cuál?. Sus manos volvieron a ayudarle, palmoteado alrededor. Esas eran piernas, entonces lo que tenía pegado a su rostro era... Lo que yacía entre ellas. ¡M-Mierda!.

Se echó a reír de nueva cuenta, ya era algo que no podía evitar. "Figlio di puttana", sonaba tan gracioso, maldición, el italiano era un idioma chistoso si lo pensaba bien, como el portugés, habían palabras que daban risa.

-V-Vamos... no... no te enfades.~ -Ahora le estaba costando muchisimo más modular, y eso también era chistoso, no podía parar de reír.

Comenzó a bailar el solo mientras tarareaba una canción de esas movidas que sabía tocar en su guitarra, tropezando de vez en cuando debido a su estado, perdiendo de vista al italiano de inmediato, ya casi no veía nada más que negro por la oscuridad y sólo cuando escuchó unos ruidos se percató de que su amigo se había movido, se detuvo en seco, no quería que le dejara solo, ni que se marchara en ese estado.

- ¿Lovino?... - Dió algunos pasos, buscandole con la mirada, aunque era inutil.

No recibía respuesta de parte del italiano, así que se preocupó, lo había hecho enfadar, no había sido su intención para nada, mierda, quería disculparse, pero seguramente el chico ya no estaba en ese lugar. Estaba sumido en sus pensamientos cuando sintió un golpe en la entrepierna, no fué algo doloroso, o por lo menos no lo suficiente como para hacerle gritar y maldecir.
Lo mas probable era que su acompañante enfadado había intentado darle un golpe, pero lo que fuera permanecía en el mismo lugar, estaba comenzando a... molestarle, así que descendió con ambas manos para ver de que se trataba y sólo encontró ¿Cabello?, era la cabeza del castaño... ¿Qué demonios estaba pasando?.

- Ey... Lovino... ¿Qué estás haciendo?. -Preguntó, sintió sus mejillas arder por la verguenza, pero en pocos segundos ya se estaba riendo.- Tú también me gustas, pero no de esa forma. -Bromeó, suponiendo que el chico había caído.

Su primera reacción fue separarse, apresurado, el color rojizo que denotaba en sus mejillas fue apareciendo poco a poco, expandiéndose para encender el resto de su rostro, sobre todo cuando el hispano dijo lo último. Pudo haber sido broma, pero ¿y sino?. Hace una mílesima de segundo, tuvo muy cerca algo que no debía haber si quiera tocado. El sólo recordarlo hacía que un calor naciera en su interior, o quizás era las consecuencias de estar tan bebido. No distinguía nada, pero sabía que lo que acababa de suceder no era bueno, en lo absoluto.


- La tienes más grande que yo. -Comentó como si nada. Ok, definitivamente iba por pésimo camino. Se incorporó como su mareo le permitía, tratando de atisbar la puerta. Debía salir de ahí, ahora.

¿Qué mierda?, ¿Había hecho esa estúpidez para ver si la tenía mas grande?, ¿En qué demonios pensaban los italianos?, Joder, se estaba muriendo de la risa, ya casi perdía el aliento por eso, tenía que calmarse rápido. Intentó pensar en cosas más serias y lo logró a medias, al menos ya había olvidado el incidente de la entrepierna, ahora quería bailar.

- Ey, Lovino, esto es una fiesta, así que debemos bailar, ¿No?, sé que no hay música, pero no es necesaria.~

Buscó con una de sus manos el brazo del chico que apenas conseguía vislumbrar, al encontralo le jaló con fuerza obligandole a acercarse hasta que sus cuerpos quedaron a pocos centimetros de distancia, era una verdarera pena el no poder ver con claridad el maravilloso rostro del italiano, una de las cosas más bonitas que había visto, pero si podía sentir su cuerpo cerca iba a ser mucho mejor... No, pero... el italiano no le gustaba en absoluto, era un buen compañero de cuarto y esperaba que fueran amigos nada mas alla, y todo lo que le estaba pasando por la cabeza en esos momentos eran pensamientos provocados sólo por el efecto del alcohol, eso siempre pasaba, siempre... Bueno, tal vez si le gustaba un poquito porque era guapo.

- ¿Bailamos?. -Le dedicó la mejor de sus sonrísas.

No le dió tiempo si quiera de pronunciar una letra, cuando reaccióno, tenía la humanidad del español demasiado cerca, no le ayudaba para nada a calmarse, por el contrario, el calor que hace poco se acrecentaba por dentro, aumentaba.

Pudo empujarle para recuperar su espacio, pero no, prefirío apegarse lo faltante, posando el brazo izquierdo sobre uno de los hombros del muchacho. Era como si le hubiera impuesto un desafío.
No sólo sus cuerpos estaban tan juntos, sino también sus rostros. No le veía ni un cabello, con suerte avistaba sus ojos cuando alguna luz tenue se filtraba por la pequeña rendija de arriba del Gimnasio.


- Verdes. -Musitó en un murmullo, su respiración se mezclaba con la del otro y unas increíbles ganas de besarle crecieron. No, no... Maldito Ron, ya le hacía actuar como marica.

A juzgar por la actitud que había estado demostrando el italiano los últimos días, no parecía para nada una de esas personas, esas que sentían atracción por el mismo sexo, como él mismo. Por esa razón fué una sorpresa para él el sentir como el cuerpo del menor se pegaba al propio de esa forma tan... sugerente, y sí, él le había pedido que bailaran, pero jamás tuvo la intención de acercarse más de lo que estaba permitido, es decir, no pretendía tocarle si quiera, aunque la perfecta y exquisita anatomía de quien tenía al frente se lo estaba pidiendo a gritos, no estaba tan borracho como para pasar los limites e ir más alla, la idea era sólo entrar en calor y bailar hasta el cansancio para luego volver a la habitación a dormir.
Su sonrísa se borró por completo, estaba entendiendo poco o nada de lo que en ese preciso instante estaba ocurriendo, porque además de sus cuerpos pegados, sus rostros estaban tan cerca que si se movía solo unos centimetros entonces podría besarle, y probablemente era por los efectos del alcohol, pero podría haber jurado que sentía el calor del cuerpo de su acompañante traspasando todos los obstaculos que representaban las ropas de ambos y filtrandose por su piel, colandose incluso hasta sus huesos, era como el fuego, pero un fuego que no dañaba al quemar, que más bien provocaba una sensación agradable, infinitamente agradable.
Observó detalladamente el rostro del italiano gracias al pequeño rayo de luz que había logrado filtrarse e ignorando por completo lo que acababa de decir, y Dios, era perfecto, y esos labios, nunca había deseado de esa forma los labios de nadie, lamentablemente estaba decidido a no sobrepasarse, no quería que alguien le odiara por eso, así que se limitó a rodearle la cintura con un solo brazo y de la forma más discreta y prudente posible para comenzar a moverse con lentitud y esperando que su pareja de baile pudiera seguir su ritmo.

- Cuando estes cansado entonces dimelo. -Pidió con seriedad, la verdad es que le estaba costando contener todos sus deseos.

¿Qué mierda?, ¿Por qué había cambiado tan drásticamente?, ¿No era él quién se había insinuado?, indirectamente tal vez. ¿Y si lo mal interpreto?, que frustración. Le pasaba muy seguido, tergiversaba lo que la gente le decía o trataba de explicar, y es que no podía ser menos con la clase de compañeros que tenía, tan bizarros y liberales, si hasta a él mismo se le habían lanzando encima un par de veces.

Por más que pareciera extraño, podía asegurar que en algún momento vió esa chispa en esas pupilas cristalinas con las que cruzó miradas, eran los ojos más lindos y profundos que vío jamás, le hipnotizaban. Un poquito más abajo estaba la boca, esa que le llamaba a probarla, maldita sea, quería hacerlo, quería saber como bésaba el español.

No es que no estuviera al tanto de que se trataba de un hombre, el haber chocado con el bulto entre las piernas le había dejado más que claro que era así, pero ya no razonaba ni un tercío. Su instinto le empujaba a actuar, y ni tonto ni perezoso, obedeció, terminando por juntar sus labios con los del moreno en un beso torpe. Suaves... Tal como pensó.
Sus pies no respondían muy bien al mandato de seguir los pasos y sus manos se colocaron con cierta tímidez en las mejillas de quién tenía enfrente.

Fué cuestión de un segundo, incluso menos de eso lo que le tomó al italiano acercarse hasta romper completamente la distancia restante entre las dos bocas, y él estaba petrificado, sorprendido, ¿Es que acaso su cuerpo estaba tan intoxicado con alcohol que ahora incluso alucinaba?, ¿O su deseo de tenerle era tan fuerte que le había hecho perder completamente la cordura?, nada de eso, todo era tan real que hasta dolía, los suaves labios del italiano sobre los propios le estaban quemando, sentía como cada centimetro de su cuerpo parecía derretirse con cada roce, no podía más... Correspondió al beso como debía, intentando seguir el torpe ritmo del italiano mientras su pies y su cuerpo aún se movían como si siguieran el galope de alguna canción, una balada.
La diestra que yacía ahora sobre el costado de la cintura del chico, descendió lentamente hasta la espalda baja, casi cruzando los limites que la poca cordura estaba intentano poner a los deseos para frenarlos, era como una lucha interna entre la prudencia y la lujuria.
Empujó con delicadeza, moviendo de forma impereceptible sus caderas para así juntar su pelvis con la contraria muchisimo más de lo que estaba permitido y ahogó un suave quejido en la boca contraria al sentir la hombría del chico rozando la propia por sobre las ropas.

- N-No sabía que ésto... que querías ésto... -Murmuró entre jadeos después de haberse separado escasos centimetros de la boca de su compañero para recuperar el aire perdido.

Aquel beso, a pesar de la torpeza, le había llevado al cielo, casi tocando las nubes con las manos. Quizá era por lo ebrio que se encontraba... Le atraía más la idea que fue a causa de esos dulces labios españoles los que le brindaron tan agradable sensación. Más aún cuando ambas caderas se apegaron a tal punto de sacarle un gemido corto y bajito, que murio en la boca del otro. No era normal que sintiera ese tipo de cosas con un chico, pero a la altura que estaban, no había vuelta atrás, ni siquiera podía pensar en las consecuencias, sus neuronas hacían las maletas para irse de viaje. El fervor que le invadía, era clara señal de lo caliente que estaba, no había otra manera de describirlo. Quería otro beso, subir otro nivel para llegar más allá. Si hasta follarselo en plena cancha le resultaba llamativo, debía estar loco, pero le daba igual.

Rodeó el cuello de quién le alteraba las hormonas sorpresivamente, atrayéndole para atrapar el labio inferior del mismo con los dientes, en respuesta. Tironeó despacio, juguetón, sin quitarle la vista de encima. El rubor en sus mejillas, provocado por el licor, se intensificaba y su respiración se acelebra al compás de sus fuertes latidos.


- Q-Quiero... -No terminó la frase, una de sus manos se aventuró bajo la camiseta del muchacho, acariciando con la yema de los dedos el abdomen, dandóle a entender así lo que pretendía.

Era increíble, jamás se había sentido de esa forma con absolutamente nadie, el italiano malhumorado lograba encenderle, por así decirlo, de una forma impresionante, cada movimiento por mínimo que fuera le hacía desearlo cien veces más, sentía que el peligro estaba demasiado cerca... para él no era extraño estár haciendo esas cosas, pero seguramente el italiano estaría arrepentido después.
Justo cuando había logrado controlarse un poquito y estaba pensando en apartarle y huír a "autosatisfacerse" por ahí, entonces el castaño le atrapó rodeandole el cuello con uno de sus brazos, y no sólo eso, ahora estaba mordisqueando su labio inferior, lo que para él significaba una señal de completa sumisión, de estár entregandose a lo que en ese momento sólo podía llamarse lujuria.
Y ya no pudo pensar mucho mas en los "buenos modales" cuando los dedos del chico acariciaron la piel de su abdomen, ¿En que momento habían logrado colarse bajo la ropa?, estaba tan distraído intentando distinguir en la oscuridad esos labios que tanto ansiaba, que no se percató de eso. Un leve escalofrio recorrió por completo su espalda, los dedos de su compañero estaban un poco fríos, pero ese mismo frío contacto le hizo arder completamente, todo su cuerpo estaba reaccionando por instinto y él ya no podía detenerlo.
Detuvo en seco el baile, obligando a su pareja a detenerse con él, le buscó el rostro con la mirada y al encontrarlo le comió la boca de un efusivo y fogoso beso, paseando una de sus manos de forma casi desesperada por la espalda, sin saber donde detenerla, mientras la otra se colaba sin ningún disimulo bajo los pantalones por la parte trasera, empujando sin demasiada delicadeza para apegarle más si era posible.
Estaba perdido, al parecer su cabeza ya no razonaba, actuaba sólo por instinto y ya no podía detenerse, y para peor, la puerta estaba abierta y cualquier persona podría llegar y entrar en cualquier momento... ya no le importaba.

De estar en sus cinco sentidos, le hubiera regalado un empujón al ojiverde, apartandolo e insultandole como sólo él sabía, pero no lo estaba, por consiguiente, aquel frenetico beso le hacía sentir tan bien, más si era acompañado por esas caricias desesperadas.
Eso sí, no pudo evitar dar un respingo cuando una mano invasora avanzaba bajo su ropa, tocando su trasero sin ningún pudor nada más para volver a sacarle un quejido al tener el cuerpo del castaño junto al propio, como si quisieran fundirse en uno solo.

Su lengua fue abriendose paso en la boca enemiga, recorriendo a sus anchas la húmeda cavidad hasta toparse con la contraria y enredarlas, mezclando su saliva del modo más obseno que podía.
No se quedo atrás, utilizó la mano izquierda para copiar la acción del hispano, colocandola directamente sobre la cola de éste y, joder, era el culo más perfecto que había tanteado en años, tan firme y con las medidas justas. Trazó con la palma ese lugar, marcando la forma círcular que tenía, dando un rudo agarrón, al no poder contenerse.

Le estaba costando demasiado trabajo el retener su antojo de poseerlo, demostrandolo al empujarle bruscamente contra una pared cercana. Que viniera quién quisiera, le dijeran cualquier cosa, todos y todo podían irse a la mierda, quería hacer suyo a ese español parlanchín, nadie se lo iba a impedir.

Al sentir la lengua del italiano en su boca, la buscó con la propia para así poder enredarlas, nunca antes un beso había sido mas excitante que ese, había logrado encenderle por completo y ahora podía sentir la dolorosa presión que hacía su entrepierna contra la ropa interior, y necesitaba al menos saber que el italiano estaba igual que él en ese instante, así que casi por instinto frotó su propia hombría contra la de él, incitandole a hacer lo mismo.
Las caricias ya le arrancaban sugerentes gemidos que continuaban ahogandose en la boca contraria, pero al menos llegaban a escucharse, y no le importaba, en ese momento todos sus sentidos estaban debilitados, lo único que le pedía su cuerpo era más, su piel y todo su ser necesitaban del contacto de quien en ese instante podría ser llamado su amante, ya se había rendido ante el deseo y no había vuelta atras, definitivamente no la había.
En pocos segundos ya se encontraba acorralado contra la pared, y estaba tan absorto en ese increíble beso que ni siquiera se percató de ello hasta que sintió el frío de la muralla a traves de sus ropas, entonces detuvo el beso y se separó de forma repentina y abrupta, sentía como si hubiera despertado de algún sueño. Miró a su compañero con notoria sorpresa, las mejillas ardiendo y la respiración entrecortada, tal vez si habría vuelta atras...

No podía creerlo, ¿por qué demonios tenía que detenerle justo ahora?, cuando su ambición eran tan grande, cuando su cuerpo respondía con gusto a cada toque, cuando sus gemidos afloraban sin pudor alguno gracias a la fricción que había entre ambos, cuando por fin aceptaba el hecho de que su compañero causaba mil y un emociones mezcladas con el apetito de marcarlo como propiedad.

Tenía que ser sólo para recomponerse un poco, o al menos eso pensó, por que después de un par de minutos, no más de dos, se abalanzó de nueva cuenta contra la boca del de ojos verdes, ejerciendo una presión sorprendente, similar a la que sentía entre sus piernas, para secuestrar hasta el último aliento de su opuesto en un beso. Su palma derecha se apoyó en la muralla, utilizando la contraria para regresar a las caricias bajo la ropa ajena.

Maldición, lo ansiaba de sobremanera, por primera vez en su vida se soprendía de si mismo, el estúpido de Antonio le nublaba la razón en todos los sentidos.

Le era dificil creer que quien tenía encima ahogandole con el frenético ritmo del beso se tratara del italiano, pero sí, era él, y parecía disfrutarlo como nunca había disfrutado de nada desde que le conocía, ni siquiera de una de todas esas revistas de chicas lindas que abundaban en la estantería destinada para el material de estudio. Aquello le hizo pensar, ¿No estaría confundiendole con una de esas exhuberantes modelos de revistas?, a pesar de que no tenía ni siquiera un parecido a ninguna de ellas, el alcohol causaba estragos en la mente y el cuerpo y no era bueno, y fuera lo que fuera que el, ahora excitado y "mas alegre" compañero de cuarto estuviera pensando y pretendiendo, seguro al día siguiente estaría completamente arrepentido, y no podía permitir algo así, por más que su entrepierna y todo su cuerpo se lo pidieran, al menos su alcoholizado estado no era tan grave y le permitía pensar con cierta claridad.
Con toda la fuerza de voluntad que le quedaba, se detuvo y le apartó con brusquedad, acomodandole las ropas y los cabellos sin más, para luego alejarse a duras penas con la suerte de que gracias a la oscuridad el otro no le vería.

- Ésto n-no está bien... no estámos en nuestros cinco sentidos, l-luego... tú estarás arrepentido... -Dijo como pudo, haciendo lo posible para que el castaño no notara los jadeos.

No podía explicarse como todo había pasado de algo maravilloso a nada tan rápido, a penas logro percatarse de que los jugosos labios del moreno ya no estaban junto a los propios. Y cuando pudo reaccionar esas palabras calaron en sus oídos, arruinando por completo la ocasión. ¿Arrepentirse?, ¿De qué mierda estaba hablando?. Bueno, quizás si lo pensaba con mayor detenimiento, sin ninguna gota de licor encima, bien conciente, sí, era posible, pero eso no quitaba la rabia que comenzaba a crecer por dentro.
Le había humillado, ese maldito imbécil le había dejado así, como si se tratara de cualquiera.

Sus puños se apretaron tanto que dolía, quiso golpearle, matarlo si era necesario, pero gracias a algún milagro se contuvo. No podía mirarle debido a la oscuridad del sitio, pero de cualquier modo le fulminó con sus ojos, o al menos eso creyó.

- Vale. -No mencionó nada más que esas cuatro letras, encaminándose a la salida, sin falto de tropezones por sus inestables piernas.


No quería volver a verle nunca, si se lo topaba, lo ignoraría, y a pesar de compartir habitación, no le diriguiría la palabra ni aunque le pagaran millones por ello. El hispano no lo merecía, no después de esto. Y en parte él mismo era un idiota por tener la vaga ilusión de que en algún momento el compañerismo que habían formado se tornara en algo más allá. Sí, era un estúpido de primera, además de marica, no volvería a tener esperanzas con nadie de la calibre del de ojos verdes. Jodidos españoles cabezotas, en lo que le quedaba de vida entablaría conversación con alguno, eran todos iguales.
Ese pensamiento rondó su cabeza todo el trayecto de regreso a su cuarto, e incluso parte de la mañana siguiente, sin contar la resaca.