Mal intento de compañerismo. [Privado]

Sin lugar a dudas éste había sido el peor día de toda su vida. De por sí comenzó con el 'pie izquierdo' al caerse de la cama por dar un giro demasiado brusco, luego le tocó la mala suerte de toparse con gente desagradable, como ese jodido Prusiano o el estúpido de su hermano que le hizo retrasar, ya llegaba tarde a clases. En la cafetería la cosas fueron de mal en peor, parecía que su torpeza se hacía notar de sobremanera, tropezando varias veces pero consiguiendo mantenerse en pie, con la bandeja firme en sus manos. Lamentablemente, todo se le volco al sentarse, ¿podía ponerse aún más mal?. Pues sí, regresando a su habitación para cambiarse las prendas sucias del uniforme, descubrió que ya no le quedaban camisas limpias, aunque eso no era nada más que culpa de él mismo por perezoso y no darse el tiempo de ir hasta la lavandería. Como si eso fuera poco, el exámen de matemáticas fue un asco, recibió un lindo regaño y castigo por parte de uno de los profesores por lanzar un misero papel al chico del puesto delante del suyo, con el cuál después se puso a discutir. A eso hay que sumarle el hecho de que, su Madre llamaba cada vez que podía al movíl, insistiendo en que cuidara de Feliciano, comiera bien, no hiciera tonterías, etcétera.

Nada corría a su favor, era molesto y agotador, por lo que prefirió no volver a salir del cuarto. Buscó entre sus revistas una que llamará su atención, o que no hubiera leído completa, se dejó caer sobre su cama, apoyando la espalda contra el respaldo y estirandose antes para desperazarse, comenzó a ojear el artículo en sus manos. Fueron minutos de paz y agradable soledad, silencio. Todo gracias a que por su 'mal comportamiento', se quedaría sin compañero de habitación. ¡Já!, gran cosa. Odiaba a ese estúpido enano que tenía al lado. Era un total nerd que no hablaba más que de computadoras o cosas por el estilo, es decir, aburrido. Ahora estaría más tranquilo, sin nadie que estorbara, todo lo que yacía entre esas cuatro paredes sería suyo, su espacio. Al menos eso pensó, por que justo cuando cerró la revista para incorporarse, con la intención de ir a por algo de comer, la puerta se abrió, dando paso a un desconocido que llegaba con todo y maletas. ¡Demonios!.

- ¿Quién rayos eres tú?, ¿Y qué diablos haces aquí?. -Preguntó directamente con evidente fastidio. Era un poco más alto, moreno, con una estúpida sonrisa pintada en la cara y aires de alegría que le repugnaban. Perfecto, lo que faltaba, otro idiota más con quién debería compartir la litera, seguro.

Su día había sido algo ajetreado, con todas las actividades del club de deportes, los examenes y los estudios, no quería volverse un mal estudiante así que siempre intentaba estár al tanto con todo, pero no había sido un mal día, a veces era mejor cuando no tenía tiempo, pues no había muchas cosas para hacer cuando disponía de él y al menos siempre tenía media hora para tomarse una siesta.
Al llegar a su habitación se recostó sobre la cama dispuesto a dormir, olvidando por completo que debía estár en la nueva habitación antes de que oscurecira, por suerte logró recordarlo antes de quedarse completamente dormido y se puso de pie inmediatamente para terminar de empacar sus cosas.
El año había comenzado hace poco y debido a la cantidad impar de alumnos le había tocado una habitación para él solo, aunque le dijeron que eso no duraría mucho, y en efecto no le duro demasiado, por suerte, estaba bastante aburrido de estár solo, no tenía con quien hablar o a quien contarle lo ocurrido en el día, sólo llegaba a dormir y eso le parecía bastante aburrido, le gustaba dormir, pero no podía pasar durmiendo todo su tiempo libre, que a veces era mucho.
Empacó todo rápido y se aseguró de no olvidar nada y dejar la habitación impecable para los que vendrían después, agarró su bolso, las maletas con sus útiles y su ropa, su guitarra y salió del lugar para subir al cuarto piso, fué bastante cansador, además de que ni siquiera había podido dormir su siesta, por lo que estaba mas distraido que de costumbre, aunque nunca dejaba de sonreír, quería dar una buena impresión a su nuevo compañero.
Tenía la llave, así que ignorando completamente que su nuevo compañero podría estár haciendo algo que necesitara de privacidad, y olvidando lo que le habían dicho acerca de él: "Un italiano bastante complicado", abrió como si nada. Al abrir, su sonrisa se borró por segundos, el lugar estaba increiblemente desordenado y un chico catsaño le miraba con cara de pocos amigos, para peor, las palabras con las que le recibió fueron... decepcionantes.

- Yo... -Volvió a sonreír, no debía desanimarse, eso se podía ordenar, y tendría su propio espacio, además lo mas probable es que el chico estuviera de malhumor porque no había golpeado antes de entrar.- Lo siento, no fué mi intención, había olvidado que me encontraría con alguien al llegar. Por cierto, soy tu nuevo compañera de habitación, mi nombre es Antonio, tu debes ser Lovino, ¿No?.

Dejó sus maletas sobre el suelo y cerró la puerta, mirando a su alrededor, esperaba poder ordenar ese desorden, era... descomunal, por decirlo de alguna forma.

Tal cuál como temía, sería con quién debería compatir su espacio. Sí, por que ya lo había reclamado como suyo. De todos modos, ¿qué iba a hacer?. No quería más problemas con los superiores del Instituto, ya tenía bastantes. Volvió a sentarse en el borde de la cama, cruzando los brazos a la altura del pecho y mirándole con el entre cejo fruncido, para marcar su molestia. ¿Por qué siempre le tocaban los idiotas?.

Tal vez, si le hacía la vida imposible durante la estancia, el muchacho se aburriría y pediría que le cambiasen de habitación. ¡Buena idea!. Al fin y al cabo, todos terminaban por cansarse de su forma de ser y le dejaban solo, no era novedad y estaba acostumbrado.


- Sí, ese es mi nombre. Bien, si vas a estar aquí hay algunas cosas que debes saber. -Comenzó, en tono autoritario.- Éste es mi lado y ese el tuyo, la cama de arriba es mía, si quiero silencio, te callas y por sobre todas las cosas, no pases las líneas para invadir mi espacio personal o las cosas saldrán mal.


Era un gran inicio, ya podía irse despidiendo de ese chico, estupendo.

Seguía con esa cara de malos amigos, pero tal vez era por las facciones de su rostro, bueno, como fuera no le parecía alguien desagradable, sólo un "poco" desordenado.
Escuchó con atención lo que el italiano tenía para decir y luego asintió, con la misma sonrisa que había tenido durante todo el rato que llevaba ahí, iba a ser algo dificil estár en silencio, pues le gustaba tocar la guitarra y hablar, pero lo intentaría, quería llevarse bien con su nuevo compañero. Eso era lo más dificil, lo demás no le parecía una dificultad y era lo correcto.
Sin decir nada, caminó con sus maletas hasta la cama de abajo, las dejó a un lado y se arrodillo para comenzar a desempacar.

- ¿Podrías ordenar tus cosas?, ésta habitación está muy desordenada y apesta, como si nunca la hubieran limpiado, me gustaría limpiarla. -Dijo todo con el tono de voz más amable, las mejores intenciones del mundo y la misma sonrisa de siempre, sin darse cuenta de que probablemente sus palabras no eran demasiado amables.- Luego celebraremos que somos compañeros, ¿Te gustaría comer algo en especial?. -Desvió la vista de su maleta unos segundos para mirar al chico, esperando su respuesta.

Al parecer todo iba bien, si todo iba bien, siempre sería así, pensaba.

Maldita sea, no había funcionado. El primer paso falló, a la basura. No le iba a ser tan fácil en ese caso, pero no se rendiría. Recuperaría su lugar y su soledad, que muy bien le quedaba.

Abrió la boca para continuar con su discurso de reglas, pero al escuchar las palabras del recién llegado, fue como si la poca paciencia que tenía, desapareciera, denotando aún más su mal humor. ¿Quién mierda se creía ese tipo?, no era nadie para decirle eso, su habitación estaba bien así, además si limpiaba, pocas veces, pero lo hacía. Y una mierda, podía celebrar solo, no le interesaba socializar, mucho menos con alguien así.


- Haz lo que se te de la gana. Y no, no tengo hambre. -Respondió seco y cortante, levantandose de nuevo para estirarse una segunda vez, quitandose la pereza de encima.

Escuchó la respuesta del chico y sencillamente asintió, tal vez no estaba de humor y no era bueno molestar, así que decidió que comería algo el sólo.
El problema era que aquél inmenso desorden se veía bastante desagradable, encima no sabía donde poner sus cosas porque todo estaba sucio, lleno de polvo o ocupado por las cosas del italiano, y no quería ni siquiera pensar en como estaría la cocina, el ver la habitación le hacía ponerse mas cansado de lo que ya estaba.
Sacó con sumo cuídado el pequeño cuadro con la fotografa de su madre para dejarlo sobre la cama, luego observó una última vez al chico, se sentía molesto porque el orden era necesario, pero seguramente había tenido un mal día y era entendible, también parecía cansado, así que, a pesar de su propio cansancio, no lo pensó dos veces, dejó el equipaje, se puso de pie.

- De acuerdo. -Fué lo único que dijo y dió un suspiro antes de comenzar recogiendo las ropas, una por una y con delicadeza, apartando las que parecían sucias y dejandolas a un lado, y doblando las limpias para dejarlas sobre la cama.

Iba a ser una tarde bastante cansadora, y aún le faltaba ir por su tortuga y sus tomatitos.

Le miró de reojo durante algunos segundos, fijandose en cada detalle y expresión de quién sería su acompañante por el resto del año, sino lograba su cometido. La sonrisa que caragaba desde que entro le nervaba, aunque ahora parecía haberse borrado un poco. Quizás haber subido cuatro pisos con tales maletas le agoto... Bah, tenía que sacarlo de ahí a como de lugar.

¿Y si fue demasiado cruel?, maldito sentimiento de culpa que siempre llegaba en malos momentos para joder todo. Se acercó con disimulo, fingiendo estár pendiente de otra cosa y una vez al lado, le ayudo a recoger un par de prendas, sobre todo por que eran suyas y no quería que viera cosas que no debía.


- No digas nada. -Ordenó al sentir la mirada del chico sobre sí.

Le observó sin entender y al escucharle decidió obedecer y permanecer en silencio, aunque no sabía si debía dejar de ordenar las ropas o continuar, optó rápido por la primera opción, dejando al italiano solo para correr al librero y ordenar todas esas revistas extrañas, todas con chicas bonitas en las portadas, lo hizo rápido y continuó por el armario, que estaba casi vacío, claro, toda la ropa estaba fuera de él y por suerte la que no estaba fuera estaba perfectamente ordenada, al parecer era la que el chico nunca usaba. Así termino de ordenar todo rapidamente para después dedicarse a limpiar, ignorando por completo al italiano, obviamente, sin la intención de hacerlo, pero concentrado en su tarea.
Al terminar de limpiar y ordenar sus pertenencias y su cama se secó con la manga de la chaqueta el sudor de la frente, obserando con una sonrisa de satisfacción el buen trabajo que había hecho y lo reluciente que estaba la habitación ahora. Después de todo, e ignorando olimpicamente al italiano y lo que estuviera haciendo, por la sencilla razón de que había olvidado que estaba ahí, salió de la habitación para ir en busca de lo último, sin decir absolutamente nada y cerrando la puerta tras de sí.

No se percato que había quedado solo hasta que escuchó el sonido de la puerta cerrandose. Entonces se incorporó, aún cargando algunas de sus prendas entre sus brazos y mirando directamente hacía la salida, confundido. ¿Qué carajos había sido todo eso?, ¿El muy idiota le había ignorado?, sinceramente se creía mucho y eso no lo iba a permitir. Eran sus cosas, su habitación, su lugar.

En un arrebató, tomó todas las cosas que el moreno dejo en los sitios que correspondía, lanzandolas al aire, sin importarle donde cayeran y así desordenar todo de vuelta. Una vez logrado, observó su alrededor satisfecho, ya sólo cabía esperar a que regresará para verle la cara. Le daría una lección, ese idiota acababa de pasar a su lista negra, donde yacían la mayoría.

Bajó lo más rápido que pudo hasta su antiguo cuarto, con una sonrisa de oreja a oreja, todo estaba impecable en la otra habitación, sólo le faltaba cocinar algo porque moría de hambre y como ya estaba anocheciendo se iría a dormir temprano, estaba bastante cansado y lo peor es que no había logrado dormir su siesta de todos los días, pero por suerte ya había hecho todos los deberes, podría irse a la cama en paz, luego de haber comido, y sin preocuparse por nada más.
Llegó a la antigua habitación, sacó el pequeño acuario, sosteniendolo con un brazo, metió la llave en el bolsillo y luego agarró la maceta con los tomates, hechó una última mirada al lugar para asegurarse de que no había nada mas y salió, dandole un golpecito a la puerta con el pie para cerrarla. Mientras subía pensaba que su compañero no parecía desagradable y recordó que había olvidado decirle a donde iba, pero no era algo tan tremendo, seguro le perdonaba por ese descuido. Al llegar, dejó ambas cosas sobre el suelo para sacar la otra llave de su bolsillo y abrir.

-¡Ey!, lo siento, me fuí... -Fué lo último que dijo antes de ver el desastre que había en la habitación, la sonrisa se le borró por completo, por suerte no llevaba el acuario ni la maceta en las manos, porque las hubiera dejado caer seguro.- ¿Q-Qué pasó?... -Preguntó, intentando volver a sonreír, aunque quería llorar.

Entró en el cuarto de nueva cuenta para asegurarse de que al menos la foto de su madre permanecía donde la había dejado, y ahí estaba, al menos eso fué un alivio.

Ahí estaba, casi podía percibir la decepción en el rostro del chico, lo había conseguido, sólo un poquito más y podría verle llorar. Que bien se sentía, era abusivo en cierto modo, lo sabía, pero si así aprendería a respetarle, bastaba.

Se hizo el desentendido, pasando las manos trás su nuca para entrelazarlas y cerrando los ojos al recostarse sobre la cama de abajo, descaradamente, para que fuera más creíble. Incluso fingió no escucharle, tarareando alguna canción en su idioma. En unos minutos gozaría de su preciada soledad nuevamente, ese español, por qué era español, ¿no?. Su acento le hacía concluir aquello, pero la curiosidad le ganó de todas formas, olvindando su cometido e incorporadose hasta quedar sentado para hablar.

- ¿De dónde eres?. -Interrogó como si nada hubiera pasado, ignorando el hecho de que el cuarto era un verdadero desmadre.

El chico le ignoraba por completo, encima se había acostado sobre su cama, la que había ordenado hace un rato, que ya estaba desordenada... No entendía absolutamente nada, ¿Qué demonios había ocurrido?, el italiano se veía tan tranquilo, seguramente le gustaba el desorden y así quería estár.

- Lo siento... -Murmuró, suponiendo lo último que había pensado era cierto, y sin su habitual sonrisa, aunque dedicandole una lo bastante convincente.

Salió del lugar para entrar con las cosas por las que había ido hace un rato, una la dejó sobre el escritorio y la otra cerca de la ventana, esperando que el castaño no dijera nada, luego ordenó rapidamente todas sus pertenencias que el italiano había dejado tiradas por ahí, que no eran muchas, para después dirijirse a la cocina.
Sacó sólo de los ingredientes que él había llevado y guardado con cuídado en el correspondiente lugar para así poder comenzar a cocinar, era un alivio que la cocina an estuviera ordenada, entonces escuchó la pregunta.

- De España. -Respondió.- Voy a preparar comida tipica de mi país, ¿Quieres comer?.

¿Era que éste tipo nunca iba a ceder?, ya se estaba volviendo completamente insoportable. Sus planes se iban por la borda, comenzaba a desesperarse. Estaba pensando en levantarse para ir y jalar al hispano fuera de la habitación, lanzarle sus cosas por la cabeza y decirle que se fuera a la mierda y no regresara. Pero de alguna forma, muy en el fondo, bien arrinconada, estaba esa sensación agradable, que le anunciaba que tal vez no todo sería tan malo si se acostumbrababa.

- De acuerdo. Pero sino me gusta, la vomitaré. -Contestó de mala gana, aunque con una diminuta sonrisa socarrona en el rostro.

Inconcientemente, quizá, se agachó para recoger algunas cosas y regresarlas a su lugar original. Puede que haya sido idea suya pero, ¿estaba cambiando de parecer?.

Bueno, era lo lógico, ¿No?, no a todo el mundo iba a gustarle su comida, así que ante el cometario del italiano se limito a reír, el tío tenía buen sentido del humor.
Comenzó a preparar la paella, bastante pobre, ya que no tenía suficientes ingredientes como para hacer algo más "profesional" o delicioso, al menos lo iba a intentar.

- Tal vez algún día prepare pasta o algo de comida tipica de tu país, seguro te va a gustar, no soy tan mal cocinero. Mi padre siempre decía que cocinaba bien, y nunca quería ir a comer afuera porque mi comida le recordaba... -Decidió callar en ese punto, no quería recordar a su madre porque era un buen momento y seguro lo arruinaría si se ponía triste, no era la idea. Esperó unos segundos en los que pensó que debía decir antes de continuar.- Bueno, cocino bien. -Agregó, hablando sin el mismo entusiasmo esta vez.

Terminó de preparar la comida después de largo rato en el que permaneció en silencio, concentrado en lo que hacía, y entonces salió de la cocina con dos platos y los cubiertos, dejando uno de ellos sobre el escritorio del chico y mirandole con una sonrisa.

- ¿Vas a comer?, seguro que te va a gustar, y si no... bueno, puedes vomitarlo.- Volvió a reír al decir lo último, esperando la respuesta del italiano.

Sin duda su comentario le había dado gracia al ojiverde, no es lo que haya hecho con ese proposito, pero en fin, ¿qué más daba?. Estaba algo cansado, la verdad. Tal vez mañana podría continuar con su plan para echar al español, lo que quedaba del día lo aprovecharía para saciar su hambre, hace horas que su estómago pedía por algo de comer, pero lo había dejado pasar por la imprevista llegada de quién ahora tenía de pie a un lado del escritorio, sonriéndole tan amistosamente. Un leve rubor subió a sus mejillas, tiñendolas de un tenue color rojo.

Desvió la vista en cuanto lo noto, acercandose con cierta desconfianza pero sentandose finalmente para tomar los cubiertos y sacar algo del extraño plato. Jamás había visto esa comida, bueno, después de todo no le apatecía probar nada de afuera, era demasiado nacionalista cuando se trataba de alimentos.


- Vomitaré encima de tí si me resulta asqueroso. -Amenazó, llevando la cuchara cargada de comida a su boca. Masticó durante largos minutos, saboreando con detalle, pero manteniendo su ceño fruncido.- N-No está mal. -Dijo con sorpresa, admitiendo para sus adentros que era delicioso.- Pero más te vale hacer pasta la próxima vez, veremos si te queda tan buena como dices. -Continuó, para no perder su esencia de mal humorado

Se sentó en su propio escritorio también para probar de su plato, escuchando a su compañero con atención y riendo de nueva cuenta ante el primer comentario y asintiendo luego con una enorme sonrisa pintada en la cara ante el segundo, en señal de agradecimiento, era genial que encontrara su comida buena, así podría cocinarle todos los días y seguramente se llevarían bien, el italiano era agradable a pesar de que parecía un poquito malhumorado y bastante directo, bueno, eso le agradaba, la gente directa era mas sincera.

- Claro, si quieres puedo hacerlo mañana, no sé muy bien como lograrlo, pero puedes ayudarme, ¿No?, o en el peor de los casos buscaré la receta en internet, mi notebook debe estár por ahí. -Buscó con la mirada mientras terminaba su plato.- Cierto, ¿Quieres acompañarme mañana a comprar los ingredientes?, ni siquiera tengo fiedos. -Le miró ilusionado, esperando que su respuesta fuera afirmativa.

Se ahogó con un pedazo de carne, que se fue por mal camino, al oír la invitación del ibérico. Le había tomado de sorpresa, y ahora se estaba casi muriendo. Tosió estrepetisomente repetidas veces, levantandose para pasearse y buscar la forma de recuperar el aire perdido. El color de su rostro se tornaba azul o morado, necesitaba oxígeno urgente.

Movió los brazos de arriba a abajo, señalando después su garganta, para indicarle a su compañero que le ayudase, sin parar de toser. Vió su vida pasar frente a sus ojos cuando sintió que se mareaba, en cualquier momento perdería el conocimiento. Bueno, si fallecía, se encontraría con su querido Abuelo en el cielo, a menos que se fuera al infierno, que era una posibilidad considerando lo acontecido durante estos años. Si ese fuera el caso, volvería para atormentar al mayor por haberlo matado.

Ah, que pésima infancia tuvo, no extrañaría a nadie. Gracias al cielo no moría virgen, eso si hubiera sido patético. Addio, Mamma, Pappa. Y toda la otra cantidad de zoquetes que lo rodeaban, que se jodieran. ¡Sobre todo Antonio!.

Cuando el italiano comenzó a toser, pensó que sólo se trataba de uno de esos ataques de tos que cualquiera podría tener, y seguramente estaba resfriado, él tenía medicina para la tos en su botiquín personal, más tarde se la daría, antes de dormir era lo mejor.

- ¿Estás bien?. - Se le ocurrió preguntar al darse cuenta de que el ataque se prolongaba demasiado y que el chico parecía desesperarse.

Al ver que el rostro del italiano se ponía de todos los colores y este le señalaba con desesperación su cuello, logró entender de que se trataba: ¡Se estaba ahogando!, pensó durante algunos segundos si existía algo en el botiquín para esos casos, claro, uno de esos libritos de primeros auxilios, pero no, se tardaría horas en encontrar la página correcta donde salía que se podía hacer en una situación así. Se desesperó también y usó su cabeza un poquito más para pensar, e hizo lo que siempre veía en las peliculas: abrazarle por la espalda posando las manos sobre el estomago y empujar una y otra vez hacia adentro con fuerza hasta que el trozo de comida saliera volando desde la boca de la victima, lo hizo varias veces y esperaba lograrlo, no quería matar al primer compañero de cuarto que tenía.

De por si ya estaba incómodo en esa situación, pero ahora venía el tipo éste, con toda la confianza del mundo a abrazarle. ¿Qué demonios?, esas manos en su cintura no eran propias y no le hacían sentir muy bien, le ponía los nervios de punta. A decir verdad, no se centraba demasiado en eso, se iba volando con los ángeles al cielo, ya se encagaría de desquitarse con el chico desde el más allá.

Ya había perdido la esperanzas y quiso dejarse llevar de la mano del señor de capa negra y guadaña, pero fue arrebatado de su lado cuando el trozo de carne salió volando de su boca, el color le volvía a la cara y el aire a los pulmones. Volteó de golpeo para quedar de frente a él, asesinandolo con una simple mirada.


- ¡¡¿Intentas matarme, Pedazo de estúpido?!!. -Le dió un golpe sobre el pecho para apartarlo, sintiendo como el rubor se apoderaba de sus mejillas de nuevo. La posición no ayudaba.- ¡A-Aléjate!. -Ordenó, nervioso y jadeante, al no poder retomar su ritmo respiratorio normal aún.

¡Por fin!, después de varios intentos el maldito trozo de carne había salido de la garganta del italiano, estaba demasiado aliviado, sólo esperaba que aún siguiera con vida y no hubiera perdido tanto oxigeno, había leído que eso era peligroso.

- Estás.... -No pudo continuar, el chico había volteado y esa cara sonrojada tan bonita le había dejado estupefacto, no se había dado cuenta hace un rato, el italiano era... lo más bonito que había visto hasta ahora en ese maldito internado, se quedó como un idiota mirandole, esas mejillas rojas eran iguales a dos tomatitos, era tan adorable que casi no podía resistirse a tocarlas.

Estaba absorto en lo suyo hasta que escuchó los gritos, de inmediato obedeció y se alejó, dandole la espalda para que no viera el rubor en sus mejillas.

- Me alegra que estes bien, lo siento muchisimo, prometo que para la próxima cortare los trozos de carne mas pequeños... aunque dudo que quieras volver a comer mi comida. -Volteo nuevamente para sonreírle nervioso y luego fué por los platos y los cubiertos para llevarlos hasta la cocina y comenzar a lavarlos.

Posó una mano sobre su pecho, que subía y bajaba por el errático ritmo, consiguiendo calmarse al cabo de unos minutos. El calor acomulado en las mejillas, permancía intacto. No sabía como había llegado a avergonzarse tanto con un desconocido, por que eso era, no sabía nada de él más allá del nombre y que era español. De un instante a otro, una sensación indescriptible nació en la boca de su estómago, causandole cosquillas.

Imitó al muchacho, girandose para darle la espalda también y cruzando los brazos a la altura del pecho para enfurruñarse y ocultar un poco su insistente sonrojo. No podía decir mucho, era víctima de los nervios y cuando eso sucedía, tartamudeaba sin parar. No quería que eso sucediera ahora, no quería admitir que ese revoloteo, le gustaba. Que putas podían ser las circunstancias.

Su corazón había latido a mil por hora, ¿Qué significaba eso?, bueno, le gustaban los chicos, desde siempre, pero... seguía siendo extraño, porque era un completo desconocido. Mientras lavaba, intentó explicarselo a si mismo varias veces, restregando los platos con la espuma durante varios minutos sin darse cuenta. ¿Había sido la cercanía?, le había pasado otras veces con otros desconocidos en las fiestas, pero estando medianamente borracho y nunca había sido algo tan... intenso, y su corazón no había sido el problema en esos casos, si no mas bien otra parte de su anatomia, un poquito mas abajo. Pero esta vez solo su corazón latía como si quisiera salirse de su pecho... bueno, igual miró de reojo hacia abajo para segurarse de que todo estaba en orden.
Después de casi media hora salió finalmente de la cocina, con su imborrable sonrisa.

- Creo que dormire, estoy un poco cansado... -Le dijo al italiano antes de sentarse sobre su cama.

Se quedó con la mirada perdida en algún punto de la habitación, como si ahí estuviera la respuesta al por que de esa sensación. Nunca tuvo atracción por el mismo sexo, desde que tenía memoría, las chicas eran su centro de atención, los pechos grandes eran su devoción. De acuerdo, quizás no tan grandes pero tampoco tan díminutos. El punto era que su heterosexualidad no se dudaba, sin mencionar que detestaba a los hombres. Entonces, ¿qué era lo que pasaba?.

Volvió en sí al escuchar que el más alto le hablaba, no atino más que a asentir. Todavía estaba un tanto perdido y el cosquilleo no desaparecía por completo. Maldijo internamente por eso.

Puede que sea pasajero, ya mañana regresará a la normalidad. Tiene que, maldición. Y con ese pensamiento, subió a su cama en la parte de arriba, desvistiendose oculto bajo las sábanas, por que lo pasado hace escasos minutos le habían dejado la verguenza a flor de piel. Dejo todo a los pies, recostandose finalmente para cubrirse hasta la cabeza y perdiendose por segunda vez en la gran cantidad de preguntas que rondaban en su mente, muchas sin respuesta aparente, por ahora.

Su compañero no decía absolutamente nada, ¿Se habría dado cuenta de lo ocurrido y ahora estaba enfadado?, era lo más probable.
Cuando le vió subir hasta su cama se puso de pie, agarró su pijama que yacía sobre la cama y luego sacó una toalla del armario, encaminandose luego hasta el cuarto de baño, se había dado una ducha por la mañana antes de salir a sus clases, y en el club de deportes no había hecho casi nada, pero aún así necesitaba volver a ducharse, tal vez para refrescar un poco sus ideas.
Mientras el agua caliente caía sobre su piel ligeramente morena, volvió a recordar la cara del italiano en ese momento, era justamente lo que le gustaba en un chico, ¿Cómo no iba a sentirse así?, esa fué su respuesta final y sin darle más rodeos idiotas al asunto se concentró en otras cosas más importantes mientras terminaba de ducharse. Después de unos quince minutos, salió finalmente del cuarto de baño con el pijama ya puesto, el cabello mojado y las mejillas teñidas de un leve color camresí por el calor que el vapor había provocado.

- Buenas noches Rodrigo.~ -Murmuró observando a lo lejos el acuario donde estaba la tortuga, seguramente dormida.- Buenas noches, Lovino. -Dijo en voz bajita al acercarse a la cama, suponiendo que el italiano ya dormía.

Luego se recostó por sobre las sabanas, entrelazando las manos bajo su cabeza y observando al techo, sin intenciones de dormirse aún, aunque estaba cansado.

No sabía exactamente la razón, pero no podía dormir. Se movió de un lado a otro, incómodo, destapandose y volviendo a cubrirse, escondiendo el rostro bajo la almohada y refunfuñando. No, era imposible. Se iba a desvelar y en clases se quedaría dormido, lo regañarían y todo se iría a la mierda por que se ganaría un castigo. Podía excusarse con la 'intoxicación' por culpa de la Paella, pero no serviría de mucho.
A final de cuentas seguía vivo gracias al que había cocinado, al que, supuestamente, detestaba, al que en esos precisos momentos estaba en la cama de abajo. ¿Debía agradecerle?. No era su costumbre, y si veías bien el tema, él mismo fue quién casi lo mató por su comida. Pero... Lo intentaría, sino funcionaba, pues a la mierda.

Después de meditarlo por largos minutos, asomó su cabeza con sigiló por el borde, verificando si Antonio dormía, para su sorpresa, no era así y no alcanzó más que a fruncir el ceño, inflando sus mejillas, que se tornaban carmínes otra vez, y estirar los labios, en una mueca infantil.

- Oye, Imbécil. -Inició, mientras su rizo se movía por inciativa propia. A veces pensaba que estaba poseído o algo, rogaba por poder cortarselo, pero estaba prohíbido.- B-Bueno... -No estaba dando resultado favorable.- Eh... Joder, q-que descanses.