Utopía. [Libre]

Después de un largo día de clases, Natalia se encontraba caminando sin dirección alguna, explorando las entrañas de su nueva escuela. Era una inmensidad de lugar, y aunque siempre se le encontraba explorando, no acabaría de examinar el campus hasta dentro de unos cuantos meses.

Al caminar por un tiempo, un pequeño letrero enmarcado en cobre indicaba "Biblioteca". Ella giró su cabeza hacia donde apuntaba el letrero y sonrió ligeramente. Los libros simplemente eran fascinantes, te llenan de una sensación heróica y de poder hacer lo que te plazca mientras das la vuelta a las páginas.

Examinando por allí, después de un rato en silencio, recordando viejas lcturas, se encuentra con un pequeño chico sentado en uno de los sofás de la sala de estar, enseguida de una gran pila de libros. Le ve con curiosidad, pues su semblante parecía bastante triste. Clavandole la mirada un tiempo, sacude la cabeza y vuelva a lo suyo: encontrar una buena lectura interesante para estos próximos días.

-Holanda se encontraba fumando completamente despreocupado de romper la ley y caminando con las manos en los bolsillos por la escuela desde hacía ya varias horas, aquél extenso y nuevo lugar a cada centímetro se volvía más admirable y por la misma razón no dejaba de inspeccionarlo con ganas púes le resultaba extremadamente increíble que tan grande, elegante y completo era el establecimiento, incluso hasta podía decir con seguridad que todo está tan perfectamente decorado y cuidado que de a ratos existían espacios que le recordaban al querido Palacio Real de su país, lugar en el estuvo trabajando hasta antes de la fecha del nuevo inicio de clases.

Algo, o mejor dicho alguien despertó un tanto curiosidad, "¿ella estaba sola?" refiriéndose a Natalia, porque al parecer estaba haciendo lo mismo que él, así que con disimulo se predispuso a seguirla hasta donde sea que fuese incluso si el lugar al que debía entrar era la biblioteca, espacio en el que el joven puede sentirse secretamente muy a gusto, una vez allí dentro no hizo mucho más que alejarse de ella para no parecer alguien tan extraño y se puso a recorrer los alargados muebles contenedores de libros que a simple vista parecían contener una cantidad infinita de los mismos.-

Increíble, no encuentro nada de lo que estoy buscando... -expresó en voz alta y automáticamente exhaló el humo por la nariz y la boca, buscando callarse.- stront!... -maldijo para si mismo puesto que había usado su voz en tono fuerte y temió molestar a alguna persona-

Huh!?, allí están... -revoleó la mirada buscando a quien pedirle perdón por su imprudencia y así fue como vio todo eso que le gustaba y estaba buscando centrado en un pequeño espacio, por ende no dudo siquiera un suspiro en acercarse al joven que estaba allí sentado y observándolo detenidamente con la mirada ensanchada y el cigarro casi consumido entre los labios.-

¿Estás bien?... -sacó un pequeño pañuelo anaranjado estampado con conejitos blancos del bolsillo interno de su chaqueta y sin pedirle permiso se lo pasó por el rostro-


Hace muchos años atrás también lloraba con ese cuento, pero yo era solo un niño...

Al fin encontró un libro interesante: Negro. Curiosa por un título tan simple lo saca y comienza a leer su contraportada. Su serio semblante mostraba un poco de interés al leer la pequeña reseña y mientras lo lee, una voz grave suena por algunos pasillos de distancia.

Alza la cabeza instintivamente y la gira hacia ambos lados. Al no ver a nadie le da la vuelta al libro pasta dura, y se dirige hacia la pequeña sala de estar donde se encuentra el chico, que ahora estaba acompañado por uno bien formado. Parecía que el más pequeño lloraba silenciosamente y el otro le consolaba.

Sin importarle nada en absoluto, se sienta con porte y serenidad a comenzar a leer ese libro cuyo trama parecía interesante.

Spoiler:

No deberías tener vergüenza por andar llorando, tampoco tienes porque estarte tan tenso... -volvió a limpiarle la mejilla una vez más y luego de eso dejó el pañuelo sobre la mesa y escondió ambas manos en los bolsillos de su abrigo para no asustar ni incomodar tanto al pequeño conejo como a su joven amo-

¿te encuentras bien?... -insistente vuelve a repetir la pregunta con el simple fin de obtener una respuesta, tal vez después de saber eso y de conocer el nombre del animal pueda marcharse tranquilo-

Lo siento, no me he presentado... -le extiende firmemente la mano diestra buscando hacer contacto con el ojiverde a modo de saludo- Mi nombre es Willhem Van der Heyden...